La criogenización sigue siendo ciencia ficción y no hay ninguna garantía de que deje de serlo

La criogenización sigue siendo ciencia ficción y no hay ninguna garantía de que deje de serlo

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La criogenización sigue siendo ciencia ficción y no hay ninguna garantía de que deje de serlo

Las historias de personas que quieren ser criogenizadas, tras su muerte están a la orden del día. Supongo que la pregunta que nos hemos todos es, ¿Tiene sentido, con el conocimiento científico actual, la criogenización?

¿En qué consiste la criogenización?

Aunque hay antecedentes en la literatura, parece que la primera defensa seria de la criogenización como herramienta de cara a aprovechar la medicina del futuro la podemos encontrar en "The Prospect of Immortality", un libro de Robert Ettinger autopublicado en 1962. Desde entonces, aupada por la leyenda urbana de que Walt Disney había sido congelado, la criogénica (o criónica) ha formado parte de la cultura popular.

Y no me extraña. Es una idea tan sencilla como potente. La criogenización se basa en congelar cuerpos con la esperanza de que en el futuro seremos capaces de traerlos de vuelta a la vida. Parece una idea ganadora, pero, lamentablemente, los dos elementos esenciales (congelar y descongelar) tienen problemas muy serios.

¿Se puede congelar un cuerpo?

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El primer elemento (congelar cuerpos) puede parecer trivial, al fin y al cabo, llevamos mucho tiempo mejorando nuestras técnicas de congelación. Sin embargo, si queremos mantener las estructuras intactas, la congelación se vuelve algo casi imposible.

Quizá la mejor pista de esto es que, a día de hoy, no somos capaces de congelar ni siquiera órganos normales. Esto hace que las operaciones de trasplantes sigan llevándose a cabo a toda velocidad, con los riesgos extra que comportan, e incluso que muchos órganos se pierdan en el proceso.

Las estructuras biológicas más complejas que hemos sido capaces de criogenizar y recuperar son embrionarias

A día de hoy, los órganos (y el cuerpo, en general) no se pueden congelar porque el agua que contienen, al llegar al punto de congelación, aumenta de volumen y destruye las estructuras celulares y los mecanismos fisiológicos. Es decir, los hace inservibles.

Es cierto que existe un proceso de criogenización (la vitrificación) que impide la formación del hielo mediante el uso de un gel anticongelante a -196 grados. El problema es que, por ahora, las estructuras más complejas que hemos sido capaces de 'vitrificar' han sido órganos embrionarios de animales. Así que no, por lo que sabemos hoy por hoy, no se puede congelar un cuerpo entero sin destrozar sus estructuras internas en el proceso.

¿Y se puede reanimar después?

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Esa es la esperanza de los defensores de la criogenización. Todos reconocen que hoy por hoy es imposible tanto congelar en buenas condiciones como reanimar estructuras complejas. Y, ante esto, juegan la carta del futuro.

Como disciplina científica puede ser interesante; como opción viable a día de hoy, no lo es

Un famoso manifiesto de un grupo de científicos decía que se pueden prever algunas técnicas de reanimación como "la nanorreparación celular, las técnicas de computación avanzadas, el control detallado del crecimiento celular o la regeneración de tejidos". Puede ser, pero todo esto no es ciencia, sino ciencia ficción. Al menos hoy por hoy.

En este sentido, algunas de las reivindicaciones de estos científicos son razonables y, por ejemplo, la criogenización, en cuanto que área de estudio científico, es una disciplina aceptable. Pero me temo que, cuando hablamos del problema de la criogenización, no estamos hablando de eso.

¿Qué hay de cierto en el movimiento criogénico?

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Es decir, ¿estamos ante una esperanza plausible, ante un mito que no hace daño a nadie o ante un fraude? La respuesta no es sencilla en la medida en que, como es lógico, no podemos predecir el futuro. Pero es cierto que hay ciertas cosas que nos hacen dudar de los objetivos (reales) de este movimiento.

Al fin y al cabo, los grandes institutos de criogenización no son centros de investigación dedicados a la "ciencia criónica", ni fondos orientados al desarrollo tecnológico del campo; sino estructuras dedicadas, básicamente, a almacenar y conservar pacientes. Es decir, poco más que grupos que tratan de gestionar (y propagar) la esperanza en un futuro que no sabemos si llegará.

Imágenes | Pascal, Miguel Vaca

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