La próxima vez que alguien ponga en tela de juicio el cambio climático puedes recordarle la historia que tuvo lugar hace unos días. Ocupada por primera vez hace 1.100 años por grupos indígenas de habla náhuatl, una pirámide se convirtió en la sede del pueblo P'urhépechas, el único imperio que los aztecas no pudieron conquistar. Hasta ahora era uno de los monumentos mejor conservados de la civilización del Reino de Michoacán. Ahora ha sucumbido al clima global.
Derrumbe de siglos de historia. La noticia tuvo lugar en la noche del 29 de julio, cuando el monumento cuadrado de 15 metros de altura ubicado en el estado de Michoacán, una pirámide precolombina en la Zona Arqueológica de Ihuatzio, se desplomó repentinamente bajo la presión de la incesante lluvia, derrumbándose su pared sur y quedando en un montón de escombros.
En su comunicado, el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) explicó que las fuertes lluvias se filtraron por las grietas provocadas por las altas temperaturas y las sequías prolongadas, comprometiendo la integridad de una estructura que había permanecido intacta durante siglos.
Un tesoro milenario. No hablamos de una arquitectura cualquiera. La pirámide se construyó hace más de 1.100 años gracias a los antepasados del actual pueblo purépecha, una comunidad indígena del noroeste de Michoacán. La cultura surgió en el siglo XIV y creció hasta convertirse en la segunda más grande de toda Mesoamérica, tras rechazar a los aztecas y a los colonizadores españoles por igual.
Como los purépechas no dejaron registros escritos propios, las pirámides como las de la Zona Arqueológica de Ihuatzio son cruciales para reconstruir su misteriosa historia. De hecho, los arqueólogos creen que la pirámide derrumbada se utilizó para realizar sacrificios humanos a Curicaueri o “Gran Fuego”, una deidad asociada con la victoria y la luz del sol.
Una zona de culto. La Zona Arqueológica de Ihuatzio se encuentra a poco más de seis kilómetros al sur de Tzintzuntzan, un antiguo poblado a orillas del lago de Pátzcuaro. Los investigadores creen que la zona fue poblada por primera vez entre el año 900 d. C., y que los purépechas llegaron unos 300 años después. Construida sobre una meseta elevada artificialmente, la Zona era principalmente un lugar de culto, con un terreno ceremonial y un observatorio astronómico.
Un mal presagio. En declaraciones a medios locales y nacionales, los descendientes de los purépechas interpretaron el derrumbe de la pirámide como “una señal sobrenatural de un desastre inminente, un mal presagio”, señalando que “antes de la llegada de los conquistadores, ocurrió algo similar, que para la cosmovisión purépecha de esa época se debió a que los dioses Nana Kuerhaepiri [Curicaueri] y K’eri Kurikweri estaban descontentos”.
El clima, actor principal. Lo ocurrido se explica por las condiciones meteorológicas de la zona. El pasado mes de julio, en el pico del verano del hemisferio norte, fuertes lluvias y tormentas eléctricas azotaron gran parte de México. Esto ocurrió después de la peor sequía en el país en 30 años, cuando la lluvia se volvió tan escasa que varios lagos se secaron por completo.
"Las altas temperaturas, registradas previamente en la zona, y la consecuente sequía provocaron grietas que favorecieron la filtración de agua al interior del edificio prehispánico", explican desde INAH. Por tanto, el derrumbe se hizo casi inevitable. Los funcionarios ahora se centran en reparar la estructura del edificio "en favor del patrimonio cultural de los mexicanos".
Tratar de salvar los restos. Por último, el INAH detalló que “las actividades de evaluación de daños continúan y están enfocadas no sólo a recuperar la parte afectada [de la pirámide] sino también a reparar a fondo la estructura del edificio”. Además, y debido a que los intentos anteriores de reparar otros edificios y artefactos dañados no han tenido éxito, la organización empleará a profesionales de diversas disciplinas y utilizará diferentes técnicas.
Imagen | INAH
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