Tenemos una nueva respuesta a la paradoja de Fermi. No es una que nos deje en buen lugar

Telescopio Arecibo
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La paradoja de Fermi nos plantea una de las preguntas más famosas en el ámbito de la exploración del espacio: ¿Si es que hay vida fuera de nuestro planeta, cómo es posible que no se haya manifestado aún?

Nuestra galaxia cuenta con miles de millones de estrellas. Puesto que no tenemos motivos para pensar que nuestro sistema solar tenga nada de especial, es lógico concluir que deben de existir numerosísimos planetas con condiciones más o menos semejantes al nuestro.

Por tanto, si en nuestro planeta cuenta con vida y, lo que es más, vida inteligente, es posible (o incluso probable) que esta vida se haya podido desarrollar en otros planetas no muy lejanos al nuestro. En términos astronómicos, claro.

El hecho de que aún no hayamos tenido noticias de la existencia de vida inteligente (o vida en un sentido más amplio) fuera de nuestro planeta intriga a muchos. Incluyendo al propio Enrico Fermi, quien dio nombre a esta famosa paradoja.

Hay muchas teorías que intentan explicar esta aparente discrepancia. Una de las últimas, la postulada por el astrofísico Amri Wandel en un artículo en la revista The Astrophysical Journal. La hipótesis que postula Wandel se basa en la idea de que, si los planetas que cuentan con vida fuera de nuestro sistema solar son comunes, una civilización extraterrestre con ganas de explorar y conocer otras formas de vida se limitaría a buscar el contacto solo con planetas donde hubieran comprobado la existencia de vida inteligente.

Cuestión de tiempo.

La otra clave se encuentra en la limitación natural que supone la velocidad a la que viaja la luz. La principal prueba que los alienígenas podrían tomar como referencia de encontrarse con una civilización inteligente.

El ser humano comenzó a “emitir” estas ondas a finales del siglo XIX, lo que implica que éstas solo podrían haber alcanzado a los sistemas de estrellas situadas en una “pequeña” burbuja de algo más de 250 años luz de diámetro. Un volumen ínfimo si lo comparamos con la Vía Láctea y su disco de 100.000 años luz de diámetro.

Además, aunque asumamos la existencia de vida en esta burbuja de nuestro entorno, cualquier respuesta tardaría lo mismo en llegar hasta nuestro planeta. Si limitáramos nuestra burbuja a los lugares donde nuestras señales hubiera podido ser recogidas a tiempo de enviarnos una respuesta el cerco se estrecha aún más.

Wendel estima en base a esto que es “primer contacto” tardaría entre 400 y 50.000 años en llegar. Este es el tiempo en el que nuestras primeras señales tardarían en cubrir una parte significativa de nuestra galaxia de modo que les diera tiempo de llegar a otro planeta y que sus habitantes tengan tiempo de contestarnos.

Hay una tercera cuestión que puede relacionarse con el planteamiento de Wendel, y es la posibilidad de que esta hipotética civilización extraterrestre pudiera detectar nuestra señal y descartarla por considerar que no nos encontramos en un estado suficientemente avanzado. En ese caso los alienígenas podrían estar esperando a que nuestras señales transmitieran mensajes más propios de criaturas inteligentes.

Desde que la paradoja de Fermi ganara popularidad multitud de respuestas han sido planteadas para explicarla. La posibilidad de que simplemente carezcamos de interés para los alienígenas es una de ellas. Esta idea es semejante a la que otro viejo conocido de la búsqueda de vida extraterrestre, Avi Loeb, proponía para quitar hierro a la idea de una invasión alienígena.

Entre las otras múltiples respuestas a esta pregunta el tiempo es clave para varias. Bien porque podríamos ser una de las primeras civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia o bien porque podríamos ser una de las pocas supervivientes de nuestro tiempo. También existen quienes consideran que los alienígenas pudieron haber reparado en nuestro planeta antes de que los humanos pudiéramos comprender y registrar la visita.

Cualquiera que sea el caso la búsqueda sigue en marcha. Puede incluso que seamos capaces de detectar vida antes de que ella nos detecte a nosotros.

Imagen | Mario Roberto Durán Ortiz, CC BY-SA 4.0

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