La NASA no se comunicará con Voyager 2 durante 11 meses: confían que su tecnología de hace 43 años no falle en este tiempo

La NASA no se comunicará con Voyager 2 durante 11 meses: confían que su tecnología de hace 43 años no falle en este tiempo
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Una estación de la NASA en Canberra, Australia, es la única que puede comunicarse con la Voyager 2 ahora que ha salido del Sistema Solar. A 18 mil millones de kilómetros de nosotros, comunicarse con la sonda es toda una epopeya que requiere de envío de comandos que tardan más 17 horas en llegar y otras 17 horas en volver. Pero pronto no será posible ni eso, durante 11 meses no tendremos forma alguna de contactar con Voyager 2, y la NASA confía en que la sonda no requiera de ninguna ayuda durante este tiempo porque significaría poder perderla para siempre.

Para comunicarnos con sondas y otros dispositivos enviados a gran distancia en el Universo utilizamos la infraestructura Deep Space Network (DSN), esta "red del espacio profundo" son una serie de antenas capaces de enviar señales a larga distancia. Hay un total de tres estaciones ubicadas en Goldstone (EE.UU.), Canberra (Australia) y Madrid (España). Se utilizan no sólo por parte de la Voyager 2 ni tampoco sólo por parte de la NASA, otras agencias como la ESA o las de Japón e India también hacen uso de ellas para sus misiones.

Voyager 2
Representación de la sonda Voyager 2.

Cada una de las estaciones DSN está compuesta por tres antenas de 34 metros de diámetro y una gigantesca antena de 70 metros de diámetro. De hecho la NASA tiene habilitada una página en directo que muestra la dirección de cada una de las antenas, con qué sondas se están comunicando en cada momento y más datos curiosos.

DSN
Esquema de las áreas que cubre cada una de las estaciones alrededor del mundo. Debido a su ubicación estas tres estaciones permiten enviar y recibir señales del espacio profundo en los 360 grados.

Muchas misiones para tan pocas estaciones

El problema reside esencialmente en eso, la poca cantidad de estaciones capaces de comunicarse en el espacio profundo, ahora que tenemos más y más sondas viajando tan lejos. La DSN es uno de los mayores activos de la investigación espacial y sus estaciones operan desde hace 57 años. Como es comprensible, también requieren de mantenimiento y reparación.

La estación DSN de Canberra es la única en poder comunicarse con la Voyager 2 por su posición, y necesita una reparación. ¿11 meses para ello? No del todo, además de la reparación la NASA ha planeado dedicarla a comunicarse con una serie de misiones que se van a enviar a Marte en los próximos mes. Un total de cuatro misiones que llegarán al planeta rojo el año que viene, y al menos tres de ellas requieren del DSN de Australia para sincronizarlas.

DSN Canberra
Vista aérea de la estación DSN de Canberra donde se aprecian las tres antenas de 35m de diámetro y la de 70m de diámetro.

Actualmente podemos ver en la página de la NASA cómo la antena de 70 metros de diámetro de Australia comunica con Voyager 2. Es la única en poder hacerlo por su distancia y posición. Pero también es la que debe ser mejorada para las misiones a Marte. Actualmente es el momento de "menos actividad" para la antena, previo a que comience a operar con las misiones a Marte.

¿El problema? Voyager ha aguantado en el espacio más de cuatro décadas y su tecnología aún le permite viajar y comunicarse con nosotros para enviarnos datos del espacio exterior, pero está en las últimas. Hace unas semanas precisamente estuvimos a punto de perderla aunque se llegó a recuperar gracias a comandos y reparaciones enviadas desde la Tierra.

Una vez comience la reparación de la antena de Canberra seguiremos recibiendo señales de Voyager 2 gracias a que se combinarán las otras tres antenas más pequeñas. Pero no habrá forma alguna de contestarle, si pasa algo los investigadores tendrán que ver a la nave sufrir con las manos atadas sin poder hacer nada al respecto. Esencialmente la NASA confía en que durante 11 meses la sonda funcione a la perfección y no requiera de ayuda, porque de ser así, la podríamos perder para siempre.

Vía | NYT

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