Cuando tus amigos no te consideran amigo suyo: sólo la mitad de los que crees tus amigos creen lo mismo de ti

Cuando tus amigos no te consideran amigo suyo: sólo la mitad de los que crees tus amigos creen lo mismo de ti
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¿Tus amigos son realmente tus amigos? Puede que tú los consideres así, que sus reacciones ante la vida o vuestra relación de algún modo te haya llevado a pensar que esa persona es una parte importante de tu vida, que es tu amigo, con todo lo que ello conlleva. ¿Pero y si en realidad el concepto que esa persona tiene de la amistad es completamente distinto? Peor aún, ¿y si esa persona ni siquiera te considera su amigo?

Amistades no correspondidas

Con esa última pregunta se cierra un reciente estudio destinado a analizar cómo la influencia social entre redes de amigos puede llevar a generar persuasiones o aprendizajes. Más allá de las interacciones sociales descubiertas, lo que capta la atención de los investigadores es la falta de reciprocidad de los sujetos de estudio al considerarse amigos entre ellos.

84 personas con edades comprendidas entre los 23 y los 38 años asisten a una clase de gestión empresarial en la que se aprovecha para hacerles una pregunta. Deben puntuar del uno al cinco la amistad que mantienen con el resto de personas, siendo la puntuación más baja el equivalente a “no conozco a esta persona” y la más alta “es uno de mis mejores amigos

Marcas lo que opinas de ellos y hasta qué punto crees que ellos piensan lo mismo de ti. En ese último caso hay un 94% de sujetos que creen ver una reciprocidad en esa relación, le ponen un cuatro porque creen que ellos también les van a poner un cuatro, pero en realidad los sentimientos sólo fueron mutuos en un 53% de los casos.

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El varapalo de salir esas respuestas a la luz en una conversación entre tus amigos, probablemente sería tremendo. Al fin y al cabo nadie quiere que le digan a la cara que se ha equivocado al juzgar a sus amigos, o que resulta ser menos importante de lo que cree para la gente de su entorno, pero en realidad el problema podría ser más complicado que un error de percepción. Tal vez el problema es que hemos devaluado el concepto de amistad hasta el punto de no saber muy bien qué significa esa palabra pese a que podría acabar alargándonos la vida.

¿Qué es un amigo?

La cuestión parece más de significado que de falta de juicio, algo que en nuestra cultura se limita a un cruce de apenas dos caminos: tienes amigos y tienes conocidos, y tú tienes muy claro dónde entrarían cada una de las personas que hay en tu vida.

En Japón tienen un término llamado kenzoku, y vendría a ser como el nivel más alto de amistad, el de una amistad kármica en la que la conexión es tan grande que pese al paso de las décadas sabes que esa persona siempre estará ahí. Para nosotros vendría a ser ese “eres como un hermano”, que tan bien queda en los discursos de las bodas.

Lo que está claro es que la amistad se ha convertido en un concepto demasiado amplio como para ceñirnos a una definición muy concisa. Robin Dunbar pretendía a principios de los 90 acabar con ese problema al crear distintos grupos de relaciones amistosas. Según el antropólogo de la Universidad de Oxford, nuestro cerebro no nos permite acceder a más de 250 conexiones. Digamos que, de media, podemos mantener una media de 150 relaciones amistosas en nuestro día a día.

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Aunque la teoría sobre el tamaño del cerebro y su relación a las capacidades sociales de cada especie se desmonta tan pronto empezamos a hablar de insectos con distintas jerarquías como en el caso de las avispas, Dunbar acierta al categorizar un acercamiento a los tipos de amigos que podemos mantener.

La capa más importante, la del concepto del kenzoku, se limitaría a una o dos personas, probablemente un mejor amigo y una pareja, mientras que la siguiente tendría unas cuatro personas con las que mantienes una interacción diaria, y el resto serían amigos casuales con los que quedas de vez en cuando y no requieren una atención específica.

Los amigos en tiempos de Facebook

Puede que en la cabeza de alguno ya haya saltado la alarma del recuento de amigos en Facebook, personalmente creo tener unos 80 y dudo que incluyese a la mitad en una lista de personas cuyo bienestar me importa especialmente, pero de ser cierto lo que comenta Dunbar sobre el número de relaciones que podemos llegar a gestionar, el contacto diario en Facebook facilitaría la superación de ese tope de 250 conexiones que parecemos poseer.

Para revisar su teoría en una época en la que las redes sociales parecen haber cambiado el concepto de amistad, un reciente estudio de Dunbar analiza las amistades de 3.375 usuarios de Facebook de edades comprendidas entre los 18 y los 65 años.

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Casi todos mantienen una media de 150 amigos en la popular red social, pero a la hora de hablar de su posible categorización real, las cifras vuelven a dar la razón a Dunbar. De entre todos ellos se presenta una media de 4,1 amigos que entrarían en el grupo de “dependientes”, mientras que una media de 13,6 habrían expresado empatía en momentos complicados.

La cuestión es que pese a tener al alcance de un click a toda una colección de conocidos que podrían acabar llamándose amigos gracias a una interacción diaria y una conectividad emocional, Dunbar asegura que "los encuentros cara a cara son primordiales para mantener una amistad" y que las redes sociales sólo sirven para "reducir la velocidad a la que las amistades acaban decayendo con el tiempo".

Querer (tal vez) es poder

La reacción ante esa abrumadora cantidad de amigos, que salen hasta de debajo de las piedras y que probablemente no responderían con el mismo entusiasmo que tú a preguntas como las que utilizábamos para abrir este texto, es completamente normal e incluso lógica, pero luego llegan a tus manos trabajos como el de Tanja Hollander y es inevitable pensar que querer es poder y que, muy probablemente, no estemos haciendo las cosas todo lo bien que deberíamos.

Tras un momento clave en su vida en la que la soledad de pasar la noche de fin de año en solitario choca de frente con un listado de 600 amigos en Facebook, Hollander se propone dar vida a un proyecto en el que visitará a cada uno de esos supuestos amigos para preguntarles “eres realmente mi amigo” y hacerles una foto en su casa.

La experiencia, relatada en esta charla de TED, es una de esas narraciones capaces de cambiar tu perspectiva, de conseguir un click en tu cerebro que te invite a visualizar tus amistades desde otra óptica. Una de las cosas que Tanja Hollander reconoce haber aprendido es a decir sí a todo, tal y como ella relata, ya sea a "un café con un nuevo amigo o una comida con uno viejo".

Afirma que en nuestra continua búsqueda de excusas, así como la forma en la que parecemos querer mantener viva una amistad en base a comentarios en Facebook o mensajes de WhatsApp, probablemente se evite en más de una ocasión que escuchemos una historia alucinante por parte de un amigo, o que el hecho de quedarnos en casa en vez de seguir cultivando esas amistades pueda suponer un antes y un después en nuestro futuro.

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