Dear basketball: la carta de amor al baloncesto ganadora de un Oscar que Kobe Bryant le regaló al mundo

Muere Kobe Bryant
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La de ayer ha sido una de las muertes más trágicas de la historia reciente del deporte a nivel mundial. Cuatro años después de su retiro profesional Kobe Bryant, el astro de los Lakers, nos ha dejado en un accidente de helicóptero. Como ha podido observarse desde que se conociera la noticia, miles, millones de personas se sintieron personalmente movidas por su trabajo a lo largo de dos décadas. Pero, además de saber trasmitir su amor por el baloncesto cada día en la cancha, Bryant también supo llevarlo a nuestras pantallas en un testimonio audiovisual que ahora parece más significativo de lo que lo fue en su estreno.

En 2016 Bryant jugó el último de sus partidos, marcando 60 puntos contra los Utah Jazzun, despidiéndose por todo lo alto. Acompañó su salida con un poema sencillo pero emotivo titulado Dear Basketball, que se publicaría en The Players' Tribune. Su buena acogida hizo que el jugador quisiera llevarlo a otro formato, el corto de animación. Contrató a Glen Keane (el mismo creador de Aladdin o La Bella y la Bestia) para las imágenes y a John Williams (Star Wars, Indiana Jones) para su banda sonora.

En Dear Basketball se nos cuentan los orígenes de La Mamba Negra. Antes de conseguir récords olímpicos y hasta cinco anillos de la NBA, Bryant era otro apasionado cualquiera por el deporte, enrollando los calcetines de su padre para encestarlos imaginando que algún día las masas le alabarían por su talento. Sus cuatro minutos de duración, un recorrido por su evolución profesional y espiritual, convencieron al jurado de los Oscars, convirtiéndole en portador de un nuevo récord: ser el primer baloncestista en ganar una estatuilla (la de animación) en la historia de estos premios.

A continuación, la transcripción íntegra de este documento de puro amor hacia el deporte.

Querido baloncesto
Desde que empecé a enrollar los calcetines de mi padre, haciendo que mi imaginación volase con tiros ganadores en el Great Western Forum, supe que algo era real, que me había enamorado de ti.
Un amor tan profundo que te lo entregué todo, desde mi mente y mi cuerpo hasta el alma y el espíritu.
Como un niño de seis años profundamente enamorado de ti nunca vi el final de un túnel, sólo me veía a mí mismo saliendo de uno.
Así que corrí, corrí arriba y abajo, por todas las esquinas, iba detrás de cada balón perdido. Me pediste mi empuje y te di mi corazón. Y aquello se convirtió en mucho más.
Jugué con sudor y dolor no porque me gusten los desafíos, sino porque tú me habías llamado. Hice todo por ti porque eso es lo que haces cuando alguien te hace sentir tan vivo como tú me hacías sentir.
Concediste a un pequeño niño de seis años su sueño Laker, y siempre te amaré por ello. Pero no puedo amarte de manera tan obsesiva por mucho más tiempo. No puedo darte nada más que esta última temporada. Mi corazón puede atajar los golpes, mi mente puede lidiar con la rutina, pero mi cuerpo sabe que ha llegado el momento de decir adiós.
Y no pasa nada. Estoy listo para dejarte ir. Quiero que lo sepas para que ambos podamos saborear cada momento que dejamos juntos. Los buenos y los malos. Nos hemos dado todo lo que tenemos mutuamente.
Y los dos sabemos que no importa lo que haga después, siempre seré ese niño con los calcetines y los cubos de basura en la esquina: “05 segundos en el reloj, balón en mis manos 5… 4… 3… 2… 1”
Siempre te amaré,
Kobe.
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