Amazon tiene un gigantesco problema en el horizonte: las protestas laborales y el sindicalismo

Amazon tiene un gigantesco problema en el horizonte: las protestas laborales y el sindicalismo
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Amazon es hoy una de las cinco empresas más valiosas del mundo. Acapara prácticamente la mitad del comercio electrónico, disfruta de la mayor red de distribución del planeta y aumenta sus beneficios a ritmo de vértigo (casi 50.000 millones el último curso, un 43% más que el anterior). Su historia es el más puro sinónimo de éxito. A un coste que ahora comienza a pagar: la situación laboral de sus trabajadores.

Sindicatos. El último ejemplo proviene de su almacén en State Island, Nueva York, ciudad agraciada con los segundos headquarters de la compañía (más de 25.000 puestos de trabajo, más de $2.500 millones en inversión). Sus trabajadores se han sindicado, como explica Bloomberg. Sus protestas: escasa seguridad, salarios inadecuados, turnos de 12 horas sin suficientes descansos, y una distribución horaria infernal.

En palabras de un empleado: "Te hablan como si fueras nada. Sólo les importan los números. Te hablan como si fueras un robot".

La tendencia. Se ha convertido en norma. En España las huelgas de sus empleados han gozado de gran repercusión mediática. En marzo la renegociación del convenio (que según CCOO empeoraba el estatus laboral de los trabajadores) provocó que más de 800 contratados secundaran un paro de dos días. Acusaban a la empresa de fijar objetivos inalcanzables y de presionarles para evitar movilizaciones colectivas.

Las protestasse repitieron el pasado Black Friday. El objetivo sindical: parar el centro logístico 13 de los últimos 45 días del año, fechas clave. Los motivos: una modificación del convenio que, según ellos, degradaba su salario y estatus profesional.

Un cambio. El último año ha supuesto un punto de inflexión. Los trabajadores de Amazon se han organizado en Estados Unidos, España, Alemania, Italia y Reino Unido. Para Amazon es un problema: parte del público y de los medios de comunicación han seguido y apoyado las huelgas, perjudicando a la reputación de la empresa (boicots mediante).

La imagen de Amazon se ha visto progresivamente asociada a pulseras que monitorizan la actividad laboral, presiones para frenar la sindicalización de sus empleados (común al sector), coacciones, maltrato psicológico, explotación en el trabajo o puenteos ilegales de huelgas. No todas las acusaciones han de ser ciertas, pero la conversación sobre la empresa ya rota en torno a ideas que dañan su reputación.

La respuesta. ¿Afecta a Amazon? En parte. La empresa cuenta con tasas de retención laboral muy bajas (los empleados vienen y van), lo que representa un coste de oportunidad en formación y experiencia. Más allá de la imagen pública, eso representa cierta ventaja para sus competidores en Estados Unidos (un mercado donde la mano de obra es escasa). De ahí que esté aplacando sus problemas, por ejemplo, subiendo el salario mínimo (a $15).

A nivel político, son crecientes los políticos (como Bernie Sanders, que ha promovido una ley específica contra las prácticas fiscales de Amazon) que manifiestan su hostilidad hacia la compañía. En España, los sindicatos han trasladado el conflicto laboral a los tribunales. Es sinónimo de una tendencia al alza en todo el mundo, y que en términos mediáticos puede emborronar un balance de cuentas impecable.

Imagen: KIM/Kopa

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