En Bruselas, los comercios creen que la mayoría de sus clientes va en coche. En realidad es el 19%

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Cualquier proyecto de peatonalización lleva aparejado un sinfín de polémicas. Siempre raudos acuden los comerciantes a reclamar la paralización del proyecto. Impedir el acceso del vehículo privado, argumentan muchos de ellos, detraería a sus tiendas de la clientela necesaria para sobrevivir. El paroxismo de este proceso lo representa Florencio Delgado, el hombre que lleva alimentando piezas en los periódicos madrileños más de un lustro.

¿Pero llevan razón?

Cifras. Es lo que ha intentado averiguar un grupo de investigadores de la Universidad Libre de Bruselas. Para averiguarlo entrevistaron a unos 300 consumidores y a 88 comerciantes de dos zonas del centro de la capital objeto de proyectos de peatonalización, Toison d'Or y Sablon. Interrogados sobre ellos, la mayoría se mostraron preocupados: el 57% de los comerciantes de Toison d'Or y el 85% de los de Sablon consideraron que tales reformas supondrán una amenaza para su negocio.

Las obras tendrían un papel. Pero también la disrupción en la movilidad.

Transporte. Se trata de una inquietud comprensible. El 65% de los tenderos de Toison d'Or, al fin y al cabo, creen que la abrumadora mayoría de su clientela llega a sus puertas en coche, un porcentaje extrapolable al de Sablon. La realidad es distinta. Sólo un 19% de los clientes cuestionados por los investigadores admitieron acercarse al barrio en coche. La mayoría lo hacía andando, en transporte público o en bicicleta. La peatonalización no les afectaría, aunque los comerciantes crean lo contrario.

Deformado. Según el estudio, los comerciantes tienen "una imagen globalmente deformada de la realidad de los desplazamientos de su clientela". Entre el 93,3% y el 84,3% de los compradores se mantendrían fieles tanto a las tiendas de una zona como de la otra aunque medie una peatonalización. Todo ello sin contar las nuevas y potenciales incorporaciones fruto de la reforma. "Los peatones y los ciclistas constituyen una clientela más regular", explican.

Experiencia. Es algo que muchos barrios descubren sólo a posteriori. Diversos estudios han ponderado el impacto económico de las peatonalizaciones. La mayoría esbozan un escenario positivo: las reformas revalorizan los inmuebles y las propiedades de la zona; y consiguen que el número de trayectos dentro del barrio aumenten, disparando la rentabilidad de los negocios. El comprador-conductor gasta más en cada viaje, pero el peatón pasea y compra muchas más veces.

Al final del mes, se ha dejado más dinero en los comercios. En Brooklyn, Estados Unidos, uno de los países con la cultura de la conducción más firme, la peatonalización de un barrio (en comparación a otros no peatonalizados) contribuyó a disparar las ventas de sus tiendas hasta un 172%. Cifras similares ofrecen las experiencias de Colonia (20%), Copenhague (25%), Viena (20%) o Hamburgo (70%).

Local. En España, un ejemplo con amplio seguimiento: Málaga. La peatonalización del entorno de la Calle Larios promovió un cambio (PDF) en los usos del centro histórico. Si en 2002 el porcentaje de desplazamientos motivados por ocio o consumo representaba el 30%, cinco años más tarde el porcentaje había aumentado al 55%. Similares conclusiones se pueden extraer de Sevilla. Las peatonalizaciones cambian tendencias, y a menudo favorecen, más que perjudican, al comercio.

Gran parte del temor, según la experiencia de Bruselas, surge de un sesgo de conservación: lo conocido siempre parece menos arriesgado. También de la competencia (justificada): zonas más atractivas atraen a multinacionales y a empresas más poderosas, capaces de expulsar al tendero local. Muchos temores son fundados, pero la realidad no apunta al coche como vector de compras. Más bien al peatón.

Imagen: Mariejirousek

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