Las sustancias alucinógenas y otras drogas para potenciar las capacidades cognitivas de las personas llevan usándose desde los albores de la humanidad. Estudios científicos ya demostraban que nuestros ancestros de hace 3.000 años ya se drogaban en Menorca mucho antes de que Ibiza fuera el paraíso hippie del LSD, y de que los turistas inventaran el ‘balconing’ en Mallorca.
En la actualidad, las terapias psicotrópicas encuentran su caldo de cultivo perfecto en pleno Silicon Valley. Allí, “guías psicodélicos” hacen las veces de chamanes semiclandestinos administrando microdosis de ketamina, LSD o psilocibina (o de todas ellas combinadas) a altos ejecutivos, directivos millonarios y fundadores de pujantes empresas. Su objetivo no es recreativo: buscan “experiencias sensoriales”·que les revele una nueva perspectiva de su negocio para diferenciarse de su competencia.
Soluciones más creativas…y rentables. “El Adderall, la cafeína y otros estimulantes ayudaron en el pasado, pero con la llegada de la IA, la productividad se está volviendo menos importante. Los psicodélicos ayudan al pensamiento divergente y creativo que ahora es más necesario”, declara Paul F. Austin en Bloomberg, “coach de microdosis” fundador de Third Wave, una startup que ofrece cursos y charlas a razón de 14.000 dólares para certificarse como guía psicodélico.
Lo que la ciencia te da, el LSD te lo quita. La base del uso de sustancias alucinógenas y otras drogas para conseguir experiencias sensoriales de desarrollo personal se apoyan en estudios científicos sobre el uso de fármacos psicodélicos para el tratamiento de enfermedades mentales. Un caso recientemente conocido es el de Elon Musk, que estaría tomando una dosis terapéutica de ketamina para tratar un desequilibrio químico en su cerebro.
Sin embargo, las sustancias psicotrópicas y alucinógenas que se usan en estas sesiones de “desarrollo personal” pueden causar daños psicológicos importantes y, de hecho, se ha registrado un incremento de las consultas y urgencias médicas en California asociadas al uso de estas sustancias. “Te hacen más vulnerable y sugestionable ante los demás. Se es más propenso a realizar cambios significativos en su vida, dejar su trabajo, dejar a su pareja”, reconoce en Bloomberg Sandra Dreisbach, cofundadora de Ethical Psychedelic International Community, una asociación que aboga por el uso responsable de estas sustancias.
Unas vacaciones alucinantes. Cada país y cada estado tiene su normativa con respecto a la legalidad del uso de sustancias psicotrópicas, por lo que los “retiros psicodélicos” se organizan en aquellos lugares donde tanto la tenencia como el consumo de estas sustancias está permitida o tiene una legislación más laxa. De ese modo, no se expone a responsabilidades penales ni a los guías ni a los clientes.
Estos retiros se organizan como unas minivacaciones de lujo en lugares paradisíacos de la Riviera maya mexicana, Jamaica, Portugal, Perú, Costa Rica, Ecuador o Países Bajos con precios que oscilan entre los 2.500 y los 10.000 euros por estancias de entre 2 y 15 días.
Millonarios entusiastas. El perfil de quienes se apuntan a este tipo de retiros no es el que usa las setas alucinógenas, MDMA o LSD con fines recreativos. Son personas vinculadas con la alta gestión empresarial, fundadores de empresas y ejecutivos que buscan superar sus capacidades innatas y alcanzar un estado de conciencia “más elevado”.
“No animo a consumir drogas ni respaldo el uso ilegal o recreativo, pero creo que la psilocibina me ayuda a ser mejor y, por lo tanto, me ayuda a ser un mejor líder", afirma a Bloomberg Jim MacPhee, consultor de 66 años que se jubiló como director de operaciones de Walt Disney World en 2021.
Según publica el WSJ, milmillonarios como Steve Jobs, Elon Musk o Sergey Brin han confirmado tomar microdosis de ketamina, LSD o psilocibina para mejorar su rendimiento, o han reorientado sus modelos de negocios hacia lugares a los que a nadie antes se le había ocurrido, tras volver de uno de esos retiros de descubrimiento personal basados en el consumo de trufas alucinógenas u otros combinados químicos.
Imagen | Unsplash (Igor Omilaev)
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