Suecia creía que iba a resistir mejor a la segunda ola durante el otoño. No está siendo así

Fabrica Suecia
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Desde un primer momento, Suecia se desmarcó de sus compañeros europeos en su respuesta a la epidemia. Fue uno de los pocos países continentales que no confinó a su población, estableciendo recomendaciones sanitarias e higiénicas mucho antes que restricciones a gran escala. La estrategia no salió demasiado bien parada durante la primera ola. Suecia multiplicó las tasas de incidencia y mortandad de sus vecinos nórdicos, los más similares en estructura demográfica y social.

¿Qué tal le va ahora, en plena segunda ola?

Mirar al otoño. Es a lo que nos invitó Anders Tegnell, epidemiólogo responsable de la estrategia sueca frente al coronavirus, en mayo: "Habrá una segunda ola cuando llegue el otoño. Suecia tendrá un alto nivel de inmunidad y su número de casos será probablemente bajo. Pero Finlandia tendrá un nivel muy bajo de inmunidad. ¿Tendrán los finlandeses que confinarse domiciliariamente de nuevo?". Según él, el 40% de los habitantes de Estocolmo tenía por entonces anticuerpos.

O lo que es lo mismo, una ventaja para afrontar cualquier rebrote.

Miremos, miremos. Las palabras de Tegnell han envejecido mal. A 24 de noviembre, Suecia registraba una incidencia acumulada de 577 casos por cada 100.000 habitantes durante las últimas dos semanas, superior ya a la de países muy golpeados en otoño como España o Bélgica. Por contra, Finlandia ha contenido vuelto a contener muy bien la epidemia: su IA apenas supera los 73 casos por cada 100.000 habitantes, la más baja de Europa continental. Las curvas de uno y otro país no engañan.

No funcionó. La idea de una "inmunidad de grupo" en Suecia ha fracasado. ¿Por qué? Primero, porque el coste para alcanzarla, de haberlo conseguido, hubiera sido demasiado alto. Suecia registra 633 fallecidos por cada millón de habitantes a causa de la epidemia, frente a los 137 de Dinamarca o los 69 de Finlandia. Segundo, porque es evidente que la inmunidad no está protegiendo a los suecos durante el otoño. En palabras de Sara Byfors, especialista sueca en salud, para el Financial Times:

Estamos viendo cómo muchos países en Europa que se vieron muy afectados durante la primera aplicaron confinamientos domiciliarios, y ahora que han vuelto a los confinamientos están registrando un gran aumento de los casos. Así que parece seguir este patrón: si tuviste muchos casos durante la primavera tienes muchos casos ahora.

A lo que añade lacónicamente: "No sabemos a qué se debe".

Incertidumbre. Para Suecia ahora el problema es múltiple. En un contexto de decrecimiento, su incremento semanal de contagios es el más alto de Europa, a un ritmo del 16% intersemanal tras haber superado picos del 40%. Su número de hospitalizados se duplica cada ocho días, la tasa más alta del continente. Y su positividad supera ya el 20%, señal de que grandes bolsas de contagiados siguen sin detectarse. Suecia no sólo ofrece peores datos que sus vecinos, sino, a día de hoy, que la mayoría de Europa.

Cambios. La epidemia apremia. Tanto que el gobierno se ha visto obligado a rectificar su estrategia original. Suecia no ha decretado confinamiento domiciliario alguno, como sí han hecho Francia o Bélgica, pero sí ha restringido las reuniones públicas a un máximo de ocho personas y ha prohibido la venta de alcohol durante las noches, entre otras restricciones. Intervenciones pequeñas y que aún palidecen respecto a Europa. Suecia, por ejemplo, sigue sin obligar a llevar mascarilla.

Críticas. El giro obedece también a un caudal de críticas internas. Hace algunos días, Fredrik Sund, médico responsable de enfermedades infecciosas en el hospital universitario de Uppsala, advertía sobre la necesidad de un confinamiento a la europea para evitar el colapso del sistema. La semana pasada, 27 especialistas publicaban una carta donde emitían similares advertencias, invitando al gobierno a adoptar medidas menos dependientes de la voluntad de los ciudadanos.

Dejar hacer. Tan nórdica estrategia (confiar en la responsabilidad individual y social de la población) no ha dado los frutos deseados. Al menos desde un punto de vista epidemiológico y sanitario. Sí sabemos que la economía sueca lo hará marginalmente mejor que la de el resto de sus vecinos. Caerá un 3,3% este año frente al 4,5% de Finlandia o el 8,3% agregado de la eurozona. Un consuelo menor, en especial cuando la epidemia, de nuevo, parece descontrolada.

Imagen: Norra Djurgårdsstaden/Flickr

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