Vista, oído, tacto, gusto y olfato. Esos son los cinco sentidos que aprendimos en nuestra infancia, los cinco sentidos en los que casi desde tiempos inmemoriales clasificamos estos nexos de unión con el mundo que nos rodea.
Sin embargo los científicos creen que estas categorías, cuyo origen se puede trazar hasta el filósofo griego Aristóteles, resultan poco útiles. Par muchos expertos, si queremos hablar con propiedad de los sentidos, tenemos que considerar la existencia de otros. De muchos otros.
Cuántos exactamente es imposible saber. Podrían llegar a superar la treintena, según algunos expertos. La mayoría de las listas “actualizadas” contienen al menos más de 10 sentidos. Por ejemplo, en su libro “Consciente: lo que los animales revelan sobre nuestros sentidos”, la zoóloga y divulgadora Jackie Higgins habla de 12 sentidos.
La lista de Higgins, además de los cinco tradicionales, sumaría sentidos específicos para color; placer y dolor; deseo; equilibrio; tiempo; dirección; cuerpo y propiocepción (la percepción de uno mismo).
Hay quienes consideran que hay bastantes más. Según explicaba Margaret Crable, de la Universidad del Sur de California Dornsife (USC Dornsife), el debate científico-filosófico en cuanto al número de sentidos con los que contamos situaba el número entre los 22 y los 33.
“¿Cuál es la respuesta correcta? Todo depende de cómo definas las cosas,” señalaba el ingeniero John M. Henshaw en un artículo para la revista de la Universidad Johns Hopkins. Henshaw explcia por ejemplo que nuestros ojos cuentan con cuatro tipos de fotoreceptores (tres conos y los bastones); nuestra piel, además de percibir la presión, lo que convencionalmente consideramos el tacto, también es capaz de percibir el frío y el calor a través de otra media docena de receptores.
Quizás no podamos categorizar todos los sentidos hoy identificados o debatibles. Pero al menos sí podemos ver cuáles son algunos de los más importantes.
Más de cinco
Cuando hablamos del oído solemos referirnos a nuestra habilidad de percibir sonidos. Sin embargo, el órgano del oído comparte espacio con otro órgano sensorial: el sistema vestibular. El sistema vestibular es el principal encargado de ayudarnos a mantener el equilibrio.
El equilibrio es un sentido que nos relaciona con el tirón gravitatorio de nuestro planeta gracias al líquido de nuestros oídos. Este sentido es clave a la hora de realizar tareas tan cotidianas como mantenernos en pie o correr, pero también nos indica cuando existen otras fuerzas que puedan acelerarnos como cuando vamos en un vehículo. También es en parte el responsable de que nos mareemos.
Como puede intuirse, vista y tacto son dos sentidos que podríamos, cuanto menos, desdoblar. En el caso de la vista, tenemos distintos fotorreceptores que trabajan más o menos en conjunto para ofrecernos una visión coherente de nuestro entorno. Sin embargo también utilizamos estos fotorreceptores para calibrar nuestro reloj biológico. Dicho en otras palabras, nuestros ritmos circadianos dependen de la luz que perciben nuestros ojos más allá de lo que convencionalmente llamamos el sentido de la vista.
Con respecto al tacto, hay quienes distinguen los receptores de la presión (el tacto en sí mismo) y los de temperatura. Según algunos expertos, la sensación de frío o calor puede tener efectos más allá de lo que percibirmos conscientemente.
La propiocepción puede verse como el sentido del espacio. Se trata de la percepción de nuestra posición y postura, de dónde se encuentran nuestras extremidades. Este sentido nos permite realizar movimientos coordinados sin depender de otros sentido, como por ejemplo tocarnos el lóbulo de la oreja, algo que sólo podríamos hacer por ensayo y error de otra forma.
Los sentidos son eso que conecta nuestro cerebro al mundo exterior. Nos permiten desenvolvernos e interactuar con un mundo repleto de estímulos. Esta definición de lo que es un sentido puede parecer vaga, pero es la que nos abre la puerta a comprender mejor el puente entre ambos lados de nuestro ser.
“Vivimos en un mundo rodeado de diferentes señales y estímulos. Pero solo podemos percibir aquellos que nuestros órganos sensoriales son capaces de captar y llevar a nuestro cerebro”, explica Higgins entrevistada por BBC News Brasil.
Conforme vayamos aprendiendo más de nuestra mente y nuestro cuerpo es probable que vayamos encontrando nuevas formas de interacción. Clasificar y nombrar estas interacciones quizás no sea tan fácil como parecía hace más de 2.000 años. Pero es que raras veces la naturaleza es benevolente con esa necesidad tan humana de categorizar.
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Imagen | Cottonbro Studio
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