Airliner nº 4: la loca idea de 1920 para construir un avión de nueve plantas y capacidad para 600 personas

  • Su objetivo: crear una aeronave capaz de rivalizar en lujos y tamaño con los barcos transatlánticos

  • Norman Bel Geddes lo concibió con todo tipo de lujos: gimnasio, biblioteca, comedor y sala de baile

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Durante buena parte de su carrera Norman Bel Geddes se dedicó al diseño de escenografías y el montaje de fastuosos espectáculos para la Metropolitan Opera, Broadway y Hollywood. Así que no resulta sorprendente que cuando a finales de la década de 1920 decidió lanzar su propio estudio de diseño industrial de su mesa de trabajo saliesen obras dignas de una película de ciencia ficción. Por ambiciosas, por creativas y por una puesta en escena rematadamente provocadora.

El avión de pasajeros número 4 es la prueba más gráfica.

Su nombre no es demasiado evocador y a duras penas despierta entusiasmo ahora como tampoco lo hizo probablemente en los años 20 y 30 del siglo pasado, cuando lo lanzó Geddes; pero el concepto que hay detrás del Nº4 es tan fascinante que aún sorprende hoy, en la era del Airbus A380 o la Starship y con el recuerdo fresco del gigantesco Antonov An-225. El motivo: aunque el Nº4 se quedó en el papel, su descomunal envergadura sigue siendo una locura a las puertas de 2024.

Un avión con alma de transatlántico

Airliner Number 4 Norman Bel G

Lo que Geddes propuso fue ni más ni menos que construir un titánico avión anfibio de nueve plantas, una envergadura de 161 metros y capacidad para transportar a alrededor de 600 personas, entre pasajeros y tripulantes. Todo un coloso de los cielos con el que el estadounidense quería impulsar la aviación intercontinental y ofrecer una alternativa a los buques transatlánticos.

Su ficha técnica, maquetas y los planos e ilustraciones siguen siendo hoy, como hace un siglo, una auténtica locura. El Airliner No. 4 estaba concebido para medir 161 m de envergadura y acoger a 600 personas, toda una mole que se elevaría con ayuda de 20 motores de 1.900 CV apoyados por seis de reserva, si bien no todos eran necesarios una vez el avión lograba despegar y estaba ya en el aire.

Por si la nave se encontraba con problemas durante su travesía y necesitaba evacuar a su pasaje, el No. 4 estaba dotado además de botes salvavidas y dos hidroaviones con alas plegables, según precisa la web Fly Away Simulation.

Lo más fascinante del diseño de la aeronave es sin embargo su altura y distribución, con nueve cubiertas pensadas para acoger a 451 pasajeros asistidos por 155 tripulantes. La documentación de la Harry Ranson Center, precisa que estaba pensado para sostenerse en el agua con ayuda de grandes pontones.

Con semejantes dimensiones, el No. 4 aspiraba a ser mucho más que un avión. Más que crear una aeronave capaz de atravesar el océano, el objetivo de Geddes y el ingeniero Otto A. Koller, quien también se embarcó en el proyecto, era crear un transatlántico capaz de surcar los cielos. Con ese propósito el No. 4 se concibió con el despliegue de comodidades que se podía encontrar en un buque de la época.

Sus pasajeros disponían de comedores, solárium, gimnasio, pista de baile, biblioteca, sala de conciertos… Y su tripulación poco o nada se parecía a la que trabaja en nuestros vuelos regulares, por más sofisticada que sea la aerolínea y caro resulte el pasaje. A su disposición los viajeros tenían telefonistas, músicos, masajistas o manicuristas, entre otros servicios exclusivos.

Si diferente era el avión, diferentes eran por supuesto las travesías. Simple Fying señala que los impulsores del No. 4 aspiraban a crear una aeronave capaz de volar de Chicago a Londres en 42 horas con una escala para repostar en Terranova.

Quizás la perspectiva de estar casi dos días enteros en un avión no resulte hoy muy atractiva, pero el objetivo cuando Geddes lanzó su idea, en la década de 1920, era ganarle terreno a los buques que tardaban aún más en desplazarse a través del Atlántico. En solo una semana el No. 4 esperaba completar tres travesías.

Quienes soñaban con verlo elevar el vuelo, incluidos los propios Geddes y Koller, tuvieron que quedarse sin embargo con las ganas. La aeronave no salió del papel. Por no llegar, no llegó ni a la fase de prototipo, aunque en 1929 Dornier logró sacar adelante un proyecto similar en el planteamiento, aunque de dimensiones mucho más modestas, el Dornier D X, un hidroavión impresionante para la época con una envergadura de casi 50 metros y capacidad para un centenar de pasajeros.

Del No. 4 nos quedan los planos, las ilustraciones…

… y una ficha técnica que aún hoy haría palidecer a los ingenieros detrás del Airbus A380 o la enorme nave solar de Skydweller, ninguno de ellos con una envergadura de más de 100 m, talla que sí superaba con creces el No. 4 soñado por Geddes.

Imágenes: Harry Ransom Center y Wikipedia

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