Sé lo que os habrán contado en el colegio, pero no, no les creáis. El LSD no es una droga. Fue mucho más: una revolución cultural, social y política. Una de las pocas revoluciones del siglo XX que murió de éxito.
Hoy hablamos sobre el nacimiento, la vida, la muerte y la posibleresurrección del LSD. Esperemos que sea un buen viaje.
Ensayo - error
Se suele decir que todo empieza el 16 de noviembre de 1938 en Basiela mientras Albert Hoffmann, químico de profesión, trataba de encontrarle un uso farmacológico a un hongo llamado cornezuelo (Claviceps purpurea). En realidad, como siempre, la historia empieza antes.
El cornezuelo fue protagonista de algunos de los sucesos más desquiciados y surrealistas de la historia como la caza de brujas. Durante la Edad Media, las intoxicaciones por las micotoxinas del cornezuelo (el llamado ergotismo que produce alucinaciones, convulsiones, vasoconstricción arterial, necrosis y gangrena) fueron tan frecuentes que existió hasta una orden religiosa específicamente creada para atender a los enfermos, la Orden de San Antonio.
Hoffmann, que en aquella época trabajaba en los laboratorios Sandoz, trataba de sacarle partido a esas propiedades naturales. Aunque a veces, le llamamos directamente ácido lisérgico, el LSD (la dietilamida del ácido lisérgico) fue el vigésimo quinto derivado del ácido propiamente dicho. Hoffmann pensó que podía ser un buen estimulante de los sistemas circulatorio y respiratorio por su parecido con la nicetamida (un compuesto que se usaba en aquella época para contrarrestar las sobredosis de tranquilizantes). Pero cuando lo probaron, no pasó nada. Si acaso, los animales se comportaban de forma algo rara.
El ácido lisérgico
Muchas sustancias terminan así. Dentro de un cajón, tras haber sido descartadas las hipótesis iniciales. Pero cinco años después, Hoffmann tuvo una intuición. ¿Y si esa rareza en el comportamiento de los animales era algo que se le había escapado? Mientras volvía a sintetizar el LSD-25, se sintió afectado por "una notable inquietud combinada con un ligero mareo, un estado similar a la ebriedad". Volvió a casa, se metió en la cama y comenzó a ver "imágenes fantásticas de colores intensos y extraordinarios".
La única respuesta razonable que Hoffmann encontró fue que accidentalmente había absorbido parte del compuesto através de la piel. Así que tres días más tarde, ingirió 250 microgramos de LSD. Una auténtica barbaridad. Ese fue el primer mal viaje de la historia en sentido literal (su asistente lo tuvo que llevar en bicicleta a casa en lo que se conoce como el 'Día de la Bicicleta') y figurado.
El oro psicodélico
En 1947, Werner Stoll publicó un trabajo donde se hablaba de los posibles usos psiquiátricos y psicológicos del LSD. Y Sandoz vio, cristalina, la oportunidad. Ese mismo año empezó a comercializarlo en Suiza y para el 49 ya se vendía en EEUU. Durante los años 50, el LSD se usó frecuentemente en terapia, se promovió su uso en las facultades de psicología y la prensa hablaba de él como lo que era una medicación muy interesante.
En 1962, una nueva regulación hizo que el LSD pasara a considerarse una 'droga experimental' y en 1966 California lo prohibió. En abril de ese año, Sandoz dejó de comercializarlo. Y ahora viene un spoiler: no sirvió de nada. De nada de nada. Haght-Ashbury, un barrio de San Francisco, se convirtió en el supermercado del ácido de EEUU. Y el movimiento hippie estaba aquí.
Una forma de cambiar el mundo
Un dato no tan absurdo como parece: hipster y hippi vienen de la misma raiz, 'hip'. Antes que a los hippies, designaba a los beatnicks beatniks (una de las tribus de los 50) y viene a designar a los que están dentro, en el meollo, en la movida.
Lo que descubrimos a lo largo del siglo XX es que la movida podía cambiar mucho más rápido de lo que estábamos acostumbrados. Los cambios tecnológicos, sociales y políticos han conseguido que hoy en día lo que está 'in' cambie de una semana para otra. Eso fue invención del movimiento hippie y del LSD.
Supongo que la palabra clave es 'psicodelia', que manifiesta el espíritu. La Segunda Guerra Mundial había sido, por seguir la metáfora de Fukuyama, el cadalso de las ideologías y la historia. El verano de amor, la era de Acuario y el flower power no eran solo un relato generacional lleno de colores chillones, paz y amor; sino la promesa de encontrar ese cambio social en uno mismo. Lo que se gritaba en los campus americanos era el mismo mensaje que se repitió en las calles de París.
El LSD fue la herramienta fundamental. Actúa a cuatro niveles distintos: tiene efectos en el estado de ánimo (nos hace más susceptibles emocionalmente hablando y afecta a nuestra ansiedad), en el comportamiento interpersonal (nos ayuda a focalizarnos en las relaciones interpersonales, aumenta la confianza en las personas y en ocasiones nos da reacciones de tipo paranoide), a nivel sensorial y perceptivo (nos hace más sensibles, ilusiones, sinestesia o cambios en la percepción temporal) y, por último, nivel cognitivo (suele estimular procesos de pensamiento).
El ácido tenía tal capacidad de cambiar el mundo que Timothy Leary señalaba en uno de sus libros que durante los años sesenta, en plena Guerra Fría, existió un muy importante comercio entre Checoslovaquia y California. De hecho, el país comunista fue el último país en producir legalmente LSD hasta el 75.
LSD y movimiento hippie se unieron tanto que en cuanto lo hippie perdió actualidad, el LSD la perdió con él. Hacia finales de los setenta muy poca gente consumía LSD.
El LSD ha vuelto
Las subculturas rave y acid house lo trajeron de vuelta en los noventa junto con la llegada del MDMA. Pero el verdadero revival se ha producido en los últimos años. Efectivamente, todo lo que sabíamos sobre el LSD era mentira. La psicología y la neurociencia son ciencias jóvenes y nuestro conocimiento de la mente en los años cincuenta era muy muy limitado. Cogimos el rábano por las hojas.
Lo interesante del LSD no son las experiencias subjetivas que produce. Al menos no es lo más interesante científicamente hablando. Los viajes son al LSD lo que los fuegos artificiales a la pólvora: puede ser lo más vistoso, pero no lo más importante. Ahora sabemos que no está relacionado con la enfermedad mental e incluso que puede ser un buen tratamiento para la depresión. Estamos empezando a investigar de nuevo, a estudiarlo con una nueva mirada. No sabemos qué nos espera.
¿Qué fue del LSD? Fue una moda, un símbolo y un arma para salir de un mundo gris y opresivo. Y después, poco más. Dicen que son, de nuevo, los años del ácido, pero no lo será hasta que se reinvente, hasta que reconstruya, hasta que deje de ser un fantasma de los sesenta para convertirse en un símbolo de la modernidad. Eso ha empezado a pasar pero aún es pronto. Demasiado pronto.