Llevamos 15 años estudiando la actividad cerebral de forma errónea. Y hay cientos de estudios equivocados

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Así resumía Ahmad Hariri, doctor en psicología y neurociencia en la Universidad de Duke, las consecuencias que va a tener su último análisis: “¡Estos [resultados] van a tener un impacto sobre mi trabajo superior que en el de ninguna otra persona! Todo esto es por mi culpa. Me voy a tirar por la ventana. Toda una sub rama científica podría extinguirse si no abordamos esta gravísima limitación”.

Está hablando de un tipo de estudios cuyos supuestos hallazgos, que permitían en ocasiones generar titulares de lo más llamativos, han sido durante años difundidos al público general desde diversos medios de comunicación (es muy posible que nosotros también hayamos caído en ello).

Los estudios de resonancia magnética funcional (o fRMN), en cuarentena

Magnetic Activity In The Brain

A esa rama se refería el experto. Durante décadas cientos de estudios se apoyaban en esta herramienta y sus análisis para, supuestamente, predecir los patrones de pensamientos y los sentimientos de los individuos. El funcionamiento era el siguiente: se le pedía a los sujetos que realizasen distintas tareas mentales, que podían ir desde imaginar, recordar un evento o reaccionar ante las imágenes que los investigadores les ponían delante. Después, los analistas procesaban lo que esos escáneres revelaban, que es la detención de las regiones cerebrales involucradas en la tarea en función del flujo sanguíneo que llegaba a ellas.

¿Cuál ha sido el fallo entonces? Que los neurocientíficos habían hecho un salto lógico pensando que, por el hecho de que haya más sangre en determinadas áreas que en otras, eso significaba que eran esas áreas donde las neuronas estaban más activas, cuando podían intervenir más factores. Que aunque todas esas resonancias son buenas a la hora de determinar cuáles son las áreas que se activan “en promedio” en la población, son inútiles a la hora de revelar cómo reaccionan los diferentes cerebros de los individuos.

Para desvelarlo, Hariri y su equipo hizo un metaanálisis de toda la literatura científica al respecto para medir la confiabilidad de sus resultados. La mayoría de pruebas lo que hacían era realizar una primera prueba (por ejemplo, como decíamos medir la reacción de un sujeto ante una foto) mediante el escaneo del cerebro y después cruzar sus respuestas con los resultados de una segunda lectura días o meses después.

La conclusión es que, de los casi 100 estudios analizados con más de 1.000 pruebas de resonancia magnética funcional en total, en 56 de ellos el retesteo no produjo lecturas en absoluto acordes a la segunda prueba. Es decir, que no se activaban las mismas áreas ante la misma tarea en la mayoría de pacientes. La “correlación entre un escaneo y otro no es mediocre, es pobre”.

Esto es algo que le ha venido fatal al equipo de Duke: ellos mismos estaban llevando a cabo un estudio con fRMN sobre 1.300 estudiantes para discernir por qué algunos sujetos superan el estrés post traumático mientras que otros no. Ahora sabe que la fiabilidad de sus resultados será nula.

¿Qué repercusiones puede tener que esta herramienta esté rota?

En la lista que ves en el tuit que va a continuación se apunta a los temas de algunos de estos estudios ahora en cuestión. Por ahí se lee “reactividad al alcohol”, “incentivos monetarios” o “procesamiento emocional según géneros”. Seguramente alguno de estos estudios haya acabado generando, como decíamos, artículos sensacionalistas que han ayudado a generar prejuicios sobre diferentes grupos que ahora sabemos que son infundados o, como mínimo, no sustentado en estas pruebas.

También algunos investigadores han hecho estudios que decían identificar qué personas tenían más riesgos de desarrollar trastornos mentales como la ansiedad o la depresión, lo que ha influido en que los médicos hayan determinado qué tipo de pacientes podían responder mejor, por ejemplo, a los antidepresivos.

Hay otras aplicaciones en cuestión tal vez más preocupantes que las que hemos descrito. Sólo en Estados Unidos y entre 2005 y 2015 se han utilizado los resultados de resonancias magnéticas funcionales en al menos 2.800 procesos judiciales para determinar el grado de consciencia de un acusado a la hora de cometer un supuesto crimen. Si, según los escáneres, sus acciones provenían de una intencionalidad o de una negligencia, lo que puede hacer variar enormemente el grado de condena y que, según estamos viendo, puede haber fallado mucho ya que, aunque estos escáneres son buenos a la hora de evaluar “en promedio” qué áreas se activan, no valen para los casos individuales.

Hay millones de dólares en investigación invertidos en este campo. Organizaciones financiadas o dirigidas por académicos, jueces y fuerzas del orden que han producido decenas de artículos, libros y artículos basados en esta asunción y cuyos resultados son difundidos en seminarios educativos en distintos países.

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