El azul es uno de los colores que consideramos primarios. Distinguimos dos de sus tonalidades en el arco iris (azul y añil) y también sendas tonalidades aparecen en los dos modelos principales de tonalidades, el aditivo RGB (azul) y el sustractivo CMYK (cian).
A nuestro planeta lo hemos apodado como la “canica azul” y “un pálido punto azul”. El color del cielo y de los mares, sin embargo, es más una excepción que la regla entre animales y plantas.
¿Por qué? Se trata de una combinación de motivos evolutivos y químicos que empieza entre el reino de las plantas.
Pero antes recordemos algunas nociones básicas de la ciencia del color. Los colores son solo la interpretación que hace nuestro cerebro de un fragmento del espectro electromagnético, el de la luz visible. Cada frecuencia en este segmento está asociada a un color, desde las frecuencias más bajas que interpretamos como rojas hasta las frecuencias más altas, las azules.
El color de los objetos depende por tanto de la frecuencia o frecuencias en las que emiten o reflejan la luz. Con algunas excepciones bioluminiscentes, en el caso de animales y plantas se trata del reflejo de la luz. En estos casos, si vemos algo azul es porque absorbe la luz que le llega en otros rangos del espectro y refleja las frecuencias más altas.
Entre las plantas el color dominante es el verde y uno de los motivos está en la optimización de recursos. Las plantas deben este color a la clorofila, la cual utilizan para realizar el proceso de la fotosíntesis. Una planta azul sería menos eficiente realizando la fotosíntesis ya que, de todo el espectro, estaría devolviendo las frecuencias más energéticas para quedarse con el resto.
Pero la ausencia de azul va más allá de las hojas de la planta, también afecta a las flores, entre las cuales solo el 10% tiene pigmentación azul aproximadamente. El investigador Kai Kupferschmidt explicaba el motivo a Live Science. Las moléculas que absorben el lado rojo del espectro y devuelven el azul, explica, suelen tener gran tamaño, lo que las hace difícil de sintetizar por parte de la planta.
Si a pesar de ello existen algunas plantas que sí tiñen de azul sus flores, puede deberse a que esta rareza podría darles una pequeña ventaja evolutiva: la de distinguirse del resto de plantas entre los polinizadores.
¿Y los animales?
Muchos animales cumplen eso de “somos lo que comemos”, al menos en lo que respecta al color de su piel. Algunos de los pigmentos se deben a la dieta.
Ocurre por ejemplo con los flamencos. Estos animales se alimentan de unas algas ricas en carotenoides, los químicos precursores de la vitamina A, y de unos crustáceos que también consumen estas algas. Los carotenoides son los pigmentos que dan color a las zanahorias y a otros vegetales y, por su posición en la cadena trófica, a estas aves.
Los carotenoides pueden incluso colorear nuestra propia piel. Esto ocurre con un consumo excesivo de estos químicos: cuando nuestro cuerpo no puede convertirlos en vitamina A estos suelen ser almacenados en distintas partes de nuestro cuerpo,
Pero el color azul no tiene ningún análogo a los carotenoides, por lo que no se dan casos similares en el reino animal. Esto, de nuevo, no quiere decir que no haya animales azules, pero los ejemplos de animales que deben su color azul a pigmentos son muy limitados. Los animales azules tienen otro truco.
Y ese truco son las nanoestructuras. Este método de coloreado se basa en la iridiscencia. Estas nanoestructuras reflejan de tal manera la luz que la mayor parte de las longitudes de onda acaban siendo canceladas, mientras que las longitudes azules sí son capaces de “escapar” hacia el exterior.
Un ejemplo de esto son las mariposas del género Morpho, cuyas alas cuentan con escamas con este tipo de nanoestructuras. El fenómeno también se da en el plumaje de algunas aves como la chara azul (Cyanocitta cristata), en moluscos como los venenosos pulpos de anillos azules (género Hapalochlaena) o peces como el cirujano real (Paracanthurus hepatus), incluso mamíferos como el langur chato dorado (Rhinopithecus roxellana).
Como en todo, también hay excepciones. En el caso del reino animal la rara avis del color azul es otra mariposa: las del género Nessaea. Las mariposas de este grupo son los únicos animales conocidos que producen pigmentos azules en lugar de depender de estructuras microscópicas.
Hay quienes creen que la falta de animales y plantas azules es un factor que ha contribuido al desarrollo lingüístico de los colores. El ser humano no comenzó distinguiendo todos los colores de golpe sino que nuestras sociedades fueron añadiendo nuevos compartimentos a la paleta. De la distinción del claro y el oscuro probablemente pasáramos a distinguir colores como el rojo, el verde o el amarillo.
Imagen | es, parece ser, el último color primario en distinguirse en este proceso de conformación del “pantone” lingüístico, pese a ser un color bien la vista de cualquiera que mire al cielo o al mar. A pesar de ello, uno muy difícil de ver en tierra, motivo por el que quizás nuestros ancestros no sentían necesidad de distinguirlo.
En Xataka | Los pulpos cambian de color cuando duermen. Y eso abre la puerta a algo mucho más interesante: que sueñen
Imagen | Chait Goli
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