"Pero cómo va a ser eso arte". "Jajaja, pero qué tomadura de pelo es esta". "Eso lo podría haber hecho mi sobrino de cinco años perfectamente, ¿a que sí, cariño?".
Pero no lo hizo él, ¿a qué no? No, claro que no, y por eso precisamente, por más que el arte conceptual te parezca el resultado de la mente imaginativa de un tierno infante, es algo más que una simple broma o que el intento estafador de un artiszuelo de tres al cuarto. Hoy hemos vuelto a tener la enésima chanza colectiva a costa del arte posmoderno en forma de un chaval que se dejó sus gafas en el suelo de un museo y que el público, más tarde, confundió con un elemento en exposición. Bum, ha explotado en viralidad.
Puede parecer muy gracioso, una ironía muy afinada del estado del arte moderno, pero en realidad también puede ser arte. Es más, cosas así, objetos mundanos y corrientes que se exponen como creaciones fantásticas, llevan siendo obras de arte desde principios del siglo XX. Y son maravillosas. Y hay ejemplos a raudales.
Las tres sillas de Kosuth

El dibujo borrado de Kooning

El globo hinchado de Manzoni

El Water Yam de Brecht

Las sillas de Ai Weiwei

Las latas de Warhol

John Baldessari lo explica con un lápiz

O con una imagen más sencilla y directa

Los murales de Sol LeWitt también cuentan

Bastante, de hecho

Porque lo importante es el concepto

Y jugar con el lenguaje, con las ideas

El inodoro de Duchamp, claro

Ah, y hasta Chiquito
