Donald J. Trump lo tenía claro: "Las guerras comerciales son buenas, y fáciles de ganar". Aquel tuit premonitorio se ha saldado, por el momento, con dos medidas explícitas por parte de Estados Unidos: por un lado, los aranceles a las importaciones de acero y aluminio; por otro, aranceles de entre el 10% y el 25% a un total de productos chinos valorados en unos 50.000 millones de dólares. ¿Respuesta de China? Si querías guerra comercial, aquí tienes dos tazas.
¿Qué ha pasado? Que el Ministerio de Finanzas chino acaba de anunciar un listado de más de 100 productos a los que imponer aranceles de entrada provenientes de Estados Unidos. Entre otros elementos clave del negocio exportador estadounidense se encuentran los automóviles, las piezas aeronáuticas o la soja. Todos ellos recibirán un arancel del 25%, análogo al anunciado por la Administración Trump. Se calcula que el valor de productos afectados asciende a los 50.000 millones.
¿Cómo hemos llegado aquí? Trump llegó a la Casa Blanca guiñando un ojo a la clase trabajadora devaluada de los antiguos estados manufactureros. En esa retórica, China era el primer culpable. Desde inicios de este año, el presidente se ha mostrado proclive a imponer aranceles a sus antaño socios comerciales. Primero llegó el acero. Y después los aranceles específicos para productos chinos, unos 1.300 al 25%. En cuando Trump los anunció esta mañana, China respondió.
¿Por qué es importante? Porque puede cambiar por completo el escenario internacional al que estábamos acostumbrados. Hasta la llegada de Trump, Estados Unidos siempre había sido un país abierto al comercio y campeón de la globalización. La medida proteccionista obliga a todos los demás actores (G8, UE, China) a hacer lo propio para no quedar en desventaja. Eso implica aranceles (productos más caros en tu bolsillo) y restricciones al comercio (si vendes, menos mercado).
¿Qué va a pasar? El anuncio de China manifiesta que las relaciones entre Pekín y Washington ya no son buenas. La reciente elección vitalicia de Xi Jinping indica que China no se amilanará. Las guerras comerciales tienden de forman natural a la escalada (hasta la Unión Europea elevó el tono). Cuestión distinta es si se podrá resolver en la Organización del Comercio Internacional (puede ser, pero dudoso) o si tendrá repercusiones políticas internacionales. Nada bueno, en todo caso.
Ah, cuidado con la economía. La bolsa se desploma a esta hora.
¿Cómo puedo saber más? Una buena forma es mirar hacia lo que pasó en 2002, cuando Bush escogió una estrategia similar: daños a la economía local, fin de los aranceles y amenaza de sanciones internacionales. Otra forma es leyendo este texto de El Blog Salmón sobre todo lo que había cedido China para evitar la guerra. En FiveThirtyEight tienen un estupendo juego para que tú mismo averigües cómo de fácil es ganar una guerra comercial (pista: no lo es).
Y sobre por qué Trump vira al proteccionismo, quizá sea útil mirar hacia quien colocó tal idea en su cabeza: Bannon.
Imagen | Bazuki Muhammad/AP