"TOUCHDOWN!" Así, con mayúsculas y exclamaciones, anunciaba la NASA minutos antes de las cinco de la tarde, hora peninsular, el que ya es uno de los grandes logros de la crónica espacial del 2023: el regreso a la Tierra de la cápsula de muestras de la misión OSIRIS REx. El dispositivo se posaba a media tarde en el desierto de Utah con una valiosísima carga en su interior de polvo y rocas tomadas directamente de la superficie del asteroide Bennu. Quizás no parezca mucho, pero traer ese valioso pellizco de polvo espacial a la Tierra ha costado años de trabajo e ingenio. Ahora los científicos esperan que nos ayude a entender el universo.
Una auténtica "cápsula del tiempo" que podría ayudarnos a comprender mejor la formación de los planetas o cómo son los asteroides y sus posibilidades.
Con la vista puesta en Utah. Sin duda el desierto de Utah, en Estados Unidos, ha sido hoy el centro de atención de los astrónomos y las agencias espaciales, tanto de la NASA como del resto del globo. Allí, en el campo de entrenamiento y pruebas de Utah, acaba de aterrizar la cápsula de la misión OSIRIS REx tras un viaje delirante de varios años por el espacio, con colofón de infarto incluido.
¿Y eso por qué? El dispositivo ha llegado a la Tierra tras un último trayecto no acto para cardiacos. La nave en la que ha viajado durante los últimos años lo lanzó a 63.000 millas (101.400 kilómetros) de la superficie terrestre, casi un tercio de la distancia que separa nuestro planeta de la Luna, para que tras un viaje de cuatro horas la cápsula con restos de Bennu acabase entrando en la atmósfera.
Los planes de la NASA, estudiados al milímetro —en la fotografía de portada puede verse un simulacro organizado en agosto—, preveían que 13 minutos después aterrizase en Utah. Y allí acabó posándose antes de las 17.00 h peninsulares.
¿Por qué es importante? Por el viaje. Y por el contenido. Empecemos por el primero. Aunque el aterrizaje de la cápsula haya sido de infarto, la misión OSIRIS REx ha requerido grandes dosis de paciencia. La nave se lanzó desde Florida hace más de siete años, el 8 de septiembre de 2016, para emprender un larguísimo viaje hasta Bennu que no completó hasta entrado 2018. En otoño de 2020 contactó con el asteroide y tomó muestras para, ya en mayo de 2021, emprender un periplo de regreso a la Tierra que no se ha completado hasta ahora, tres años después.
El colofón de semejante odisea espacial es lo que acabamos de observar ahora. “Después de un viaje de cerca de 3.900 millones de millas, la cápsula de retorno de muestras de asteroides está de vuelta a la Tierra. Los equipos realizan la evaluación inicial: son los primeros en contacto con el hardware", explica la NASA, que poco después del aterrizaje movilizaba sus helicópteros para recuperar las muestras. "Esta es la primera misión estadounidense de retorno de muestras de este tipo y abrirá una cápsula del tiempo hacia los inicios de nuestro sistema solar".
¿Y qué hay de su contenido? El viaje resulta fascinante. El contenido de la cápsula también. Se calcula que durante sus maniobras de 2020 la nave logró atrapar alrededor de 250 g de regolito, aunque la cantidad exacta no se conocerá hasta que los técnicos de la misión abran el dispositivo. Con ese pequeño pellizco de Bennu los científicos esperan ahondar en el conocimiento de cuestiones tan importantes como la historia del universo, los asteroides o si contiene signos de agua y puede extraer de ella hidrógeno y oxígeno para nuestros cohetes.
¿Por qué son interesantes los asteroides? El contenido de la cápsula es importante por el propio valor de los asteroides, auténticas ventanas al pasado. "Son fósiles o cápsulas del tiempo, los restos de la formación de planetas y lunas que tuvo lugar hace 4.600 millones de años. Estos restos nos permiten entender cómo se formaron y además tenemos teorías que sostienen que los asteroides o cometas pudieron traer a la Tierra los elementos esenciales para el inicio de la vida", explica a El Mundo Lucas Paganini, científico de la NASA.
Bennu muestra además un interés especial: se considera "potencialmente peligroso" por sus características y el trazo de su órbita, aunque la probabilidad de que se cruce con nuestro planeta resulta muy pequeña y alejada en el tiempo.
¿Y ahora, qué? Poco después de que la cápsula aterrizara en Utah, la NASA desplegó a su equipo para recuperar la muestra para poder evaluarla y sacarle el máximo provecho. Eso aquí, en la Tierra. A la nave de la misión OSIRIS-APEX le queda aún por delante otra nueva misión: 20 minutos después de haber arrojado la cápsula de muestras, encendió sus motores apra desviarse de la Tierra y dirigirse a Apophis, su nuevo objetivo, un asteroide de alrededor de 300 metros de ancho que en 2029 se acercará a aproximadamente 20.000 millas de la Tierra, unos 32.300 km. A partir de ahora la misión adoptará un nuevo nombre: OSIRIS-APEX.
Imagen de portada: NASA/Keegan Barber
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