El escándalo del Barça con los árbitros tiene un precedente y no es alentador para La Liga: Calciopoli

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Desde que en 1863 las leyes del juego definieran y codificaran la práctica del fútbol, arbitrajes incluidos, un lamento ha ocupado a todas las aficiones: "Nos roban". Las teorías de la conspiración sobre la corrupción arbitral han sido durante la mayor parte de la historia, err, conspiraciones. De tanto en cuanto, sin embargo, surgen casos donde la febril imaginación del hincha torna en realidad. Hoy quizá nos enfrentemos a uno de ellos. Y lo protagoniza el Barcelona.

Los hechos. Se han descubierto de una forma casual y colocan a José María Enríquez Negreira en el centro del escándalo. Durante una investigación de la Agencia Tributaria dirigida contra su empresa, DASNIL 95 SL, Hacienda descubrió una serie de irregularidades relacionadas con el Fútbol Club Barcelona. En concreto, una serie de pagos cuanto menos llamativos: 532.000€ en 2016; 541.000€ en 2017; y 318.000€ en 2018. Una facturación total de 1.391.000€ en un periodo de tres años.

La relación. ¿Quién es Negreira? Un ex-árbitro que, desde su retirada, ofrece servicios de consultoría y asesoría a través de DASNIL 95. ¿Qué tipo de consultoría y asesoría? Una orientada hacia los clubes de fútbol. Negreira ofrece informes verbales y escritos sobre el carácter y la naturaleza de los árbitros de Primera División, de tal modo que los equipos puedan preparar su relación con ellos durante los encuentros. Esto es algo habitual en el fútbol profesional. Los clubes extraen información sobre los árbitros y lidian con ella.

Lo extraordinario reside tanto en las cantidades facturadas como en el cargo ostentado por Negreira entre 1994 y 2018: vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) de la Real Federación Española de Fútbol (es decir, el "vicepresidente de los árbitros"). Negreira era juez, pero también parte. Una definición prístina de "conflicto de intereses" que arroja toda suerte de sombras sobre su relación con el Barça.

La gravedad. Es posible que nos encontremos ante la punta del iceberg. Las facturas no prueban nada por sí mismas, aunque no son alentadoras. El Mundo asegura que se remontan a 2001 y El País afirma que el club recibía DVDs informativos, no sólo informes verbales, como explicó Negreira en un primer momento, antes de cada partido. La Fiscalía ha intervenido de oficio ante la gravedad de los hechos, por lo que la investigación arrojará resultados tarde o temprano. Si el Barça compró árbitros, lo sabremos.

¿Hay precedentes? Por supuesto que sí y provienen de ese país tan proverbial en su uso de las contabilidades B y el tejemaneje encubierto como es Italia. Durante el verano de 2006 y a escasos días de que arrancara la Copa del Mundo, la Federación Italiana de Fútbol iniciaba una investigación sobre la relación que diversos clubes, algunos tan poderosos como la Juventus o el Milan, mantenían con el organismo encargado de elegir a los árbitros de cada partido. El escándalo pasaría a la historia como "Calciopoli".

En esencia, la Juventus y otro puñado de clubes habían creado un sistema de presión y amedrentamiento dentro del fútbol profesional italiano. Luciano Moggi, director general del club turinés, influía en los estamentos federativos para obtener la designación de árbitros favorables a la Juventus; contaba con una red de periodistas afines que pasaban de puntillas por los arbitrajes controvertidos en sus programas y columnas; y presionaba personal y físicamente a algunos colegiados para que arbitraran de la forma correcta.

Más complejo. Calciopoli, también bautizado como Moggigate, surgió de una investigación integral por parte de la federación y afectó a más clubes. Diversos periódicos publicaron grabaciones en las que Moggi y otros directivos de la Juventus decidían qué árbitros pitarían a su equipo. Tanto las pesquisas como los hechos superaron en enfoque al Caso Negreira. No se trataba de un solo club, aunque más tarde uno quedaría eternamente asociado al escándalo, sino de una forma de operar y detentar el poder dentro del fútbol italiano.

Pero también similar. Hay denominadores comunes, sin embargo. Las autoridades italianas sólo hallaron un partido potencialmente amañado por la intervención arbitral, y no afectaba a la Juventus. La Juventus ni siquiera fue condenada por asociarse ilícitamente con el estamento arbitral, esto es, por comprar árbitros. Su poder e influencia se ejercía de forma más sutil: por medio de la presión mediática y personal, a través de una red de contactos tejida cuidadosamente por Moggi. Su condena tuvo mucho de incumplimiento ético, no de amaños explícitos y probados.

Más de diez años después, la Juventus sigue sin considerar que los hechos juzgados y condenados por Calciopoli fueran "culpa suya". El club y sus aficionados interpretan el escándalo como un oscuro ardid destinado a despojarles de su poder y de sus títulos. Hay auténticas teorías de la conspiración sobre la involucración del máximo accionista del Inter (Massimo Moratti) y sobre cómo Calciopoli, en realidad, ni siquiera versaba sobre "el amaño de partidos" o "la compra arbitral". Fue una lucha de poderes.

Aterrizando. Por supuesto, nada de esto pareció convencer a las autoridades deportivas o judiciales italianas. La Juventus quedaría relegada a la Segunda División (Serie B) durante una temporada y el resto de equipos implicados (Milan, Fiorentina, Lazio) perdieron puntos y/o el acceso a las competiciones europeas. De un modo similar al Barça, la federación interpretó que la mera relación de Moggi con las autoridades arbitrales (y su capacidad para influenciar en la elección de colegiados, la ejecutara o no) era punible y censurable.

Y tenían razón.

¿Se repetirá? El fútbol español puede extraer lecciones más poderosas de Calciopoli. La Serie A había dominado el fútbol europeo durante los quince años previos. Grandes empresarios italianos volcaron su fortuna en la construcción de equipos de primerísimo nivel, copando el mercado de fichajes cada verano. Calciopoli puso punto y final a la hegemonía del Calcio y condujo a la Serie A a un estado de anquilosamiento, regresión y descapitalización total. Un estado que le ha convertido en una competición devaluada.

La Liga no atraviesa su mejor momento. El Caso Negreira podría ser su Calciopoli. No sólo el del Barça, sino el de toda la competición.

Imagen: GTRES

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