Si has vivido el número suficiente de primaveras te resultará familiar. Estabas zapeando cómodamente con el mando de la tele y de repente, al cambiar de canal, ¡zas!, la pantalla se llenaba de un baile granuloso de motas negras y blancas acompañado de un susurro monótono, similar al sonido de una catarata. Pulsabas el botón y ahí estaba: un chisporroteo inconfundible.
No se te había estropeado la tele, ni tampoco hacía falta que comprobaras la parte trasera de aquellos aparatos panzudos por si se había desprendido algún cable. La respuesta solía ser mucho más simple y menos alarmante. Sencillamente, habías sintonizado un canal que no estaba en uso en tu región. Si peinas canas y recuerdas que te hubiera pasado algo parecido de madrugada puede que la explicación fuera incluso más sencilla: la cadena no emitía en horario nocturno.
Cosas del pretérito analógico.
Un recuerdo analógico
Quizás lo recuerdes. Quizás no. La cuestión es que aquel crepitar monótono que escupían los televisores mientras la pantalla emitía lo que parecía ser una ventisca grabada con una cámara antiquísima se convirtió en uno de los sonidos caseros más reconocibles de finales del XX.
Había quien encontraba aquella combinación una suerte de nana relajante y quien —de todo hay en este mundo— creía identificar en el silbido desordenado señales inquietantes, una veta que supieron explotar incluso los guionistas de ‘Expediente X’. Para gustos, ya se sabe: colores.
Si eres más joven y no pudiste comprobar en persona aquel efecto, no pasa nada. Lo más probable es que la intro con la que se presenta HBO te haya familiarizado con el sonido y la imagen.
La pregunta del millón que se han planteado, entre otros, Jason Futzpatrick en How-To Geek es… ¿Por qué las teles ya no emiten ese ruido blanco o estático que algunos definen como nieve?
Una parte del ruido en la señal de la televisión proviene del Big Bang. Más precisamente: la radiación cósmica de fondo contribuye a ese ruido en casi el 1%. Cuando miren nuevamente ese chisporrotear, en apariencia intrascendente, piensen que están escuchando un poco de universo. pic.twitter.com/C59inUPkNE
— Gaston Giribet (@GastonGiribet) September 4, 2020
La explicación, claro, poco tiene que ver con las teorías de ‘Expediente X’. Más bien está relacionada con el funcionamiento de aquellas anticuadas teles analógicas. Piensa en ellas como en una estación de radio que captaba imágenes. Si escogías un canal sin uso el aparato intentaba conectarse, solo que sin encontrar la emisión. Lo que te devolvía, en vez de la peli del sábado tarde de la TVE que quizás querías ver, era la radiación de fondo aleatoria que captaba a su alrededor.
¿Y qué era aquello?
Pues un cóctel, una combinación de ruido eléctrico, frecuencias de ondas de radio e incluso la radiación gamma del Big Bang convertida en radiación de microondas. Aquel chisporroteo que podías apreciar en tu cocina era ni más ni menos que una "mezcla" de ruido electromagnético, vestigios de otras señales y la conocida como “radiación de fondo de microondas”, que aunque tenía un peso bastante reducido en el efecto final —de apenas el 1%— resultaba igualmente fascinante.
El efecto era peculiar y todavía hoy hay quien está convencido de que ruidos similares resultan relajantes y pueden ayudarnos a dormir, pero con el tiempo lo hemos sacrificado para lograr otras ventajas. La clave de por qué hoy no lo apreciamos en las teles cuando escogemos un canal sin sintonizar es el salto de lo analógico a lo digital que se ha ido cocinando desde finales del XX.
En Estados Unidos la Ley de Telecomunicaciones que contemplaba la transición databa ya de 1996 y en 2009 todas las estaciones analógicas de alta potencia se habían pasado al digital. En España se fue avanzando también el proceso que derivó en el conocido como “apagón analógico”.
En el camino nos dejamos aquel efecto tan característico de las teles analógicas, pero hemos ganado importantes ventajas, como la liberación de una amplia gama de frecuencias. Ahora cuando llegamos a una cadena sin señal nos encontramos en la mayoría de los casos con una pantalla en negro y un aviso que nos informa de que allí, sencillamente, no hay nada que ver.
Siempre nos quedará el recuerdo... y la intro de HBO.
Imágenes: Patrick Tomasso (Unsplash) y Fran Jacquier (Unsplash)
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