Incapaz de ponerse de acuerdo sobre el Brexit, el gobierno británico está saltando por los aires

Incapaz de ponerse de acuerdo sobre el Brexit, el gobierno británico está saltando por los aires
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El eterno vodevil en el que se ha convertido la salida del Reino Unido de la Unión Europea ha llegado a un nuevo clímax narrativo. Dos fulgurantes dimisiones han puesto en duda la posición de Theresa May al frente del Partido Conservador británico a un año escaso de que se cierre el plazo para negociar un tratado de salida: la de David Davis, negociador jefe de Downing Street en Bruselas; y la de Boris Johnson, destartalado, esperpéntico y muy carismático Ministro de Exteriores.

¿Qué ha pasado? Las dimisiones de Davis y Johnson nacen del "Plan Chequers" firmado por el gabinete británico el pasado viernes. Aquel documento establecía las nuevas líneas negociadoras de Theresa May en Bruselas, y en la práctica planteaba condiciones más suaves para la salida del Reino Unido de la UE. Una suerte de tercera vía que incluía un tratado aduanero conjunto y la asunción de ciertas cláusulas del mercado único europeo (como en pesca o agricultura).

¿Por qué dimiten? Porque parte del gobierno y del Partido Conservador juzgan insuficiente la estrategia de May. Creen que representa una claudicación frente a los burócratas de Bruselas y que traiciona el espíritu del Brexit, al suavizarlo. Johnson ha definido el plan como un "semi-Brexit" que otorga a Reino Unido un "estatus de colonia". Según él, "el sueño está muriendo, ahogado por una incertidumbre propia innecesaria". Le acompaña en el sentimiento Davis.

¿Es importante? Sí. Aunque es incierto hasta qué punto la posición de May corre peligro, pone de manifiesto las tensiones internas del Partido Conservador, siempre divergente en su interpretación del Brexit. Johnson se adscribe ahora al ala dura de la formación (encabezada por Jacob Rees-Mogg, un tipo que considera una "oportunidad" no firmar tratado de salida alguno), contrapuesta a la facción posibilista, dispuesta a sacrificar parte de la sacrosanta soberanía por mejores condiciones.

Si futuros tories anunciaran su dimisión May quizá se enfrentara a una moción. Su mayoría en los Comunes es exigua: depende de 10 diputados de la DUP. El volumen de parlamentarios pertenecientes al ala dura del Brexit es mayor. May tiene la oportunidad ahora de afianzar su poder como única alternativa al frente del proceso (las dimisiones le han dejado un gobierno leal y favorable a su Brexit "suave"). Pero también afronta un riesgo, con una abierta revuelta interna.

¿Qué dice el plan? Siendo concretos, lo firmado en Chequers no se parece demasiado a un Brexit duro. May propone a la UE mantener ciertos espacios del mercado único (productos agrícolas, por ejemplo) y dejar fuera otros (servicios, libre circulación de personas). Esto implicaría adherirse a determinadas regulaciones comunitarias, y asumir que los tribunales europeos tendrían la última palabra a la hora de resolver las disputas. Para los hard brexiteers esto último es inasumible.

Al tiempo, May quiere un acuerdo "aduanero" que permita a Reino Unido controlar sus tarifas a los productos de importación al tiempo que facilitando el acceso de las manufacturas británicas en el mercado comunitario. Es un juego de contorsionismo que, como en tantos otros casos, busca un "Brexit" sin las consecuencias reales de romper los lazos con la Unión Europea. Del todo.

¿Qué pasa de fondo? Que May lleva meses ante el "momento Tsipras": es consciente de que las reclamaciones "duras" por parte de los brexiteers perjudicarían a corto y largo plazo al interés nacional, por lo que debe traicionar algunos de sus principios y negociar una salida insatisfactoria pero viable para Reino Unido. Como es natural, esto redunda en la ira de los elementos más disruptivos y radicales del Partido Conservador, abonando el terreno para la ruptura interna.

¿Y qué dice Europa? Para May el juego es muy arriesgado porque nada le asegura que su "Plan Chequers" sea aceptado en Bruselas. Francia, parte del gobierno alemán y la Comisión Europea han sido muy claros en sus condiciones de negociación, y Reino Unido aún quedaría lejos de ellas. El plan, en esencia, propone un "mercado único a la carta" y divisible (personas y servicios no; productos sí) que los halcones comunitarios juzgan, a su vez, inasumible.

Pero May necesita escenificar movimiento y conciliación, si bien eso le puede costar incendios en casa. Lo necesita porque sólo queda un año para que finalice el periodo de negociación entre ambos países y las posiciones son aún lejanas. No hay acuerdo real sobre aduanas, sobre cómo pagar lo adeudado, sobre Irlanda del Norte o sobre el estatus de los acuerdos comerciales bilaterales. Si llegamos a marzo de 2019 tal y como hoy, no habrá plan. Y May habrá fracasado.

Imagen: Eugene Hoshiko/AP

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