Si España quiere facilitar la conciliación puede empezar por su gran debate pendiente: la jornada partida

Si España quiere facilitar la conciliación puede empezar por su gran debate pendiente: la jornada partida
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Martina entra a trabajar todos los días a las nueve de la mañana, hace un descanso de dos horas para comer a las 14 horas y retoma sus labores de 16 a 19 horas. Como vive a 40 minutos de su oficina, regresar a casa al mediodía es inviable, y aunque ha tratado de rellenar ese espacio, a todas luces excesivo para almorzar, con actividades productivas (gimnasio y formación), la sensación de que pierde el tiempo no la abandona. Especialmente porque para su empleo, relacionado con el marketing digital, la jornada partida no tiene ninguna justificación profesional. Ha intentado negociar con su empresa, que es pequeña, pero los responsables se cierran en banda a cualquier cambio.

Max tiene el mismo horario que Martina, pero él trabaja en el área digital de una gran empresa relacionada con el deporte, y en su caso tanto el departamento de recursos humanos como la dirección se han negado a negociar. Como Martina y Max (nombres inventados para preservar su anonimato), más de seis millones de españoles trabajan en jornadas partidas, según los últimos datos de Instituto Nacional de Estadística. Y muchos de ellos lo consideran un atraso que les impide conciliar con su vida personal entre semana, según especificaron en una reciente encuesta de LinkedIn.

Entonces, ¿por qué el debate no sale a la palestra, como el del teletrabajo o la semana laboral de cuatro días, en un momento en el que las condiciones de trabajo se están cuestionando como pocas veces se ha hecho en las últimas décadas? Según los sindicatos consultados por Xataka, porque el tema es mucho más complejo que los anteriormente mencionados. Los expertos en la materia, en cambio, opinan que es por motivos culturales, aunque señalan que la presión de los profesionales en este sentido va en aumento sin hacer ruido.

La complejidad de la jornada partidas

Los sindicatos consideran que no se puede plantear un debate sobre la jornada partida con carácter general porque el horario de trabajo se configura atendiendo realidades muy dispares y depende del sector, la composición de las plantillas y las características de los centros de trabajo. Comisiones Obreras (CCOO), de hecho, plantea que en algunos casos el descanso de dos horas para el almuerzo es, precisamente, una medida de flexibilidad laboral que permite a los profesionales conciliar mejor.

Por eso, tanto CCOO como la Unión General de Trabajadores (UGT) estiman que este tema es mucho menos generalizable que el del teletrabajo o el de la semana laboral de cuatro días, y que la mejor forma de abordar la cuestión es plantearla en las negociaciones colectivas de cada compañía o ámbito de actividad económica.

Una solución que, sin embargo, no parece sencilla en buena parte de las empresas que hay en nuestro país, pymes en las que no hay delegados sindicales. El Estatuto de los Trabajadores establece que en estos casos los profesionales tienen dos opciones para negociar los cambios de sus condiciones laborales: formar una comisión compuesta por tres empleados de la propia empresa elegida democráticamente o recurrir a los sindicatos más representativos del sector para que formen esta comisión.

Pero la realidad es que pocos recurren a sus sindicatos sectoriales, y en la mayoría de los casos se opta por una negociación directamente entre los trabajadores y el empresario, sin el acompañamiento de los sindicatos y, por lo tanto, sin su poder de negociación. En la reciente reforma laboral que ha abordado el Gobierno de España se trató de modificar este tema, para que en estos casos prevaleciesen las comisiones integradas por las centrales sindicales, tal y como informó El País, pero finalmente este punto no se incluyó en el texto definitivo.

Por otra parte, otro de los inconvenientes que plantea flexibilizar la jornada partida, y que acalla el debate, es el cultural. Los expertos consultados por Xataka opinan que este horario está muy arraigado en las costumbres cotidianas de los españoles, lo que hace que sea más difícil cambiarlo.

“Para que haya un cambio sustancial debe afectar al conjunto de la sociedad: si el empleado sale antes de su trabajo, va a adelantar sus obligaciones personales o sus actividades de ocio, y si ninguna tienda tiene clientes a partir de las nueve de la noche por esto, no se va a quedar abierta hasta las 10. Es algo que ya vemos en algunas ciudades pequeñas. Por eso tengo claro que en el momento que esto cambie, cambiará todo”, explica Vicente Budí, director Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local y profesor de Economía de la Universidad Jaume I de Castellón.

Ángel Alonso, profesor de Sociología de la Universidad de Oviedo y autor de varias investigaciones sobre empleo y bienestar, también considera que “hay mucha reticencia porque nadie se atreve a ser el primero, ya que puede perjudicar su negocio. Existe ese temor entre las empresas”.

La reclamación silenciosa

A pesar de todo esto, tanto Budí como Alonso señalan que el debate sí está encima de la mesa, y que cada vez más trabajadores piden que se reduzca el tiempo de descanso de sus jornadas partidas o que, directamente, se pase a una intensiva. Pero es una reclamación más silenciosa que la relacionada con el teletrabajo o la semana laboral de cuatro días, en buena medida por lo que apuntaban los sindicatos: cada empresa o cada sector trata de negociar individualmente con sus trabajadores en función de las características de su actividad, por lo que las reclamaciones y las resoluciones adoptadas son dispares.

“No tenemos datos, pero al hablar con las empresas para realizar estudios hemos notado que la presión de los trabajadores en este sentido es fuerte, y que las compañías van evolucionando en esa dirección, desde sectores comerciales a otros más industriales. Las organizaciones cada vez son más flexibles en cualquier actividad económica, es una tendencia, y con la jornada partida también pasa”, explica Budí.

Así, la jornada partida parece que también está entrando cada vez más en el debate sobre la flexibilidad laboral que reclaman los profesionales de todos los sectores. Aunque, de momento, sin hacer demasiado ruido. “Los nuevos modelos de organización del trabajo buscan avanzar en la conciliación, y para ello es fundamental transitar hacia la flexibilización de los horarios y terminar, donde sea posible, con la jornada partida. La organización del tiempo propio se encuentra entre las cuestiones más demandadas entre los trabajadores como forma de mejorar sus condiciones laborales”, señala Alonso.

En definitiva, lo que ambos investigadores concluyen es que nos encontramos en un momento en el que los trabajadores están pidiendo una libertad para organizar su día a día como pocas veces lo habían hecho con anterioridad, ya sea con la opción de teletrabajar, de concentrar su semana laboral en cuatro días o reduciendo la pausa del almuerzo para tener más tiempo libre por las tardes, entre otras posibilidades.

Imagen | Studio Republic

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