Explicando Bielorrusia: cómo podría caer el último dictador de Europa

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El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, tiene la reputación de ser todo un maestro táctico y se la ha ganado: Desde 1994 ha sabido estabilizar las relaciones del antiguo estado soviético tanto con los países occidentales como con Rusia, eliminando a su vez los límites de los mandatos presidenciales y orquestando grandes victorias en todas las elecciones presidenciales.

Lukashenko fue elegido presidente con un 76% de los votos en 2001, un 83% en 2006, un 80% en 2010 y un 83% en 2015.

Pero ahora puede que su suerte llegue a su fin. Las elecciones presidenciales de Bielorrusia del 9 de agosto, que supondrían el sexto mandato consecutivo de Lukashenko, han provocado una crisis política sin precedentes. Lukashenko afirmó haber recibido el 80% de los votos, pero la gente no tardó en poner esos resultados en entredicho. El 16 de agosto, se estima que más de 200.000 personas se manifestaron por todo el país para exigir su dimisión, la mayor manifestación en la historia de Bielorrusia.

Como especialista en Europa del Este que ha nacido y crecido en Bielorrusia, he podido ver de cerca la manera en la que el presidente ha gestionado la crisis. Creo que ha cometido dos errores importantes desde los resultados del 9 de agosto y son unos errores que podrían ayudar a explicar cómo caen los dictadores.

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Error 1: La arrogancia

Celebrar elecciones con resultados predecibles forma parte del manual del buen autócrata moderno. El impopular presidente autoritario de Venezuela, Nicolás Maduro, obtuvo el 68% de los votos de las elecciones presidenciales de 2018, un resultado considerado por los observadores internacionales como fraudulento, mientras que ese mismo año Vladimir Putin fue reelegido presidente de Rusia con el 77% de los votos, prácticamente sin oposición.

Lukashenko se ha salido con la suya con unos márgenes electorales bastante improbables y esta vez ha sido diferente gracias al activismo que se ha desarrollado durante la campaña electoral.

En las semanas previas a las elecciones bielorrusas, una serie de manifestaciones contra la mala gestión económica por parte de Lukashenko y su negación total del coronavirus (conocidas como la revolución de las zapatillas) se extendieron desde Minsk, la capital, a por lo menos 35 ciudades y pueblos.

Lukashenko había eliminado a sus principales rivales encarcelando al banquero Viktar Babaryka y al bloguero Siarhei Tsikhanouski, con una cantidad importante de seguidores, y obligando al exilio al antiguo diplomático Valery Tsepkala. En lugar de renunciar a las elecciones, la oposición decidió unir fuerzas en la improbable candidatura de Sviatlana Tsikhanourkaya, un ama de casa sin experiencia política.

Ya en julio Tsikhanouskaya había conseguido atraer grandes multitudes en sus mítines electorales como símbolo del cambio, incluyendo un mitin donde se concentraron al menos 63.000 partidarios en Minsk, una ciudad de 2 millones de habitantes. Aún así, Lukashenko ignoró los indicios de insatisfacción popular y subestimó el poder del activismo en su contra.

Sin embargo, cuando los resultados electorales mostraron la victoria de Lukashenko con un 80% de los votos, los bielorrusos salieron a las calles para protestar por lo que consideraban un fraude electoral. Tsikhanouskaya, quien huyó del país temiendo por su vida, ha exigido nuevas elecciones.

Dl U463276 043 Lukashenko ante una multitud de seguidores en Minsk, 16 de agosto de 2020.

Error 2: Violencia contraproductiva

Lukashenko no hizo concesiones y, en su lugar, mandó a los antidisturbios a las calles.

No es la primera vez que se han producido altercados tras las elecciones generales en Bielorrusia, como en 2006 y 2010, pero esta vez la represión policial ha sido mucho más violenta.

Las fuerzas del orden bielorrusas han utilizado granadas de mano, cañones de agua y gas lacrimógeno para reprimir a los manifestantes, con frecuencia hiriendo a transeúntes en el proceso. Más de 7.000 personas han sido detenidas desde el 9 de agosto, muchas de las cuales han sido brutalmente golpeadas y maltratadas bajo custodia. Al menos dos personas han perdido la vida, siendo la primera vez que se han producido muertes durante los disturbios postelectorales en Bielorrusia.

La violencia policial sólo consiguió que las protestas aumentaran. Desde entonces se han producido huelgas de trabajadores y manifestaciones para exigir elecciones libres en docenas de empresas estatales y privadas de toda Bielorrusia, entre las que se encuentra Belaruskali, un productor internacional de fertilizantes, y la Fábrica de Automóviles de Minsk, uno de los mayores fabricantes de automóviles de Europa del Este.

Mujeres vestidas de blanco portando flores y globos empezaron a manifestarse a diario, desafiando a la policía con su pacifismo y demandando nuevas elecciones.

Así cae un dictador

Incluso los dictadores más habilidosos pueden caer.

Daniel Treisman, politólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, analizó 218 casos en los que la autocracia fue sustituida por un sistema más democrático entre 1800 y 2015, llegando a la conclusión de que en tres cuartas partes de los casos la democratización incluía uno o más errores por parte del mandatario. Los errores más comunes suelen estar relacionados con la desinformación o con una mala previsión ante una situación problemática.

A pesar de sus errores estratégicos, Lukashenko parece no estar preparado para renunciar al control del país. Lukashenko llama a sus oponentes "fascistas" y "asesinos", culpando a espías extranjeros de las protestas y haciendo demostraciones de poder a través de sus mítines. También ha amenazado con despedir a los trabajadores en huelga.

Dl U463552 033 La gente marcha durante una manifestación de la oposición para protestar contra los resultados de las elecciones presidenciales en la Plaza de la Independencia en Minsk, Bielorrusia, el 23 de agosto de 2020.

Afrontando la peor crisis en sus 26 años de mandato, Lukashenko se dirigió a su poderoso vecino de Rusia en busca de ayuda. Putin ha sido tanto aliado como enemigo de Bielorrusia a lo largo de los años, dependiendo de su estrategia política. Rusia ha prometido proteger a Bielorrusia de las amenazas militares externas, pero parece improbable que Putin vaya a ayudar a Lukashenko a luchar contra los manifestantes. Putin también advirtió a las potencias extranjeras que tampoco se inmiscuyan en los asuntos internos de Bielorrusia.

Si Rusia y el resto de países se mantienen al margen, la situación en Bielorrusia dependerá de la capacidad de los manifestantes para mantener la presión sobre Lukashenko.

Los movimientos sociales suelen pasar por cuatro fases: surgimiento, coalescencia, burocratización y declive. La oposición bielorrusa ha llegado a la fase de coalescencia, lo que significa que las personas que están participando en las manifestaciones masivas se han dado cuenta de que no están solos.

La oposición de Lukashenko está empezando el proceso de "burocratización": el 18 de agosto la oposición fundó una entidad llamada Consejo de Coordinación de Bielorrusia para coordinar una transferencia del poder pacífica, a lo que Lukashenko respondió afirmando que se trataba de un intento de golpe de estado.

La burocracia suena aburrida, pero podría decidir si Lukashenko se queda o se cae.

Foto: Dmitri Lovetsky, Vasily Fedosenko, Ulf Mauder.

Autora: doctora Tatsiana Kulakevich, profesora e investigadora del Instituto de Rusia de la USF, Universidad del Sur de Florida.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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