El coche eléctrico necesita grandes espacios donde acumular energía. Creemos haberlos encontrado en las carreteras

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Aunque el coche eléctrico evoluciona a pasos agigantados y las políticas (especialmente las europeas) están encaminadas a un mayor crecimiento del mismo, todavía tiene muchos retos por delante.

La autonomía y la recarga es, sin duda, uno de ellos. Aumentar la densidad energética de las baterías, reducir el tiempo de las recargas o limitar la degradación de los acumuladores de energía cuando se ponen en marcha recargas rápidas son algunos de ellos. Pero, también está el de conseguir la electricidad de la forma más barata posible.

No es de extrañar que quien cuenta con una vivienda unifamiliar utilice las placas solares de su casa para recargar los vehículos. O, llegado el caso, se plantee la instalación de baterías en la vivienda para acumular la energía no utilizada y tener un remanente en caso de apagón.

Unos ingenieros del MIT han querido avanzar en este sentido. Y creen tener la solución: transformar las carreteras en supercondensadores.

Una carretera con múltiples posibilidades

De momento, debemos decir, todo se encuentra en una fase de pruebas. Eso sí, el objetivo es escalar el proyecto, pues los resultados han sido satisfactorios hasta ahora, como explican en la revista PNAS.

En las primeras pruebas, los investigadores han comprobado cómo el cemento y el negro de carbón (ambos utilizados habitualmente en casas y carreteras) pueden convertirse en un sistema de almacenamiento de energía a bajo precio cuando se combinan con el agua.

"El material es fascinante", ha apuntado Admir Masic, profesor del MIT e investigador inmerso en el proyecto. "Tienes el material artificial más utilizado en el mundo, el cemento, que se combina con el negro de carbón, que es un material histórico bien conocido. (...) Cuando los combinas de una manera específica se convierten en un nanocompuesto conductor, y ahí es cuando las cosas se ponen realmente interesantes".

Masic se refiere así al proceso para transformar las carreteras en supercondensadores. En el estudio se explica que el agua utilizada para hidratar el cemento afecta directamenete a las nanopartículas de negro de carbono. Cuando la mezcla evoluciona, "el negro de carbón se autoensambla en un cable conductor conectado", explica Masic.

En el proceso, se añade una mezcla de polvo de cemento y agua al hormigón. El agua construye, de manera natural, una red de ramificaciones dentro de la estructura. Ésta es fractal y, por lo tanto, de las ramas más grandes salen caminos secundarios de menor tamaño. Esto, sucesivamente, crea un enorme área en un espacio muy pequeño. Al entrar en juego una pequeña parte de negro de carbón, que es altamente conductor, se termina por crear un enorme supercondensador, capaz de almacenar la energía.

Los supercondensadores son capaces de almacenar la energía durante mucho tiempo sin apenas pérdidas. Pero, sobre todo, son capaces de recibir esta energía que acumular de manera muy rápida, así como de entregarla en el momento que es requerida.

Por ello, los investigadores creen que una poca cantidad de esta mezcla se puede añadir al hormigón de las viviendas y transformar el suelo de la casa en una especie de batería gigante. Según sus cálculos, una vivienda unifamiliar media de Estados Unidos de 183 m2 puede almacenar 10 kW de energía con un bloque de 45 m3 de este cemento. Eso le daría para cubrir un tercio de su demanda diaria de energía.

Pero donde podría tener una gran aplicación es en las carreteras. Según los investigadores, la energía almacenada por esta mezcla de cemento en una carretera puede servir para entregar la electricidad suficiente para alimentar una electrolinera con enchufes de alta potencia.

Incluso, los investigadores del MIT hablan de la posibilidad de convertir estas carreteras en una suerte de carga constante de los vehículos utilizando la inducción. Sin embargo, este es un tipo de carga al que le queda mucho por desarrollarse, especialmente cuando la carga del vehículo es dinámica y éste no está estacionado en un aparcamiento.

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Foto | JOHN TOWNER

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