Más de un millón de toneladas de agua radiactiva espera en Fukushima la decisión del gobierno japonés para ser vertidas en el océano

Más de un millón de toneladas de agua radiactiva espera en Fukushima la decisión del gobierno japonés para ser vertidas en el océano
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Ahora mismo, Fukushima es una enorme cisterna de agua con isótopos radioactivos. Según la Agencia Internacional de la Energía, solo el año pasado se sumaron 160 toneladas al día y, si sigue esta progresión, la central se quedará sin espacio para seguir acumulando agua a mediados de 2022.

Con esto en mente, Japón ha puesto en marcha un plan que desaguará toda ese agua en el océano. Aunque no será de golpe (se trata, en realidad, de una estrategia que durará décadas), la reacción de la industria pesquera, de los grupos ecologistas e incluso de China (sugiriendo que podría prohibir la importación de productos del mar de Japón) no se ha hecho esperar.

Pero ¿hasta qué punto es un problema del que debemos preocuparnos?

Una operación muy (pero que muy) sopesada

Aunque estos días ha vuelto el debate en torno a todo esto, el problema no tiene nada de nuevo. De hecho, se han estudiado numerosas opciones (como enterrar el agua y esperar a que, en unos 60 años, se limpié de forma natural), pero el vertido parece la más viable económica y medioambientalmente. Con condiciones, evidentemente. Para empezar, la mayor parte del agua ya se ha filtrado eliminando más de 62 contaminantes radioactivos y aún queda otro proceso de filtrado que ya ha pasado el 30% del agua almacenada. Otros problemas como el del carbono-14 que, supuestamente, "podrían alterar el ADN humano" son muy difíciles de sostener con los datos en la mano.

A efectos prácticos, solo queda tritio. Un isótopo radioactivo del hidrógeno que es muy difícil de sacar del agua. Según parece, la mayor parte de las técnicas que ha estudiado TEPCO (la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio) no funcionan en concentraciones tan bajas como las que hay en el agua de Fukushima.

Eso plantea algunas cuestiones: para empezar, que como el tritio es "liviano" podría llegar en dos años a la costa oeste de EEUU, explicaba en New Scientist Ken Buesseler del Instituto Oceanográfico Woods Hole. También es posible que se acumule en los mariscos de las zonas ribereñas, pero el riesgo parece bajo porque el tritio es muy poco peligroso para las células vivas y "el impacto radiológico [el resto de isótopos que puedan quedar] en la pesca y la vida marina será muy pequeño, similar a cuando los reactores de Fukushima funcionaban en condiciones normales" , según Pascal Bailly du Bois del Laboratorio de Radioecología de Cherbourg-Octeville.

Es decir, a la pregunta de "¿debe preocuparnos?", la respuesta es relativamente poco. Hay que controlar los niveles de radiación real del agua que se vierte y monitorizar de forma muy estrecha todo lo que salga del mar de Japón en los próximos años, pero (al menos con los datos que tenemos encima de la mesa) parece la opción menos mala. Algo que, en un entorno geográfico marcado por el riesgo sísmico, es mucho decir.

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