La carta de rebelión y agradecimiento de Charles Bukoswki a su primer mecenas

La carta de rebelión y agradecimiento de Charles Bukoswki a su primer mecenas
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Charles Bukowski (Andernach, 1920- Los Angeles 1994) es considerado el padre de la literatura de la mala vida. Sus obras son tanto un retrato de las clase más bajas del sueño americano roto como del difícil proceso creativo de ser un escritor.

Si bien nada predisponía Bukowski para ser un escritor de éxito, de la mala vida sabía un rato. Entre un padre alcohólico y una madre ausente, el pequeño Bukowski navegó entre dislexia y las burlas de sus compañeros de clase por su acento alemán. Esa adolescencia, entre depresión y golpes, le convertirán en el marginal que fue toda su vida.

Forjándose como escritor sin escribir

Bukoswki piensa ser escritor, a sabiendas de que nunca sabes realmente si lo eres de verdad. A los 20 años, después de dejar KO a su padre, éste le echa de casa y se pone a recorrer Estados Unidos, de motel en hotel mugroso. Ahí, ya le ha cogido el gustillo a la botella, pero también a frecuentar las bibliotecas municipales de la zona.

Tras unas primeras publicaciones de relatos cortos en Story que no tienen el éxito que esperaba, deja de escribir durante diez años. Hasta que, más cerca de sus 50 que de sus 40, Bukowski sigue trabajando para el servicio postal de los Estados Unidos de día, pero por la noche escribía unas columnas para la revista underground "Open City".

En 1969, un año antes de cumplir los 50, sus escritos llaman la atención de John Martin, editor de Black Sparrow Press, y éste le ofrece un salario mensual para que deje su aburrido trabajo y se dedique exclusivamente a escribir. Dos años después, Black Sparrow publicaba su primera novela "Post Office" ("Cartero", en su versión en castellano).

A veces, es bueno recordar de donde vienes

Charles Bukowski

17 años más tarde, Bukoswki escribió una tardía, pero sincera carta a su primer mecenas. Publicada en "Reach for the Sun: Selected Letters 1978–1994", está llena de cinismo, humor, incorrección política, seriedad y, también, de agradecimiento porque sabe muy de bien de donde viene y por lo que ha pasado.

12 de agosto de 1986

Hola John:

Gracias por tu buena carta. No creo que duela, a veces, recordar de dónde venimos. Incluso la gente que trata de escribir sobre eso o hacer películas no lo pillan. Lo llaman «de 9 a 5». Nunca es de 9 a 5, no hay pausa gratis para comer en esos sitios, de hecho, en muchos de ellos no paras para comer para poder conservar el trabajo. Luego están las horas extras y los libros nunca parecen reflejar bien las horas extras y si te quejas de ellas, hay otro tonto para ocupar tu puesto.

Ya conoces mi viejo dicho, «la esclavitud nunca fue abolida, sólo se extendió a todos los colores».

Y lo que duele es la constante disminución de humanidad de aquellos peleando por conservar trabajos que no quieren pero que temen más a la alternativa. La gente simplemente se vacía. Son cuerpos con mentes obedientes y temerosas. El color abandona a los ojos. La voz se vuelve fea. Y el cuerpo. El pelo. Las uñas. Los zapatos. Todo.

De joven no podía creer que la gente pudiera entregar sus vidas a cambio de esas condiciones. De viejo todavía no puedo creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Sexo? ¿Televisión? ¿Un coche con letras mensuales? ¿Por los niños? ¿Niños que simplemente van a hacer lo mismo que hicieron ellos?

Ya desde pronto, cuando era joven e iba de trabajo en trabajo, a veces era lo bastante tonto para hablar con mis compañeros de trabajo. «Ey, el jefe puede venir en cualquier momento y echarnos, así por las buenas, ¿te das cuenta de eso?»

Ellos sólo me miraban. Exponía algo que no querían que entrara en sus mentes. Ahora hay despidos masivos en las industrias (el acero ha muerto, cambios técnicos en los lugares de trabajo). Los despiden por cientos de miles y sus caras son de asombro.

«Entregué 35 años…»

«No está bien…»

«No sé qué hacer…»

Nunca pagan bastante a los esclavos para que sean libres, sólo lo suficiente para que sigan vivos y vuelvan a trabajar. Podía ver todo eso, ¿por qué ellos no? Ya me figuré que el banco del parque era igual de bueno o que la barra del bar era igual de buena. ¿Por qué no llegar allí primero antes de que me pusieran ellos? ¿Por qué esperar?

Escribí con disgusto contra todo eso y fue un alivio sacar la mierda de mi sistema. Y ahora estoy aquí, un supuesto escritor profesional, después de haberles entregado los 50 primeros años de mi vida, he encontrado que hay otras molestias más allá del sistema.

Recuerdo una vez, trabajando para un empaquetador en una empresa de iluminación, que uno de los empaquetadores dijo de pronto: «¡Nunca seré libre!».

Uno de los jefes pasaba por allí (su nombre era Morrie) y dejó caer una buena risa, disfrutando el hecho de que este tipo estaba atrapado de por vida.

Así que, la suerte que a final he tenido escapando de esos lugares, no importa lo mucho que me llevó, me ha dado una cierta clase de gozo, el gozo feliz del milagro. Ahora escribo desde una mente vieja y un cuerpo viejo, mucho más allá del tiempo en que muchos hombres pensarían en continuar semejante cosa, pero ya que he empezado tan tarde me debo a mí mismo continuar. Y cuando las palabras empiecen a faltarme y me tengan que ayudar a subir las escaleras y no pueda distinguir un azulillo de un clip, siento que algo en mí va a recordar (no importa lo mal esté) cómo he atravesado el asesinato y el follón y la agitación, hasta llegar, al menos, a una manera generosa de morir.

No haber desperdiciado del todo una vida parece ser un logro que merece la pena, aunque sólo sea para mí.

Tu chico.

Hank

Esta carta, explica y resume la obra de Bukowski. Su literatura está libre de convencionalismos. Escribió de forma pragmática, para protegerse de este mundo salvaje y cruel. Y aunque no haya ningún lirismo en la obra de Bukowski, éste no deja de ser un auténtico sentimental.

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