Cuando el comercio global tropieza con una semilla de cardamomo: necesitamos un acuerdo mundial por la alimentación sostenible

Cuando el comercio global tropieza con una semilla de cardamomo: necesitamos un acuerdo mundial por la alimentación sostenible
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Hace poco menos de un año, Guatemala trasladó su embajada en Israel a Jerusalén. No era la primera vez. En 1994, Guatemala ya ordenó el traslado de la embajada, y aunque en aquella ocasión tuvo que dar marcha atrás, es una muestra de las buenas relaciones que unen al país centroamericano y el estado de oriente medio.

Guatemala no solo fue el segundo país en reconocer Israel en 1948 sino que jugó un papel muy importante en la ONU para facilitar su nacimiento y su consolidación diplomática. Durante décadas, la colaboración entre ambos países ha sido muy intensa e incluye sistemas de riego, educación y seguridad. Sin embargo, Guatemala esa amistad le está saliendo cara: ha provocado la 'crisis del cardamomo', una crisis que evidencia la fragilidad de ese encaje de bolillos que llamamos mercados internacionales.

Las otras guerras comerciales

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Por un lado, con unas exportaciones de 30.000 toneladas y 366,6 millones de dólares en 2017, Guatemala es el mayor productor del mundo de cardamomo. Por el otro, los países árabes son uno de los mercados más importantes para esa especia. Cuando el Gobierno guatemalteco anunció su decisión de trasladar la Embajada, los expertos internacionales ya avisaron del riesgo de boicot, pero las autoridades centroamericanas le quitaron importancia.

Hoy, como explican en lainformación.com, menos de un año después, los datos hablan por sí solos. El cardamomo indio, el principal competidor del guatemalteco, está muy cerca de sus máximos históricos. Desde mayo de 2018, el producto prácticamente ha doblado su valor pasando de los 11,08 euros por kilo de entonces a los 19,83 euros actuales.

A diferencia de la última gran crisis del cardamomo de 2010, esta no está motivada por el precio del petróleo (la India tiene una tendencia muy fuerte a trasladar cualquier subida del crudo a la alimentación), sino que se debe a una guerra comercial clara entre los países árabes y Guatemala. Eso ha hecho que el mercado de futuros está disparado con crecimientos de hasta el 80% para los próximos meses.

Los analistas ya avisan del riesgo de que los precios provoquen un aumento de la producción india durante este año que se traslade en problemas de abastecimiento de pimienta y otras especias en las que el país es una potencia exportadora. La India ha vuelto a aceptar cardamomo de Bután para frenar el fenómeno. Es decir, lo que todo el mundo teme es la reacción en cadena.

La "crisis del cardamomo" afecta especialmente a 40.000 productores de Guatemala, pero presumiblemente debilitará aún más la economía local y, como en el caso del café, contribuirá a impulsar la presión migratoria sobre la frontera sur de Estados Unidos. Pero, por si eso fuera poco, señala de forma prístina la fragilidad de las cadenas de suministros a lo largo y ancho de todo el mundo.

Un gran plan para los alimentos

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En 2050, bajo unas condiciones climáticas bastante adversas, la humanidad tendrá que alimentar a 10 mil millones de bocas. Eso son tres décadas. Y por eso hace unas semanas, un grupo de 16 investigadores de reconocido prestigio pidieron a los gobiernos para que se sentaran a negociar un acuerdo internacional sobre alimentación. Chase Pudy lo explicaba muy bien en Quartz, pedía un nuevo "Acuerdo de París", pero esta vez sobre comida.

Sin embargo, la dieta que proponían los investigadores era profundamente decepcionante. No porque la idea de comer más verdura y menos carne roja y lácteos sea mala (de hecho, hay mucha evidencia detrás); ni porque obviaran las consecuencias socioeconómicas de ello (más bien al contrario, pedían toda una reconversión financiera e industrial que transformara las enormes inversiones en maíz y soja destinadas a alimentación animal en inversiones en productos vegetales más productivos de consumo humano).

Era decepcionante porque olvidaba dos elementos fundamentales de la alimentación actual: la tecnología y la falta de cooperación internacional. En el lado de la tecnología de los alimentos, decenas de investigadores, empresas y universidades están creando carne en el laboratorio, mejorando las moléculas de azúcar para hacerlas más "sanas" o desarrollando levaduras capaces de producir las mismas proteínas que ahora consumimos gracias a los lácteos.

Sin la tecnología y el comercio internacional no se puede entender la alimentación actual

Esto es importante porque nada hace pensar que en las próximas tres décadas el crecimiento tecnológico vaya a cesar y promover una reconversión industrial que no apueste de forma decidida por la innovación parece muy difícil de entender.

El otro asunto que no acaba de abordar el plan es precisamente el corazón de los acuerdos climáticos: la necesidad de impulsar los enormes cambios legislativos que están detrás de un cambio de esta envergadura. Como decían en Wired hace unas semanas, “las dietas están codificadas culturalmente’ y no basta con pedir cambios, hay que saber intervenir para conseguirlos.

El problema es que solo hace falta echar un vistazo a la profunda complejidad de los mercados mundiales de alimentación para darse cuenta de que se necesita una colaboración brutal. Cuando una decisión como el traslado de una embajada puede darle la vuelta al mercado de mundial de especias, está claro que abordar el cambio dietético de ocho mil millones de personas va a necesitar mucho más que pequeños cambios individuales.

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