Alan Dean Foster es un queridísimo autor en el mundo de la ciencia ficción anglosajona y alguien importante dentro del universo de Star Wars: escribió como negro de George Lucas la novelización de Una Nueva Esperanza (aunque retuvo los derechos) en 1976 y El Ojo de la Mente, la primera novela original del Universo Expandido de la saga. Es también el responsable de otras tantas novelizaciones de Star Trek, de La Cosa y, más importante para lo que nos ocupa, de tres de los libros basados en la franquicia de Alien.
Lo que el escritor acaba de denunciar públicamente respaldado por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA) es que Disney le quitó su sustento de forma ilícita hace casi dos años.
Lucasfilm ostentaba los derechos de Star Wars mientras que 20th Century Fox poseía los de Alien (ambas compañías estaban ya vinculadas). Disney inició un proceso de adquisición de Lucasfilm años atrás para quedarse con la saga de Star Wars, razón por la que la productora empezó a lanzar pelis nuevas en 2015; pero en marzo de 2019, al comprar Disney 20th Century Fox, terminó de adquirir todos los productos de Fox como los flecos sueltos de Lucasfilm, incluidas las novelizaciones.
Fue entonces cuando, según la versión unilateral de Foster y su representante, Disney dejó de mandar los cheques. El autor intentó ponerse en contacto con la compañía sin éxito. Tras él fue su representante, y la respuesta de Disney fue que, para hablar sobre ese tema, debían firmar antes una cláusula de no divulgación de lo que saliese en sus reuniones.
Foster lo cuenta en una entrevista colgada en Facebook: en sus más de 40 años de actividad como escritor para grandes sagas se ha topado con muchas cláusulas de no divulgación, pero siempre como medida de protección para que el escritor no destripe en público detalles de una trama que pudiesen ser spoilers de una obra por filmar, nunca como medida para silenciar discusiones comerciales.
Se trató, desde el punto de vista de su representante, de una propuesta maliciosa que ahondaba en la debilidad de la parte negociadora de Foster impidiendo que pudiese contar a prensa las conversaciones que muy posiblemente dejasen a Disney como una megacorporación tacaña, dañando su muy querida imagen pública (las cifras más moderadas dictan que la franquicia puede generar entre 3.000 y 5.000 millones de dólares anuales).
El equipo de Foster se frustró y solicitó la mediación de la Asociación de Escritores. Ellos se pusieron en contacto con Disney y esta dio, según la asociación, una respuesta insólita: The Walt Disney Company consideraba que "había adquirido los derechos pero no las obligaciones" de las compañías que había comprado.
La ley de contratos estadounidense, como la nuestra, no funciona así, siempre adquieres tanto los derechos como las obligaciones, los beneficios y las deudas y potenciales pérdidas. El objetivo de Disney en este caso parece ser el de agotar a los oponentes y esperar que no quieran ir a un costoso juicio. La SFWA ha difundido lo ocurrido tanto por el atropello hacia Foster como por un temor gremial, si las empresas empiezan a actuar así, pasando de pagar los royalties a autores de licencias que le has comprado a un tercero por sistema, esperando que se cansen, “esto podría afectar a cualquier escritor”.
Alan Dean Foster is an sf legend - a writer who produced a shelf of original novels but also made a reputation novelizing movies and TV from Star Wars to Aliens, turning out books that transcended quickie adaptations, becoming beloved bestsellers in their own right.
— Cory Doctorow NONCONSENSUAL BLUE TICK (@doctorow) November 19, 2020
1/ pic.twitter.com/UBfzRAm4Rx
El evento ha hecho que refloten otras conductas ilícitas de Disney en el pasado. El divulgador científico Bill Nye también demandó y ganó 37 millones de dólares contra la compañía por pagos de royalties atrasados. La familia del dibujante de cómics Stephen Slesinger denunció que Disney llevaba décadas sin pagar los derechos de Winnie de Pooh, pero en este caso los denunciantes perdieron porque alegaban que tenían más derechos de explotación de productos de los que realmente tenían (no es el caso de Foster, que sólo reclama lo que se le debe por los libros).
La SFWA se ha armado y está solicitando que todo aquel que pueda tener una disputa similar con el conglomerado californiano salga al frente, tanto para hacer presión colectiva como para descubrir si se trata de una práctica aislada o si Disney ha estado actuando así con otros autores por sistema.