El que probablemente sea el experimento más extraño de Isaac Newton requería dos cosas: una aguja y un ojo

El físico británico quiso indagar sobre la naturaleza de la luz. Y dejó constancia de ello en sus cuadernos

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Quizás el haber sido el primero en describir de manera científica la gravedad sea el logro que ha valido mayor reconocimiento a Isaac Newton. Lo cierto es que el británico trabajó en distintas ramas de la física y ciencias relacionadas (incluso más allá de lo científico). Su experimento más singular fue, quizás, en el campo de la óptica.

Un experimento no apto para personas sensibles. Y por personas sensibles, a lo que nos referimos es a esa gente a la que le daría repelús eso de introducirse objetos punzantes en las cuencas oculares.

Porque ese es el experimento que diseñó (y posiblemente llevara a cabo) el físico británico. Corría la década de 1660 e Inglaterra se encontraba en cuarentena por la peste, la “gran peste de Londres” como se la denominaría. Newton probablemente anotara este experimento en su cuaderno en esta época.

Newton fue uno de los primeros científicos en aplicar metodologías empíricas, por lo que diseñó un experimento que pretendía esclarecer la naturaleza de la luz, un asunto que enfrentaba al británico con otros pensadores contemporáneos.

Según relata en sus anotaciones, el experimento consistía en introducir una aguja bodkin en su cuenca ocular, en el espacio entre el globo y el hueso. El escrito relata cómo al aplicar presión Newton podía ver cómo aparecían en su círculo de visión algunos círculos, “blancos, oscuros y de colores”. Los círculos permanecían a la vista mientras Newton movía la aguja pero se desvanecían cuando la mantenía estática, continúa explicando.

Las anotaciones en el manuscrito iban acompañadas de un diagrama en el que se puede apreciar el globo ocular y un palo que ejerce de aguja sujeto por la mano experimentadora.

Sin embargo uno no puede evitar preguntarse: ¿realmente metió Isaac Newton una aguja en su cuenca ocular? Y la respuesta no está del todo clara, ya que la principal fuente es el propio Newton. Y Newton fue un gran científico, pero también un buen aficionado a eso de hacer ficción.

Quizás el mejor ejemplo de esto sea la anécdota de la manzana. La historia más famosa protagonizada por el británico es vista hoy por hoy por los historiadores de la ciencia como un pequeño cuento con el objeto de ilustrar y embellecer este hallazgo notable en sí mismo.

Esta afición por el drama tuvo su peculiar homenaje en 2013, cuando el dramaturgo Lucas Hnath convirtió el experimento en una obra de teatro titulada ‘El ojo de Isaac’ (Isaac’s Eye). En esta ficción, uno de los rivales de Newton, Robert Hooke, acusa al científico de adornar sus experimentos. A lo que Newton responde contándole la (falsa) historia de la aguja y el ojo, mentira que acabará convirtiéndose en realidad más adelante en la obra.

Decir que Newton era un científico poco ortodoxo sería un anacronismo: fue uno de los primeros científicos, por lo que no había ortodoxia que valiera en aquel entonces. Sin embargo son varias las características que hoy en día nos chocan del físico si las vemos desde el prisma del presente.

Una de ellas, sería, desde luego la de experimentar consigo mismo. Pero no menos llamativa sería su afición por la alquimia. Una afición que podría haberle costado la vida, según algunos biógrafos, como consecuencia de la manipulación del mercurio, un metal pesado altamente tóxico y utilizado en esta disciplina pseudocientífica.

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Imagen | Godfrey Kneller / Isaac Newton

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