'Guerra Mundial Z': libro, película y videojuego frente a frente

'Guerra Mundial Z': libro, película y videojuego frente a frente

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'Guerra Mundial Z': libro, película y videojuego frente a frente

Vayan ustedes a saber por qué, desde bien pequeño he sentido una gran fascinación por el subgénero zombi. Una pasión por esas lastimeras, impasibles y aterradoras criaturas devoradoras de carne humana que comenzó tras desvirgarme con la 'Zombi' de 1978, que hizo peligrar mis amistades preadolescentes tras alquilar 'La noche de los muertos vivientes' para una noche de películas de terror —tal vez debería haberme buscado otros colegas—, y que me hace recordar el día en que pude estrechar la mano y compartir unas cuantas palabras del maestro George A. Romero como uno de los mejores de mi existencia.

Con esta carta de presentación, es más que comprensible que celebrase con entusiasmo el lanzamiento de 'Guerra Mundial Z'; el fantástico best seller escrito por Max Brooks y publicado en el año 2006 tras cosechar un gran éxito con su igualmente estupenda 'Zombi: guía de supervivencia'. Una suerte de novela epistolar-periodística-no muerta que aún ocupa un lugar privilegiado en la estantería principal de mi biblioteca.

En estos tiempos que corren, un hit de público y ventas como 'Guerra Mundial Z' no podía tardar en recibir ofertas millonarias por sus derechos de explotación y terminar dando el salto a otros formatos, siendo el primero el cinematográfico en el filme homónimo, protagonizado por Brad Pitt y dirigido por Marc Forster en el año 2013 y, más recientemente, un videojuego comercializado bajo el título 'World War Z', que ha logrado vender la friolera de dos millones de copias en apenas un mes.

Ahora que la franquicia transmedia ha coqueteado con tres lenguajes tan diferentes como el literario, el cinematográfico y el jugable, y tras haber repasado el libro, el largometraje, y haber dedicado un buen puñado de horas a masacrar hordas de zombis online, os traigo esta comparativa en la que enfrentamos todas las versiones de 'Guerra Mundial Z' y evaluamos si las adaptaciones hacen justicia al manuscrito original de Max Brooks.

La novela: una inteligente sátira no-muerta

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Como si del fruto de una extraña noche de pasión entre 'The Good War: An Oral History of World War Two' de Studs Terkel y un largometraje de Romero se tratase, 'Guerra Mundial Z' recoge un compendio de testimonios y entrevistas a algunos supervivientes a La Crisis, Los Años Oscuros, La Plaga Andante o, como le gusta llamara al agente de las Naciones Unidas que hace las veces de hilo conductor, Guerra Zombi —porque llamarla Primera Guerra Z "implica una inevitable Segunda Guerra Z"—.

Bajo esta interesante y atípica premisa, Max Brooks conduce al lector a lo largo y ancho del planeta para descubrir los entresijos, desde el descubrimiento del paciente cero hasta los últimos coletazos de la contienda, de la batalla por la supervivencia que enfrentó a vivos y muertos. Un periplo narrado en primera persona por múltiples protagonistas en el que hay cabida tanto para los relatos más íntimos y personales como para los pasajes más espectaculares.

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Max Brooks, autor de 'Guerra Mundial Z'

De este modo, las cerca de 500 páginas que componen el tomo nos dejan pequeñas historias como la del doctor chino que descubre al primer muerto viviente en una remota aldea sin nombre conocida como Nueva Dachang o grandes épicas como la descomunal Batalla de Yonkers, el catastrófico primer enfrentamiento entre el ejército estadounidense y los zombis en el que el bando humano demostró su ineptitud ante un enemigo implacable contra el que la guerra psicológica no surtía efecto alguno.

Pero el recorrido por los cinco continentes que propone el autor, lejos de limitarse a ofrecer un relato de terror corriente y moliente, encierra entre oleadas de criaturas putrefactas, supervivientes al límite y un pánico que tan sólo una pandemia como la descrita podría desatar, una inteligencia inusitada que lo convirtió en un clásico instantáneo. Un juego con el estado de alerta global y las dinámicas sociopolíticas heredadas del 11-S con el que se elabora una sátira tan mordaz como acertada.

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La Batalla de Yonkers. Ilustración de Petersen1973.

Con un tono autoconsciente, juguetón y, en ocasiones, impregnado de un humor negruzco, Brooks lanza una mirada al mundo que conocemos hoy día, para retorcerlo al imaginar las consecuencias que una Guerra Zombi tendría sobre él, y cómo la geopolítica, la corrupción institucional, los deslices gubernamentales o conflictos específicos como el israelí-palestino afectarían al transcurso de la misma.

El resultado de este atípico y brillante cóctel es una ácida novela en la que entretenimiento, forma y fondo reinan en un equilibrio que justifica su éxito. Es una verdadera lástima en Skydance y Plan B decidiesen tirar todo esto por la borda y llevar a la gran pantalla una versión lobotomizada y puesta hasta arriba de esteroides de la epopeya de Max Brooks, en la que lo único que deslumbra es la melena de Brad Pitt.

La película: cualquier parecido con el original es pura coincidencia

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Plan B, la productora de Brad Pitt, libró en el año 2006 una lucha encarnizada con Appian Way, propiedad de Leonardo DiCaprio, por los derechos para adaptar al cine 'Guerra Mundial Z'. Finalmente, la balanza se inclinó hacia el lado de Pitt, previo pago de un millón de dólares, en una operación comercial que supondría la primera y última participación de Max Brooks en el proyecto.

La 'Guerra Mundial Z' de Marc Forster es el gigantesco desastre que sólo podría haber nacido de una producción gobernada por el caos, las malas decisiones y los parches de última hora. Para hacernos una idea de esto, sólo tenemos que centrar nuestra mirada sobre un proceso de escritura en el que se sucedieron cuatro guionistas, siendo el primero de ellos un J. Michael Straczynski que vio truncada su intención de respetar el material original, frustrándose con la intención del director de convertirlo en una suerte de, según Straczynski, "Rambo contra los zombis".

A partir de aquí, el proceso de escritura continuó cuesta abajo y sin frenos, ya no sólo porque la entrada de Joe Carnahan en el proyecto borrase toda similitud con el manuscrito de Brooks, sino porque la última reescritura se produjo una vez finalizado el rodaje. Entonces, se contrató a Damon Lindelof y a Drew Goddard para que diesen forma a un nuevo tercer acto que cerrase la película al gusto de los productores.

Este sindiós terminó reflejado en las dos horas de metraje que llegaron a nuestras salas de cine, y en las que inteligencia, sátira y análisis sociopolítico en clave no-muerta quedaron reducidas a un puñado de aparatosas set-pieces dominadas por carreras, tiroteos, situaciones absurdas y hordas de zombis —o infectados, porque estos, a diferencia de los originales, corren que se las pelan— creados con un CGI ya obsoleto que se apilan unos sobre otros como si fuesen castellers con ganas de carne humana.

Si dejando a un lado cualquier odiosa comparación con la impecable novela de Max Brooks, la cinta de Forster ya se muestra deficiente y padece ese abominable mal que es la comedia involuntaria —las carcajadas colectivas en el cine a cuenta de la muerte del virólogo, o del zombi que castañetea los dientes, fueron inevitables—, es al ponerlas frente a frente cuando la debacle es aún más perceptible.

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Puede que la investigación de Gerry Lane través del globo se ajuste, a menor escala, a lo expuesto en el libro; pero esto, y el hecho de que el protagonista también sea un empleado de las Naciones Unidas, son las únicas similitudes que comparten. En la 'Guerra Mundial Z' cinematográfica no queda ni rastro del cariz episódico, de los múltiples puntos de vista, de cualquier voluntad crítica y, sobre todo, de un tono que se abre paso a una solemnidad, por momentos, bochornosa.

La película de zombis más taquillera de la historia —más de 500 millones de dólares recaudados a nivel mundial tienen la culpa— es, a su vez, el reflejo de la peor cara del blockbuster de acción con una producción plana, formularia y tan descerebrada como sus monstruosos protagonistas. Aunque lo que jamás perdonaré es que nos privasen de ver en la gran pantalla la Batalla de Hope, en la que el ejército venció a los Zetas utilizando 'The Trooper' de Iron Maiden como recurso para atraer a sus enemigos y elevar la moral de las tropas.

El videojuego: sacando oro de la descerebrada acción del largometraje

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La tercera y última adaptación de 'Guerra Mundial Z', esta vez en formato de videojuego, bebe mayoritariamente del largometraje de 2013 al devolvernos las interminables hordas de muertos vivientes velocistas en un shooter multijugador en tercera persona, pero no abandona por completo la novela de Max Brooks al contar con un anecdótico plantel de protagonistas de múltiples nacionalidades y al estructurarse en cuatro campañas alrededor del planeta.

Sacrificando casi por completo cualquier intención narrativa, tan efímera como intrascendente, 'World War Z' nos pone en la piel de un variopinto surtido de supervivientes obligados a abrirse paso a través de Nueva York, Jerusalén, Moscú y Tokio en una experiencia que extrae oro de la desquiciada acción sin tregua y la simplicidad de la película de Marc Forster, idóneas para un título de este corte.

Abrazando sin descaro la fórmula que Valve aplicó a sus dos fantásticas entregas de 'Left 4 Dead', la gente de Saber Interactive invita a cooperar a cuatro jugadores a través de once mapas —tres por campaña, a excepción de la última, de tan sólo dos— más lineales de lo deseable, en los que cumplir objetivos en absoluto elaborados y masacrar enemigos de varios tipos: desde zombis corrientes y molientes, hasta moles gigantescas, todos ellos vistos en el máximo referente del juego.

Ante esta falta de historia y originalidad, 'World War Z' responde con unas espectaculares batallas contra turbas de cientos de muertos vivientes que actúan como riadas de carne putrefacta a las que repeler tras aprovechar las limitadas opciones que se ofrecen para diseñar una estrategia defensiva con diferentes trampas y armamento especial para la ocasión.

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Además de esto, las diferentes clases disponibles y un sistema de habilidades que permite desbloquear mejoras, acciones y armas a través de puntos de experiencia que se adjudican una vez terminadas las misiones, invitan a rejugar una y otra vez las campañas en sus distintos niveles de dificultad, a ser posible con amigos para potenciar considerablemente la diversión y perfilar las estrategias con mayor precisión.

Dentro de su simplicidad, el éxito de Saber sabe destacar dentro de un género que lleva sin recibir un digno representante desde el año 2009, cuando se lanzó el divertidísimo 'Left 4 Dead 2'. Probablemente la propuesta de 'World War Z' no sea la más indicada para abordar una adaptación de la novela —daría lo que fuese por una aventura gráfica a la antigua usanza—, pero como revulsivo jugable, deja a su homóloga cinematográfica en pañales.

El veredicto

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Después de repasar los tres 'Guerra Mundial Z', la única conclusión lógica a la que se podría llegar es que son propuestas tan distintas entre sí que, aunque compartan el mismo nombre, no merecen ser comparadas. Pero si hemos llegado hasta aquí es para mojarnos, y si tengo que escoger, como habréis intuido, debo decantar mi balanza personal hacia el lado de la novela de Max Brooks.

El texto del natural de Arizona posee todas las virtudes e ingredientes de los que carece su versión fílmica, y que lo convierten en una aproximación única al subgénero zombi, tan lúcida como entretenida. Un magnético relato a años luz en términos de calidad del divertido aunque algo simplón videojuego de Saber —que ocupa un meritorio segundo puesto— y, por supuesto, de una película cuyo último visionado ha supuesto una tortura aún mayor que la que debieron experimentar sus primeros guionistas.

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