Mientras toda Europa iba poco a poco empezando a cerrar colegios, restaurantes y hogares, adaptándose a una nueva situación con un final incierto, del otro lado del planeta nos llegaban unas esperanzadoras imágenes: el personal sanitario de Wuhan se quitaba las mascarillas en señal de haber superado lo peor. Dos meses desde que empezaron, calculamos muchos, y de ahí surgía el deseo: eso es lo máximo que esto puede durar.
Un mes y medio después, miles de ciudadanos de la ciudad china siguen sin salir de sus casas, lo que se traduce en 90 días encerrados. Puede que sean los menos, tal y como veremos en el artículo, pero, a pesar de ello, la vida sigue estando muy lejos de haber retomado su brillo anterior para el wuhanés medio.
Si ya conoces bien la cronología de la cuarentena del originario foco del coronavirus puedes saltar directamente al epígrafe del 22 de abril. Sin embargo, leer el repaso a los pasos previos puede servir como comparativa que ayude a contrastar el desarrollo de nuestra desescalada con la suya. Dos territorios que, sí, presentan diferencias abismales en cuanto a estructura demográfica y posibilidades económicas internas, pero que están compartiendo un mismo objetivo: la amarga lucha contra el virus.
Desde el comienzo de la cuarentena hasta el poder estirar las piernas
El 23 de enero China decretaba una abrupta cuarentena para los ciudadanos de Wuhan, foco de infección del coronavirus en el que residían 11 millones de habitantes. Al día siguiente se ordenaba el aislamiento de otras cuatro ciudades, todas en la provincia de Hubei.
Durante las primeras tres semanas los ciudadanos pueden moverse con cierta libertad, similar a la que vivimos en España en este momento, pero a partir del 6 de febrero las condiciones se van endureciendo en los complejos residenciales de las zonas más castigadas.
Por poner un ejemplo, en la ciudad dormitorio de Huanggang, a los alrededores de Wuhan, se asigna a una persona por vivienda para poder salir a la calle una única vez cada dos días, y sólo para ir a por alimentos o medicinas, siempre al comercio más cercano a la vivienda. Guardias vigilan, toman nota de las salidas apostados a lo largo de todos los vecindarios y hacen controles de temperatura. El 15 de febrero estas medidas draconianas se extienden a todos los barrios de todas las ciudades afectadas, independientemente del grado de incidencia.
Los comités vecinales de cada complejo residencial y urbanización empiezan a tomar protagonismo como organismo más bajo dentro del gobierno de la pandemia, así como la monitorización a través de teléfonos móviles para cada individuo y los ya famosos semáforos sanitarios, con sus códigos de salud verdes, amarillos o rojos.
A los comités vecinales les interesa ser meticulosos, puesto que, de darse un positivo, las libertades de todo el complejo se pueden endurecer. Por eso muchos de ellos tomaron la iniciativa al principio y sólo permitían que salieran a recoger los pedidos y repartieran posteriormente la comida entre las viviendas un puñado de seleccionados de todo el bloque.
El 23 de marzo empieza la muy escueta relajación. A partir de este momento la provincia de Hubei recuperará la movilidad, aunque no las principales ciudades protagonistas de la propagación. Los residentes de fuera pueden entrar en Wuhan si es allí donde tienen su trabajo y siempre que cuenten con un código verde y se sometan a constantes chequeos de temperatura. Los no-residentes que se encuentren dentro de Wuhan pueden solicitar un certificado sanitario para volver a su provincia de origen.
En Wuhan ciertos complejos residenciales, aquellos sin ningún dudoso de estar contagiado, permiten que los vecinos salgan a estirar las piernas dentro de su manzana.
También a mediados de mes algunas de las empresas que fueron abriéndose e incorporándose a la actividad empiezan a exigir el testeo de los trabajadores antes de que se incorporen, tanto con un test PCR como con un análisis sanguíneo para saber si el sujeto tiene ya anticuerpos. Las empresas pagan gustosas los 43$ que cuesta de media la prueba por trabajador ya que, en caso de que se descubra que hay un trabajador infectado en sus instalaciones, el Gobierno puede detener toda la producción.
Poco a poco, abren las tiendas y la gente vuelve a la calle en Wuhan. Aquí, el centro comercial de la calle Han, popular entre la clase medio-alta pic.twitter.com/ggOpJFkn3q
— Macarena Vidal (@Macchinetta) April 2, 2020
30 de marzo: según Reuters el gobierno aprueba la apertura de las galerías de lujo de la Wuhan International Plaza, así como algunas flagship stores de la ciudad como la de Tesla. Códigos verdes, certificado sanitario y chequeos de temperatura para entrar, y dentro del complejo las tiendas y los clientes tendrán que lograr mantener los dos metros de seguridad.
El 5 de abril la ciudad empieza a prepararse para el fin de la cuarentena, así que los empleados del Ayuntamiento de Wuhan empiezan a retirar algunos de los vallados (no los residenciales) a través de los cuales los comerciantes entregaban los pedidos a los ciudadanos hasta ahora.
Wuhan’s yellow barriers were to be demolished before April 8, when the citywide lockdown was finally lifted, but there was still no word on when those around residential communities could be removed.
— Sixth Tone (@SixthTone) April 12, 2020
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7-9 de abril: fin oficial del confinamiento y discreccionalidad por vecindarios
Han pasado 76 días desde que empezase la pesadilla. El día 8 se abren las autopistas y los trenes en Wuhan (sólo el primer día se vendieron 55.000 pasajes), aunque no aún los aeropuertos (llegaría días después) para la población general. Los viajes en buses y trenes, también a larga distancia, siguen estando muy capados, y el Gobierno sólo permite que salgan 1.000 viajeros en tren cada día.
El doble testeo para que los trabajadores vuelvan a su actividad es ya masivo en todos los sectores. Se forman listas de espera para hacerse las pruebas de hasta cuatro días. Se estima que entre el 93 y el 97% de los negocios y servicios han reabierto ya su actividad, aunque no se especifica en qué grado. Por ejemplo, se estima que en el área industrial sólo haya vuelto a sus puestos el 60% de la plantilla.
Técnicamente a partir de este día la gente es libre de moverse por donde quiera, siempre que su código sanitario sea verde, claro, y pese a ello hay controles de temperatura por todas partes, desde paradas de autobús hasta a las puertas de los edificios estatales. El Estado sigue recomendando que, en caso de que puedas elegir, te quedes en casa.
La realidad es que algunos comités vecinales imponen restricciones a su comunidad. Pueden, por ejemplo, decretar que cada ciudadano sólo pueda pasar fuera de casa dos horas al día. A 16 de abril los hay que todavía ni siquiera están dejando salir a nadie que no tenga un permiso laboral. Para entrar a cada parque hay que pasar por un chequeo, y si quieres ir a casa de algún amigo dependerá de la normativa de ese comité vecinal. La mayoría de restaurantes permanecen cerrados. Abren las peluquerías.
There are definitely more people, cars out but that’s because of gradual loosening of restrictions since late March. Some residents said they feel it’s not really safe yet and others said their residential compounds have gotten strict again. This video is from Monday afternoon. pic.twitter.com/BPV0vRqzZC
— Lily Kuo (@lilkuo) April 8, 2020
Declaraciones de un residente de Wuhan del 15 de abril: “He ido a los centros comerciales, pero muy poca gente entra. Aunque solía ir de fiesta ahora no hay clubs abiertos. Sólo he visto un par de bares abiertos al público y estaban vacíos. No hay prácticamente nadie por las noches”.
22 de abril: esta pinta tiene la "nueva normalidad"
Tres meses después del inicio del confinamiento las fábricas y empresas empiezan a recuperar sus ritmos de producción normales. Los comercios ya están en su mayoría abiertos.
Los restaurantes, sin embargo, siguen sufriendo mucho. Deben pasar una serie de solicitudes cuya aprobación no está garantizada y cuyos horarios y aforo pueden ser restringidos. La mayoría de restaurantes y cadenas empezaron por recibir la opción de únicamente entregar a domicilio o para llevar, sin que la gente pudiese entrar a sus instalaciones, y dos semanas después mantienen el modelo. Todos los foros de entretenimiento, como pubs nocturnos, estadios o cines, siguen cerrados, al igual que los colegios.
Cada vez más gente sale a la calle, controles y checks aparte, aunque muchos complejos residenciales siguen aconsejando a la gente que se quede en casa. Para entrar en una tienda de ropa tienes que hacer cola igual que la que hacemos ahora para acceder al supermercado.
La afluencia del tráfico rodado tiene esta pinta: el coche aún acercándose a niveles previos, el metro a un 20% de su uso habitual. Dado que nadie te toma la temperatura para coger tu coche, no sorprende que haya crecido la venta de coches. Los ciudadanos han reducido en gran medida sus compras físicas, y ropa y cosmética florece en Internet. También tablets infantiles, en previsión del alargamiento del cierre de escuelas.
Según los corresponsales que han estado allí en estos últimos tiempos, sólo ahora los residentes han dejado de llevar amplias protecciones corporales para llevar únicamente las mascarillas (obligatorias) y en algunos casos guantes. Las autoridades (y la población) vigila con especial celo a todos los que tienen pinta de ser extranjeros, grupo que está aportando el máximo número de nuevos infectados nacionales.
Aunque el país ha estado dando algunos cupones a sus ciudadanos desde el inicio de la crisis especialmente pensados para garantizar la supervivencia alimentaria, China otorgará ahora un paquete más ambicioso de incentivos al consumo a los particulares para intentar reactivar la economía de la zona (restauración, textil, etc), aún dramáticamente mermada.
Después de 45 años de crecimiento continuado, esta es la primera vez en que los chinos se enfrenten a una recesión que se ha llevado, de momento, un estimado 6,3% de su PIB, aunque los empresarios de Wuhan ya están admitiendo que el cambio de dinámicas y el daño de los meses anteriores llevará inevitablemente a despidos que podrían empeorar la depresión.
Tres meses después la batalla aún no ha terminado.