Grecia ha llenado de cemento el entorno de la Acrópolis. Según el gobierno, por una buena causa

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Nada hay más célebre en Grecia que las ruinas, ya sean arqueológicas o económicas. Las primeras siempre han gozado de gran atención por parte de las autoridades. Cuna de la civilización occidental, el país está repleto de vestigios históricos que merecen una protección y consideración especial. La Acrópolis es el más señero. Sucede que debe adaptarse al sino de los tiempos. Una adaptación que este año... Pasa por cementarla. Literalmente.

La polémica. Resulta que el Ministerio de Cultura y Deporte ha acometido una reforma en en las rutas que rodean y dan acceso al monumento. Como se explica aquí, el objetivo era sencillo: mejorar la accesibilidad de la Acrópolis de tal modo que estuviera al alcance de las personas con discapacidad, los ancianos y el resto de griegos con problemas de salud. Objetivo loable. El problema es el método: un pavimentado agresivo de los caminos y del entorno del edificio.

La reacción. Fue inmediata tanto en las redes sociales griegas, plagadas de memes a mitad de camino entre la indignación y el humor macabro, como en las internacionales. Pese al impacto de las imágenes (caminos de cemento en un entorno de ruinas milenarias) no es la primera vez que las autoridades acometen una intervención semejante. Los actuales caminos, ya pavimentados, datan de los años 60. Cincuenta años después el gobierno ha tomado una decisión idéntica. Y muy criticada.

El problema. Resulta significativo que las principales críticas al proyecto hayan llegado de colectivos para personas discapacitadas. Tanto la Sociedad Griega de Discapacitados (AEMA) como la Federación Nacional de Discapacitados Físicos (EOKA) han mostrado su recelo por las obras. Ni hacía falta "ahogar" la Acrópolis en cemento; ni las nuevas rutas están adaptadas a algunos colectivos, como los ciegos; ni se tuvieron en cuenta otras alternativas con otros materiales menos "feos" e "inapropiados".

Arqueólogos. Las obras también han despertado el recelo de algunos arqueólogos, aunque aquí las opiniones son menos unánimes. El gobierno ha contado con el asesoramiento, entre otros, de Manolis Korres, uno de los mayores conocedores de la Acrópolis. Según Korres, la intervención era necesaria para prevenir la erosión resultante de millones de visitantes al año: "El diseño y la ejecución cumplen con los principios internacionales ya incorporados a la legislación de muchos países, incluido el nuestro".

Korres se remonta a las restauraciones originales de Giannis Travlos, otro prestigioso arqueólogo, en las que, tras analizar el estado de la Acrópolis, se resolvió que la mejor intervención pasaba por el cemento. Era el mejor modo de proteger las ruinas y de evitar desprendimientos y otros peligros para los visitantes. En sus palabras:

Para ancianos como yo, estos trabajos, pese a su corrección científica y utilidad social, también implican pérdidas, principalmente de carácter emocional. En este caso algo de la antigua y romántica imagen que siempre preservaré en mi memoria, con sentimientos encontrados, se perderán para siempre. Pero lo que se requiere en cada intervención es un equilibrio entre ganancia y pérdida, cuyo rechazo sería ingrato cuando los beneficios son mucho más grandes.
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Conciliación. El gigantesco revuelo generado llevó al gobierno a publicar un extenso vídeo en el que se mostraba el estado de las obras. Son ciertamente menos dramáticas que las imágenes originales y que la idea de "cementar un vestigio arqueológico único en el mundo" pudieran dar a entender. El ministerio también se apresuró a recordar que la intervención contaba con el sello de aprobación del Consejo Arqueológico Central (KAS) y que la restauración permitiría atraer a más visitantes.

Largo problema. Crimen cultural o mal necesario, lo cierto es que las obras de la Acrópolis deben a Grecia al día en un problema que arrastra desde hace décadas: el de la accesibilidad. Como se cuenta aquí, ni los monumentos ni numerosos edificios públicos ni las políticas públicas para atender y cuidar de las personas discapacitadas estaban especialmente adaptados. Se trata de una cuestión que ha sido tratada por la prensa local e internacional de forma habitual.

El cemento aspira a solucionarlo parcialmente en la Acrópolis. Pese al impacto visual tan agresivo que representa.

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