Los hippies y el LSD han sido siempre prácticamente sinónimos. El verano del amor, el flower power, la comunión con la naturaleza y con nuestros propios instintos más naturales, la sensación de unidad con el resto de la humanidad... Todas esas características han acabado casi convertidas en clichés, en la asociación más común cuando se habla de los hippies. Pero resulta que no están tan alejadas de la realidad.
Y la culpa de todo la tiene el LSD. Un estudio publicado en Journal of Psychopharmacology establece un nexo entre el consumo prolongado de sustancias psicotrópicas, como el LSD, y un comportamiento más respetuoso con el medio ambiente. Si unimos a esto las investigaciones sobre algunos usos terapéuticos del LSD, parece que el ácido vuelve a estar de moda.
En comunión con la naturaleza
El estudio en cuestión lo realizaron los investigadores Mathias Fortsmann y Christina Sagioglu, de las universidades de Yale e Innsbruck, a través de encuestas por internet a más de 1.400 personas, extrapoladas después a un modelo de ecuaciones estructurales. Los resultados fueron, según sus propias conclusiones, que "una experiencia prolongada con psicotrópicos en particular puede, realmente, contribuir a un comportamiento pro medioambiental al cambiar sus valores en relación a una incorporación del mundo natural, independientemente de rasgos de personalidad fundamentales o de una propensión general a consumir sustancias que alteran la mente".
Es decir, que los consumidores veteranos de sustancias psicotrópicas se sienten más conectados con la naturaleza y tienden a actuar de una manera más ecológicamente consciente. Ralph Metzner, uno de los primeros investigadores de estas drogas en los 50 y los 60, explicaba que "las experiencias psicodélicas acarrean una expansión de la identidad de uno mismo más allá de los límites habituales de nuestro cuerpo. La consciencia puede expandirse también hacia fuera, hacia un sentido muy acentuado de conexión con todas las formas de vida y en la gran red ecológica de la vida".
Esa sensación de comunión con la naturaleza lleva, después, a que los consumidores de LSD varíen sus hábitos para contaminar lo menos posible, reciclen sus desechos, ahorren agua, compren productos ecológicos, etc. Y es un nuevo paso en la investigación sobre otros usos para el LSD y otras drogas psicodélicas.
LSD contra la depresión
Fortsmann y Sagioglu apuntan que su estudio puede incluirse en los que están realizándose actualmente sobre los beneficios que el LSD puede tener en el tratamiento de algunos problemas mentales. En concreto, se están investigando sus efectos en el tratamiento de la depresión. En este caso, la sustancia empleada es la psilocibina (presente en las setas alucinógenas).
El estudio de Beckley Foundation se hizo sobre pacientes con depresión resistente al tratamiento, y que la habían sufrido desde los 18 años. La muestra era pequeña, de sólo doce participantes, pero sirvió para confirmar que es un área que merece ser investigada más asiduamente. Un 67% de los pacientes mostraron síntomas de mejoría una semana después del tratamiento, y un 42% los mantuvo tres meses más tarde.
Los efectos del LSD en el cerebro se habían mostrado el año pasado, en un estudio del Imperial College de Londres en el que se dividió a los participantes en dos grupos; uno tomó LSD y el otro, placebo, y se obtuvo una imagen de las zonas del cerebro que se activaban en cada caso.
En los pacientes que habían tomado ácido se apreciaba que había muchas más áreas del cerebro implicadas en la experiencia visual, lo que encajaba con las descripciones de los "viajes" como su fueran visiones oníricas. El investigador principal del estudio, el doctor Robin Carhartt-Harris, comparaba sus resultados con el funcionamiento del cerebro de un niño, más libre y sin las restricciones que le vamos imponiendo conforme crecemos.
Imagen | David Sorich, underclassrising.net