Adrián Fernández Carrasco, ingeniero de obras públicas y responsable de Movilidad en Greenpeace España, lanzó una idea el pasado 27 de septiembre: si tanto queremos luchar contra el cambio climático, seguro que todos podemos hacer algo por combatir los derroches absolutamente innecesarios. Fernández repasó todos los vuelos diarios de Barajas y encontró que 154 de ellos pueden ser sustituidos sin una gran pérdida de tiempo para el usuario usando la red ferroviaria de España.
Por ejemplo, puedes hacer en el mismo día un vuelo de Madrid a Alicante con una diferencia de una hora y doce minutos extra en el caso del tren… y eso sin contar el tiempo que perdemos en las facturaciones y los embarques y la dilatada distancia entre los aeropuertos y el centro de la ciudad. Hay cinco vuelos diarios que hacen ese trayecto frente a las diez alternativas de horario que te ofrece el AVE. Los precios disponibles ahora mismo en las webs para viajar con una planificación de dos semanas son muy similares. Los AVEs dan cabida a entre 400 y 700 pasajeros por trayecto mientras que un avión regular de Iberia son entre 140 y 180.
Las aberraciones climáticas de las que no nos damos cuenta: una noticia viral de hace un par de años celebraba el ingenio de dos amigas británicas de pueblos distintos. Como los trayectos en tren entre Birmingham y Newcastle, de 4.000 kilómetros, les salían por unos 113 euros, decidieron quedar en Málaga por 87 euros de coste por el vuelo cada una. La diferencia es que su plan maestro le costó al planeta 224 kilos de CO2, mientras que sus viajes en tren hubiesen supuesto tan sólo 9 kilos.
El coste externalizado de volar: como vienen denunciando muchos defensores del medio ambiente, las aerolíneas no están contribuyendo de forma justa respecto a su nivel de contaminación, y al no sufragar ese gasto, lo pagamos después a nivel climático entre todos. A diferencia del transporte por carretera, el combustible aéreo no paga impuestos especiales, y los certificados de emisión son excesivamente baratos, según los últimos informes de la Comisión Europea. De ahí que Europa esté trabajando ya a nivel político por doblar el precio de esos certificados de emisión.
De la vergüenza de volar al orgullo de quedarse en tierra: Suzanne Kröger, parlamentaria holandersa por los verdes del país, también ha solicitado que, en ese gesto por reeducar en el uso del tren, se prohíban los vuelos cortos, especialmente el Ámsterdam-Bruselas, un vuelo de 45 minutos que se hace sobre raíles por menos de dos horas. En Francia, el diputado de izquierda François Ruffin plantea lo mismo con el trayecto París-Marsella, dos de las ciudades más pobladas del país y cuyo recorrido en avión es de una hora y 20 minutos frente a la hora cincuenta de la alta velocidad.
Privatización por la eficiencia: como denuncian muchos sobre la propuesta de Fernández Carrasco, el tren no es aún la solución de movilidad para todos los españoles. Comparado con Europa, España es un país particularmente opuesto al tren, con carencias de infraestructuras muy serias que hacen que, por ejemplo, el transporte de mercancías se haga con más frecuencia por camiones en carreteras que por trenes, cuando esta segunda opción sería energéticamente más eficiente.
La Comisión Europea también ha llamado a una mayor liberalización del sector, lo que, en teoría, empujará a la racionalización en la construcción y el mantenimiento de las infraestructuras, que a su vez empujará a un mayor uso del tren por parte de los viajeros.