La legalidad, sindicatos y monitorización extrema en el entorno del trabajo

La legalidad, sindicatos y monitorización extrema en el entorno del trabajo

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La legalidad, sindicatos y monitorización extrema en el entorno del trabajo

Amazon recibió numerosas críticas a comienzos de año cuando se informó de que había patentado tecnología para crear pulseras inteligentes para sus empleados. Mientras los más críticos vieron en este sistema una capacidad de control laboral casi distópica, la empresa se defendió diciendo que sería solo una forma de prescindir de los escáneres y mejorar la productividad.

Las empresas han recurrido a la tecnología para controlar las horas que trabajan sus empleados desde que en el siglo XIX, durante la época de la industrialización, se inventara el reloj de fichar. Hoy, el sistema ha evolucionado hasta el punto de que el capataz puede controlar la entrada y salida de los trabajadores mediante una ‘app’ de reconocimiento facial instalada en una ‘tablet’. La tecnología ha hecho que la vigilancia del trabajador sea más eficiente, pero también más siniestra.

“[Estos sistemas de fichaje] no tienen nada de ilegal, de hecho dan más garantía ante abusos de la empresa y acreditan los motivos de las decisiones sancionadoras”, asegura a Xataka el abogado Vicente Parra, que ha trabajado con empresas del sector agrícola que emplean estas ‘apps’ para evitar que los empleados tengan que fichar con las manos sucias u ocupadas.

El uso de GPS para controlar trabajadores es lícito "siempre y cuando no vulnere la intimidad de forma grave"

Tampoco existe problema en utilizar los datos de localización del empleado. No solo no está prohibido según el Reglamento General de Protección de Datos, sino que el Estatuto de Trabajadores permite que el empresario adopte “las medidas que estime más oportunas de vigilancia y control para verificar el cumplimiento por el trabajador de sus obligaciones y deberes laborales”.

En ese sentido, el letrado asegura que el uso de GPS “es habitual” para controlar a los trabajadores “y es lícito siempre y cuando no capte imágenes o vulnere la intimidad de forma grave y suponga un medio proporcionado de control”. Un ejemplo de este seguimiento se encuentra en los carritos de la limpieza que se utilizan en ciudades y aeropuertos, los cuales cuentan con sistemas de geolocalización para optimizar las rutas y comprobar que se cumplen.

Amazon Espa A Por Dentro San Fernando De Henares
Álvaro Ibáñez

Pero, ¿cómo saber cuándo estos sistemas dejan de ser "proporcionados"? “Las herramientas de control y medida exhaustiva sobrepasan cualquier legalidad actual”, asegura el representante de Comisiones Obreras del centro logístico de Amazon en San Fernando de Henares (Madrid), Douglas Harper. En su opinión, esto no impide que la situación pueda cambiar en un futuro: “La tecnología avanza más rápido que la legislación. Más adelante no sabemos si se va a modificar para facilitar esa vigilancia o no”.

Harper considera que la clave es saber el objetivo del uso de estas tecnologías, como ya sucede con las cámaras de videovigilancia: “Una cosa es que la empresa las instale para la seguridad de los trabajadores e instalaciones y otra que lo hagan para vigilar la parte productiva”. Este año, cuando cinco cajeras de un supermercado fueron despedidas por ser grabadas robando con una cámara oculta, la Justicia europea les dio la razón por violar su intimidad.

"Si el fin es el control no tiene sentido", insiste Harper. Un ejemplo positivo es el de muchas fábricas de automóviles, que usan sensores "para ver qué movimientos llevan a cabo los trabajadores desde el punto de vista de la seguridad y la salud”.

El consentimiento previo también es imprescindible: “La empresa tiene que declarar cual es el objetivo y el sentido del uso de esa herramienta, y lo tiene que pactar con la representación de los trabajadores”, dice Harper. El problema en su opinión, es que estos sistemas ya están implantados en forma de móviles de empresa y escáneres, que ya incluyen sensores, GPS y conexión a internet. "La pulsera es solo una opción más barata", añade.

Mercantilización e hiperconectividad

“Las únicas [pulseras] que hacemos aquí son las de nuestras joyerías”, declaró el ministro de Desarrollo Económico de Italia, Carlos Calenda, en referencia a la idea de Amazon. Este wearable quizá nunca sea nada más que una patente, pero las empresas ni siquiera deben desarrollar tecnología nueva con estos fines.

"No existe la desconexión, es un sistema perverso en el que hay que estar siempre disponible para ganar lo suficiente"

En 2015, BP dio 24.500 pulseras Fitbit a sus empleados. Para 2018, lo consultora Gartner calcula que unos dos millones de trabajadores estarán obligados a llevar estos dispositivos de seguimiento de actividad física. La idea es, en el caso de la petrolera, ofrecer beneficios en el plan de salud a los empleados que caminen un millón de pasos al año.

La decisión no estuvo exenta de críticas. Los trabajadores, como explica este artículo de Financial Times, tampoco están encantados con la idea de compartir sus datos de salud con sus empresas. Información que incluye pasos, distancia recorrida e incluso horas de sueño.

El coordinador de turespuestasindical.es de UGT, Rubén Ranz, que la situación es peor entre aquellos que trabajan por horas, como en el caso de los repartidores de comida a domicilio. "Es un problema en la gestión de los datos de los trabajadores, que deben permitir utilizar el GPS del móvil en todo momento".

Aplicaciones como Deliveroo, JustEat y UberEats permiten a la empresa saber en todo momento dónde está el repartidor gracias a la app. "No existe la desconexión”, asegura sobre lo que considera un sistema “perverso” en el que hay que estar siempre disponible para ganar lo suficiente.

“Todos los [trabajadores] que conozco superan las 40 horas semanales y cuando se cogen un día libre les mandan bonos que ofrecen un plus salarial si se hace cierto número de pedidos en un tiempo determinado”, explica. Además, el empleado “debe estar todo el rato conectado si quiere mantener la excelencia en el sistema de reputación”. Todo ello se traduce en una hiperconectividad que “genera competitividad y estrés”.

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