Australia perdió una cápsula radioactiva de Cesio-137 en una ruta de 1.400 kilómetros. Esta es la historia de su búsqueda

Australia
6 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail

Que durante los viajes suelen perderse cosas es casi una verdad de resignación obligada para cualquiera que cargue con una maleta. No es lo mismo sin embargo perderle la pista a un calcetín, un guante descabalado o un par de pendientes que lo que acaba de ocurrir en Australia. Allí la empresa minera Rio Tinto perdió ni más ni menos que una cápsula radiactiva de Cesio-137 (Cs-137), un cilindro tan diminuto que abulta menos que una moneda, pero con un potencial tal que ha obligado a las autoridades australianas a volcarse para localizarla.

La historia parece sacada de una peli de aventuras de sábado tarde.

Una —allá va un pequeño espóiler— con final feliz.

La historia en cuestión arranca el 25 de enero. A los responsables de la multinacional Rio Tinto —uno de los gigantes globales de la industria minera— le tocó llamar a la puerta de las autoridades para dar una de esas noticias que encoge el estómago: había perdido una de sus cápsulas radiactivas, un diminuto cilindro de acero inoxidable que mide apenas 8x6 milímetros (mm), pero con el suficiente contenido de Cesio-137 como para representar un quebradero de cabeza.

Dentro de las minas las cápsulas de Cesio-137 son de ayuda porque suelen incorporarse en medidores de radiación que ayudan a calibrar la densidad de ciertos materiales. Eso en los yacimientos y con los cuidados debidos, claro. Si la pieza se había caído en mitad de una carretera y alguien tenía la mala suerte de dar con ella —detalla la BBC— podría suponer un riesgo, exponiéndole a daños en la piel, quemaduras e incluso enfermedades relacionadas con la radiación.

Una aguja (radiactiva) en un pajar

Rio Tinto ha prometido que abrirá una investigación sobre lo ocurrido, pero en teoría la cápsula se habría desprendido de un indicador de radiación mientras lo transportaban a bordo de un camión desde la mina Gudai-Darri —en la región de Pilbara— a un almacén localizado en los suburbios del noroeste de Perth. Las vibraciones del viaje habrían hecho que los pernos se aflojaran y la cápsula se colara a través de una rendija hasta caerse del camión.

Su diminuto tamaño, menor que un guisante, ayudaba.

Lo peor no era sin embargo la forma de la cápsula, su potencial o cómo se había perdido. Lo peor era dónde había ocurrido.

Entre el punto en el que la empresa subcontratada por Rio Tinto recogió el medidor de densidad, el 12 de enero, y su destino final dista una ruta de ni más ni menos que 1.400 kilómetros. Más de la distancia que hay entre Madrid y Bruselas en línea recta. Dada esa tremenda extensión, la misión —admitían las autoridades— se parecía bastante a “buscar una aguja en un pajar”. O lo que es lo mismo: a localizar un guisante radiactivo en una ruta que atraviesa media Europa.

El desafío era de calibre, así que las autoridades australianas optaron por poner toda la carne sobre el asador: movilizaron a los bomberos, especialistas, la agencia de gestión de emergencias, equipos expertos en protección radiológica… Todo, por supuesto, con ayuda de material especial. Para cuando se anunció de forma pública la amenaza, el 26 de enero, se había iniciado la búsqueda en Perth y el entorno de de la mina.  Reuters precisa que, para la operación, Australia desplegó a un centenar de operarios de al menos cinco agencias gubernamentales.

A los ciudadanos se les advirtió del riesgo que podía suponer la cápsula y les recomendaba que, en caso de encontrarla, mantuvieran las distancias.

“Emite rayos beta y gamma, por lo que si lo tiene cerca de usted podría terminar con daños en la piel, incluidas quemaduras”, previno el director de salud del estado de Australia Occidental, Andy Robertson, en declaraciones recogidas por la cadena BBC. El problema al fin y al cabo no era solo que estuviera en algún punto remoto de aquella ruta de 1.400 kilómetros, sino que la pieza acabase incrustada en el neumático de otro vehículo y emprendiera un recorrido impredecible.

Al ver que la búsqueda no daba resultados las autoridades fueron más allá de los contadores Geiger y echaron mano de aparatos que permitían rastrear la cápsula desde coches que avanzaban a 50 km/h. La misión avanzó con ingredientes que no desentonarían en un thriller, como búsquedas concentradas en lugares próximos a la ruta GPS trazada por el camión e incluso una falsa alarma lanzada por alguien que informó de una actividad inusual detectada por su contador Geier.

Una carrera a contrarreloj hasta que, al fin, localizar su ansiada “aguja de pajar”.

La cápsula se encontró el miércoles por la mañana en el arcén de una carretera desértica al sur de Newman, no demasiado lejos de la mina de la que había salido. La pieza estaba a dos metros  escasos de la carretera y si bien las autoridades  han optado por no concretar el punto exacto en el que se halló, medios locales apuntan que habría aparecido a unos 74 kilómetros al sur de Newman. Eso equivaldría a una distancia de alrededor de 200 kilómetros desde la mina.

"Todo se disparó y los aparatos se volvieron locos. Pisaron los frenos y salieron volando del vehículo con entusiasmo", explicó Darryl Ray, del Departamento de Bomberos y Servicios de Emergencia, sobre el instante justo en el que los operarios comprobaron que su equipo de radiación CORIS360 parecía haber localizado al fin la cápsula mientras circulaban con su coche por la Great Northern Highway.

Para el Servicios de Emergencia es “el mejor resultado posible”.

Un final feliz para una historia de tensión radiactiva.

Imagen de portada: Rio Tinto

Comentarios cerrados
Inicio