Reino Unido ha encontrado en su salida de la Unión Europea un nudo gordiano, un dilema cuyos dirigentes políticos son incapaces de resolver. Al igual que en España o en Italia, la solución temporal consiste en adelantar las elecciones una y otra vez. Es al menos el plan de Boris Johnson a corto plazo, tras la negativa de la Cámara de los Comunes a legalizar su Brexit sin acuerdo. De concretarse, el Partido Laborista afrontaría unos comicios cruciales en los que podría ganar terreno ante un Partido Conservador abierto en canal por las batallas intestinas. ¿Y qué plan tendría para el país? Uno muy radical.
Cuatro días. Es la medida estrella presentada hoy por la línea oficial del partido en la Conferencia Laborista de 2019, una destinada a redefinir la agenda política de la izquierda británica de cara a las próximas elecciones. La ha planteado John McDonnell, ministro de Hacienda en la sombra, y consistiría en algo muy simple: los británicos no trabajarían más de 32 horas a la semana, cuatro días. La medida no se aplicaría de forma inmediata, sino que se introduciría de forma paulatina y progresiva entre los distintos sectores de la economía del país.
En diez años, Reino Unido disfrutaría de fines de semana de tres días.
¿Tiene sentido? Como vimos en su día, Reino Unido es el país donde más tracción ha ganado la semana laboral de cuatro días. La debatió con ahínco el Partido Nacionalista Escocés hace un año, al tiempo que ganaba popularidad entre la élite laborista. Sus defensores argumentan que la productividad no se vería resentida (trabajaríamos de forma más intensa, con menos horas perdidas) y el conjunto de la economía se beneficiaría de empleados-consumidores más felices, con más tiempo libre y más motivados. Hay estudios que les dan la razón y que se la quitan.
La medida encaja bien dentro del horizonte de sucesos cercano de la economía global, más mecanizada y digitalizada, y con las ideas de Renta Básica Universal o de jornadas diarias muy reducidas, al estilo de la obtenida por IG Metall para los obreros del sur de Alemania.
Escuelas. Ni que decir tiene que la propuesta es muy radical, y con visos de gran popularidad. No es la única ofrecida por la Conferencia Laborista. Otra muy comentada a esta hora por los medios de comunicación anglosajones: abolir la escuela privada. La firma Momentum, una plataforma a la izquierda del establishment del partido, y plantea acabar con los exclusivísimos y muy elitistas colegios privados donde se forjan las clases dirigentes, políticas y económicas, del país. Eton es el mejor ejemplo, pero también se extendería a las universidades.
De Oxbridge (Oxford y Cambridge) ha salido el 84% de los diputados del parlamento entre 1979 y 2017. Ambas son dos de las mejores universidades del mundo, pero también dos de las más cerradas y desiguales del planeta. Su abolición consistiría en su nacionalización y expropiación, "resdistribuyendo" su patrimonio a cargo del estado.
Otras ideas. Hay más. Los laboristas también han prometido "cuidados personales" gratuitos para los mayores de 65 año, una medida que podría suponer 6.000 millones de libras anuales a las arcas públicas. Reino Unido tiene una de las mayores epidemias de soledad de los países occidentales, y hoy el estado sólo cubre las necesidades de los ancianos con rentas menores a las 23.000 libras. También se ha debatido un Green New Deal, la abolición de los centros de detención para los inmigrantes que lleguen al país de forma irregular, la adquisición municipal de casas vacías y su posterior puesta en el mercado de alquiler, y la transferencia obligada del 1% de las acciones de las grandes empresas a sus trabajadores.
¿Por qué es importante? Por dos motivos. Primero, porque apuntala el giro hacia el radicalismo y hacia las posiciones más izquierdistas iniciada por Jeremy Corbyn a su llegada al liderazgo del partido. Pocos partidos socialdemócratas (o al menos antaño definidos como tal) siguen el camino marcado por Corbyn, anclados en posturas más liberales y conservadoras. Segundo, porque el Laborismo acudiría a las elecciones con el programa más radical desde la carta de suicidio más larga de la historia. En aquella ocasión el Laborismo obrerista cavó su propia tumba. Corbyn, de momento, ha cosechado resultados dispares.
¿Y el Brexit? El problema, claro, es el de siempre: el Laborismo sigue sin tener una postura clara en torno al Gran Melón, el Ineludible Follón, el Caos Inminente. El Brexit. Corbyn no es ningún admirador de la Unión Europea y jamás ha dejado claro si votaría "sí" o "no" a un hipotético segundo referéndum de permanencia, única opción que el Partido Laborista defiende a día de hoy frente al acuerdo sin salida kamikaze planteado por Johnson. Si el Laborismo puede defender ideas así es porque sabe que las próximas elecciones (y las próximas, y las próximas a las próximas) no se jugarán en el terreno económico-social.
Se jugarán en torno al Brexit. Donde siguen sin tener un discurso definido.
Imagen: Kirsty Wigglesworth/AP