Hace diez años del momento dorado de la telefonía móvil. Es un símbolo de lo que hemos perdido

moto g
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Hace diez años, este picateclas se ganaba la vida, entre otras cosas, probando móviles. Haciendo la versión low cost de lo que hoy en Xataka hacen compañeros como Ricardo, Iván, Mario o Alejandro. Y recuerdo 2013 como un año que parecía normal, pero el tiempo ha demostrado como un punto de inflexión que no se ha vuelto a repetir.

Hubo varios cambios que resultaron tectónicos para la tecnología móvil y cuyas consecuencias aún vemos diez años después, pero sobre todo hubo llegadas que mejoraron el día a día de mucha gente y que una década después simplemente ya no tienen sucesor.

Fundamentos para la siguiente década y una revolución en la gama baja

Algunas de esas llegadas fueron la de la tecnología biométrica a los smartphones. La estrenó el iPhone 5s con el sensor de huella dactilar. Desde entonces no imaginamos un teléfono sin biometría.

Otra llegada fue la del Nokia Lumia 1020 justo en una época en la que Microsoft negociaba la compra de una marca que terminó ejecutando, pero los 41 megapíxeles de su sensor eran los 41 violinistas que se empeñaban en llevar alegría a la cubierta del Titanic hasta el último segundo.

móviles de 2013 Buenos tiempos. Imágenes: Lenovo, LG, Nokia, Google, Apple.

De aquel teléfono aprendimos que, a falta de espacio físico para meter un gran zoom óptico, las grandes resoluciones sobre las que hacer recortes eran una buena solución. Esos 41 megapíxeles levantaron risas burlonas en su momento, pero del sensor de 200 megapíxeles del Galaxy S23 Ultra nadie se ríe. Quizás aquel Lumia (que ya tenía en el 808 a su padre) fue el germen de una forma de entender la telefonía móvil.

También está el LG G2 como teléfono que tal vez fue el primero de gama alta en traer una batería mucho más que satisfactoria. Nunca pudo replicar LG aquella autonomía en sus sucesores y esta marca surcoreana dio con sus huesos en una playa lejana, pero para quienes les fiaron su compra en 2013 se llevaron una batería descomunal.

Y sobre todo, el Moto G. Han pasado diez años y nos hemos quedado huérfanos de alguien como él: realmente asequible y extremadamente competente. El panorama de la gama baja antes de su llegada era desolador. El Galaxy Mini era lo más habitual entre ciertos demográficos, y quienes apuntaban a algo un poco más alto, a menudo acababan con un... Galaxy Ace. El LG Optimus L3 y el Sony Ericsson Xperia Arc completaban el listado de los cuatro jinetes del apocalipsis. La mayoría, los que endiñaban algunas operadoras a compradores incautos.

En ese contexto, con móviles tan malos en la gama baja, la llegada del Moto G fue un auténtico bálsamo. Realmente era un gama media a precio de gama baja Bien diseñado como un HTC de la época, con un toque humano como el que aportaba Apple, con una pantalla a la altura de modelos Samsung mucho más caros y con una experiencia Android que solo podían ofrecer los Nexus. Y a 180 aurelios como precio de llegada, porque luego empezó a bajar. Quién da más.

Hablando de ellos, el Nexus 5 fue otro puntazo efímero. Mejoró bastante a los Nexus anteriores, mantuvo los precios contenidos y además ofrecía un gran diseño. El sucesor, el Nexus 6, se subió a la parra con un precio que no se justificaba con el producto. Luego llegaron los Pixel y mejoraron en calidad-precio, pero no hemos vuelto a tener algo como aquel Nexus 5.

También llegó el primer Sony Xperia Z, incorporando una resistencia al agua que con el tiempo se hizo norma para casi cualquier móvil. No hace tanto desde que ver un smartphone caer al agua significaba perderlo para siempre.

Y aunque hemos tenido muchos modelos memorables en estos diez años, no ha vuelto a haber un año como 2013. Sentó las bases de la biometría en los teléfonos, del uso de grandes resoluciones para simular el zoom óptico, de lo que debía ser la experiencia Android (más Google) más pura posible, y de que no era imposible lograr grandes autonomías en un gama alta, además de hacer crecer sin complejos el tamaño de las pantallas, una tendencia que llegó para quedarse.

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