La película más demencial del momento es 'Renfield': Nicolas Cage es Drácula en una odisea gore brutal y paródica

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Con Cage nunca se sabe: es tan prolífico e imprevisible que literalmente cualquiera de sus películas puede ser cualquier cosa. Y no todas son fáciles de prever. Por ejemplo, de entre sus últimas películas, 'Willy's Wonderland' prometía juerga y despendole y no es más que un mediano catálogo de memes. 'El insoportable peso de un talento descomunal' apuntaba a odisea meta, y se quedó en simpática comedia para connoisseurs. Y por el contrario, 'Pig' acabó siendo uno de los dramas violentos del año, y 'Color Out of Space', una de las mejores adaptaciones de Lovecraft de todos los tiempos.

El saldo, en cualquier caso, suele ser positivo. No siempre nos encontramos con obras maestras del calibre de 'Mandy', pero siempre hay un momento Cage, un toque de extravagancia, un punto de autoconsciencia que salva hasta sus películas más casposas. Y con ese espíritu nos acercamos a 'Renfield': con que tuviera algo de la magia de sus interpretaciones más desnortadas, ya nos iba bien. Y nos encontramos con mucho más.

El concepto 'Nicolas Cage interpreta a Drácula' ya puede poner a favor de la película a cualquier fan, pero lo cierto es que 'Renfield' va mucho más allá. Para empezar está planteada como una secuela oficial de la mítica 'Drácula' de Tod Browning. Es decir, este vampiro es el mismo que interpretaba Bela Lugosi en 1931, y Cage se emplea a fondo para que se note: imita gestos y frases, y la película abunda en guiños a la película muy simpáticos y que hacen soñar con el momento en el que Universal retome el legado de sus monstruos clásicos.

Pero 'Renfield' no se queda en una mera secuela paródica del clásico, y tiende un peculiar puente con el ritmo y la estética de las películas de acción y horror que abundaron a principios de este siglo. Producciones como 'Abierto hasta el amanecer' son homenajeadas con muy buen tino, y hay secuencias, como la de la masacre en un bar de Nueva Orleans, que podrían haber salido directamente de la película de Robert Rodríguez.

Una relación tóxica

'Renfield' no presenta una encarnación actual de Drácula, pero no desde el punto de vista del vampiro o de los humanos, sino del siempre secundario personaje del título: el sirviente del vampiro que se alimenta de insectos. En la novela de Bram Stoker, Renfield no era más que un chiflado que delira en el manicomio después de su encuentro a distancia con el vampiro, pero aquí tiene un papel más activo y le procura víctimas a su amo. Hasta que, tras siglos de servidumbre, decide librarse de sus cadenas y de esa funesta relación de dependencia.

'Renfield' se inscribe en la jugosísima tradición de los renfields cinematográficos, que han sido interpretados por actores tan insignes (y fuera de sus casillas) como Tom Waits, Klaus Kinski, Dwight Frye o Peter McNicol. El propio Nicolas Cage, de hecho, dio vida a un Renfield apócrifo y desfasadísimo en la divertida y desconcertante 'Besos de vampiro'. Pero le da una visión moderna que conecta con parodias más recientes de Drácula como la serie de 'Lo que hacemos en las sombras', que a veces 'Renfield' copia con cierto descaro.

Para ello juega con el anacronismo que supone entremezclar conceptos procedentes de la literatura decimonónica, como el monstruoso vampiro y su sirviente familiar, con el análisis de su desequilibrada relación desde una visión psicológica moderna, a través de una terapia de grupo. El resultado es agudo y propone un reflejo deformado de los tropos del horror gótico, y demuestra que sus responsables (el guionista Ryan Ridley, habitual de Community y Rick y Morty, así como el director, que viene de Robot Chicken y Batman: La LEGO Película) tienen callo en el género.

Y por encima de todo, las fabulosas secuencias de acción que llevan a 'Renfield' más por la vía del splapstick a lo Sam Raimi o a lo Peter Jackson (los Jackson y Raimi buenos, se entiende) que de la parodia estilo sitcom. Surtidores inagotables de sangre, buenos efectos prácticos, coreografías de desmembramientos delirantes... todo ello da pie a una películaa la que quizás le falta un punto de perversidad y riesgo para ser redonda, pero que sin duda es una de las apuestas por la diversión pura más francas y coherentes de la cartelera. 

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