"El mejor regalo para tu hijo es no tener otro": la campaña medioambiental por un mundo sin hermanos

Antinatalismo
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¿Qué planeta legaremos a las generaciones venideras? El debate medioambiental que tanta prominencia ha ganado durante los últimos años rota exclusivamente en torno a esta pregunta. La mayor parte de consecuencias desatadas por el calentamiento global tendrán un impacto directo en la vida de los humanos del mañana. En ocasiones, del futuro remoto. Si actuamos, lo hacemos por dos motivos: un interés económico inmediato y una responsabilidad moral.

Y eso incluye al apartado demográfico.

Menos hijos. Es en este contexto en el que el antinatalismo ha ganado cierta presencia mediática. Los orígenes del movimiento son filosóficos, y versan sobre el sufrimiento inevitable al que sometemos a todos nuestros hijos cada vez que los alumbramos. ¿Tenemos derecho a ello? Durante los últimos tiempos, esta idea, tan poderosa y controvertida, ha encontrado cierto acomodo en el discurso medioambiental. Tener hijos no sólo es condenarles a penar por el planeta; sino un problema ecológico.

El impacto. Hace un año, por ejemplo, un grupo de científicos firmaba una carta en la que abogaba por una reducción paulatina del número de humanos para detener el cambio climático. Menos hijos hoy equivale a menos consumo y menos explotación de recursos mañana. Se trata de un falso dilema. Es cierto que una persona emite unas 5 toneladas de CO2 al año, pero también lo es que el ahorro en emisiones es minúsculo comparado con el de otras transformaciones mucho más profundas.

Dicho de otro modo. No hace falta tener menos hijos. Basta con cumplir los objetivos climáticos que (casi) todos los países están ignorando por sistema.

La campaña. Es en este contexto en el que se ha viralizado una campaña antinatalista en Vancouver. O más bien, parcialmente antinatalista. Un cartel ha aparecido en las marquesinas de autobús del centro de la ciudad: "El mejor regalo que le puedes hacer a tu hijo es no tener otro". Lo firma una extraña organización estadounidense, One Planet One Child, obsesionada con la "sobrepoblación" y con el equilibrio económico y medioambiental del planeta a largo plazo.

La teoría. El cartel ha causado cierta sensación en Canadá, y ha sido ferozmente criticado por la ideología que lo sustenta. En esencia, recoge las teorías malthusianas sin mayor aderezo, teorías que, en su esencia, se han probado erróneas una y otra vez (la humanidad sigue produciendo y aprovechando recursos muy por encima de su fertilidad, gracias a los avances técnicos, aunque el debate a futuro es interesante). Para su caso concreto, tenemos un experimento práctico en China.

Sus dirigentes pueden ilustrar hoy los problemas que conllevaría una "política global del hijo único": un declive demográfico correlacionado con un declive en el crecimiento económico. Europa afronta un problema mucho más acuciante que la sobrepoblación, y es el colapso de su natalidad. Uno que a largo plazo casi todos los países imitarán.

Moda. Sea como fuere, la idea de una "huelga de niños" por el medio ambiente gana enteros. Ronda el discurso de Extinction Rebellion, es central al argumento de Tenet y ha dejado de ser tabú entre los más jóvenes. En Estados Unidos hasta el 38% de los adultos menores de 30 años considera que el cambio climático es un factor a ponderar antes de tener un hijo. Por supuesto, es un argumento conveniente cuando otros factores (sociales y económicos) ya te han predispuesto a no ser padre.

El runrún mediático está ahí. Y la campaña de Vancouver es sólo un ejemplo de cómo el antinatalismo tiene una ventana de oportunidad para convertirse en un tema recurrente a corto plazo.

Imagen: Miranda Fatur

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