Veteranos del coronavirus: la brillante campaña de Alemania para concienciar a su población

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Cuando los padres remotos de la Unión Europea diseñaron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero lo hicieron con un traume muy reciente en mente. Las generaciones futuras no deberían pasar por lo que la suya había experimentado durante la década y media precedente. La Segunda Guerra Mundial debía legar la última generación de europeos veteranos, de experiencias abominables y horrores sin fin.

Décadas después su sueño aún es una realidad. Europa occidental no ha librado guerra alguna desde entonces. Lo que no significa que las generaciones posteriores al mayor conflicto bélico de la historia no dispongan de sus propias batallitas. La nuestra, comparativamente más acomodada y privilegiada que las precedentes (aunque a corto plazo la situación pueda cambiar, quizá para siempre), no tenía demasiadas hazañas que narrar a sus nietos. Hasta que llegó el coronavirus.

El confinamiento se convirtió así en nuestra guerra, aunque sólo fuera de un modo metafórico y humorístico. Contaríamos a nuestros hijos cómo tuvimos que pasar dos meses enclaustrados en nuestro domicilio, obligados a tareas tan traumáticas como fabricar nuestro propio pan.

Meses después e inmersos ya en plena segunda ola, el gobierno alemán ha querido recuperar el chiste para diseñar la campaña de concienciación más brillante desde que comenzara la epidemia. Tres anuncios aunados bajo un lema, "Juntos contra el coronavirus", que esconden una lectura fantástica y muy divertida sobre el valor de no hacer nada. De quedarse en casa. De recluirse en las tareas rutinarias del hogar. De encontrar nuevas formas de ocio telemático. De ahorrarnos esa visita tan bienvenida a casa de un amigo. De reducir nuestras interacciones sociales al mínimo.

En los vídeos, tres ancianos distintos rememoran las tribulaciones y dificultades que tuvieron que pasar durante su juventud. Lo provecto de su edad y la inevitable reminiscencia de la Segunda Guerra Mundial en Alemania nos invitan a imaginar sus días como adolescentes entre cascotes, ruinas y familiares perdidos. Rápidamente el guión nos enmarca en el futuro, no en el pasado. Estos simpáticos abuelitos no somos sino nosotros mismos dentro de unas cuantas décadas.

Les estamos contando nuestras heroicidades a nuestros nietos.

"El destino de nuestro país quedaba en nuestras manos. De modo que nos cargamos de valor e hicimos lo que se esperaba de nosotros, lo único correcto. No hicimos nada. Absolutamente nada", rememora uno de ellos. Una vez se desvela que hablan del coronavirus y no de la guerra, la cámara nos lleva a sus días de juventud y de confinamiento, postrado en el sofá, con la mirada absorta, adicto a la televisión. Escenas de la cuarentena, cuando el tiempo libre debía aniquilarse del mejor modo posible, cuando las actividades para entretener cuerpo y mente escaseaban.

"Antes de la epidemia", explica otro, mientras muestra una medalla conmemorativa entregada por el estado alemán, "yo era sin lugar a dudas una de las personas más vagas de este país. Casi nunca salía de casa, siempre jugaba a videojuegos sin ningún tipo de ambición y comía la pasta directamente de la lata porque era demasiado vago como para calentarlas". Pero entonces llegó el virus: "Seguí siendo el mismo vago saco de patatas que era. Pero el mundo había cambiado: para frenar al virus, la gente debía quedarse en casa. No hacer nada se convirtió en un servicio público. La vagancia podía salvar vidas. Y yo era un campeón de la vagancia".

Para quien no hable alemán, los vídeos se pueden ver subtitulados en inglés aquí, aquí y aquí. También se encuentran en YouTube (sin subtítulos, más allá de los generados automáticamente por la plataforma). No han estado exentos de polémica. Para algunos, frivolizan la memoria de algo tan grave como la Segunda Guerra Mundial, un episodio de la historia en el que Alemania no tiene un rol demasiado cómodo.

Son brillantes por un motivo: conciencian sobre la recompensa a futuro del confinamiento y de otros sacrificios, como el cierre de locales o la limitación de aforos. Gran parte de la gestión deficiente de muchos países durante la epidemia se debe a un círculo difícil de cuadrar. Las medidas son necesarias antes de que parezcan necesarias. Obligan a una estrategia a largo plazo, tanto a nivel sanitario como político, extremadamente complejo en tiempos de crisis económica y ansiedad social.

Le sucede a los gobiernos y nos sucede a nosotros. Quedar con los amigos ofrece más recompensas inmediatas que quedarnos en casa. Entender los beneficios del aislamiento social y de no hacer nada obliga a pensar a muy largo plazo. Los anuncios del gobierno alemán recogen esta idea, la llevan al extremo (señores que narran el coronavirus a cuarenta o cincuenta años vista) y la revisten de humor. Imagínate como un veterano del coronavirus. Sólo que en lugar de batallar frente a un ejército invasor, te quedas en casa leyendo o viendo la tele.

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