Kaulong, el pueblo en el que las mujeres pedían ser estranguladas tras enviudar

Kaulong, el pueblo en el que las mujeres pedían ser estranguladas tras enviudar
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En muchas de las novelas de la literatura romántica aparecen individuos dispuestos a dar su vida por un ser amado. Se tiende a pensar en esos suicidios por amor como el síntoma de una personas enfervorecidas por un ideal, locos que rayan lo psicótico capaces de llevar demasiado lejos la exaltación de los sentimientos.

Pero ese “sin ti no soy nada” se ha producido en la historia de otra forma, integrado como tradición en modelos sociales distintos al nuestro. Las mujeres de kaulong, cuando enviudaban, pedían ser estranguladas hasta la muerte por los hombres del pueblo.

Eso es lo que reflejan en sus textos autores como la antropóloga Jane Goodale o el divulgador doctor en Cambridge en geografía Jared Diamond. En el primer caso estamos ante una autora que estuvo en contacto con los kaulong entre 1962 y 1974. En el segundo ante un hombre que, inspirado por los descubrimientos de Goodale, se acercó a la población a principios de los 2000 para contrastar lo que su antecesora había descubierto sobre esta sociedad de la isla de Nueva Bretaña en Papúa Nueva Guinea.

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Como descubrió Goodale, los kaulong son una de entre los centenares de pequeñas poblaciones que viven en la línea divisoria meridional de la isla de Nueva Bretaña. En esta zona (en la que ahora mismo perviven 4.000 miembros), cuando un hombre fallecía, la mujer pedía a sus hermanos o al siguiente miembro masculino de su círculo familiar que la estrangulara para poder reunirse con su marido en el más allá.

Según el pensamiento kaulong, los hombres sólo podían acceder al mundo de los espíritus si son acompañados por sus esposas. Los valores inculcados por esta cultura hacían, pues, que las mujeres pidieran, sin mayor presión externa que la del sentido del deber, que les practicaran esta suerte de eutanasia religiosa.

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La antropóloga Jane Goodale en la zona de Nueva Bretaña, integrada en una tribu vecina de los kaulong.

Como Diamond señala en el libro El Mundo Hasta Ayer, “ningún estudio ha afirmado que el sacrificio de las viudas kaulong fuese en algún modo beneficioso para su sociedad o para los intereses genéticos de la tribu a largo plazo (póstumos) de la estrangulada o de los familiares”. Y como le recuerdan al investigador los propios integrantes del clan, abandonaron los hábitos más radicales de sus costumbres en torno a 1957, tras la llegada del cristianismo.

Tampoco se ha encontrado ninguna tendencia similar en las poblaciones colindantes, con lo que esa práctica existió “como un rasgo histórico cultural e independiente que surgió por alguna razón que desconocemos y que, a la postre, podría haber sido descartado por la selección natural entre sociedades”, es decir, que el resto de tribus no condujese al exterminio femenino pudo desfavorecer a esa población.

Cuando el sexo es pecado: el rompecabezas de vivir sin copular y perpetuar la especie

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La aldea de los kaulong a principios de los 80. En el interior del recinto viven las "personas libres", en las zonas colindantes, internados en la selva, los matrimonios.

Goodale explica en Gender, Sexuality and Marriage: a Kaulong Model of Nature and Culture que la raíz de la práctica de estrangulamiento proviene de una cultura que establece como valor fundamental la reproducción (cada individuo debe dejar, antes de morir, al menos un hijo en la aldea, a ser posible de su mismo sexo aunque eso no es obligatorio) pero que al tiempo intenta erradicar la sexualidad del seno de sus costumbres.

Como castigo, marido y mujer se verán forzados a hablar un dialecto distinto al de su cónyuge.

El sexo es algo vergonzoso, el deseo del cuerpo femenino, un pecado, y el matrimonio una carga que hemos de aceptar en pos de la creación de la prole. Sólo se casan (y procrean) los individuos que no son capaces de vivir en el celibato, opción vital ideal tanto para hombres como para mujeres y que garantiza un estatus manifiestamente mejor. Se entiende que, si eres capaz de establecer unas relaciones sociales que garanticen tu subsistencia material y la de otros en la tribu, mereces el premio de una vida al margen del matrimonio. Y los que no puedan lograrlo tendrán que buscarse un compañero y vivir a las afueras del poblado, bajo un régimen inferior.

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Mientras que para los kaulong no hay división de estatus entre los hombres y las mujeres célibes en sus esferas públicas o privadas, sí mantienen una radical separación física y simbólica entre los que han optado por la vida asexual y los que no.

Las “personas grandes”, pues así se conoce a hombres y mujeres célibes, pueden relacionarse entre sí sin problemas, pero cada unidad dentro de la pareja, cada marido y mujer, se verá forzado a hablar un dialecto distinto al de su cónyuge para evitar una comunicación eficiente. En general, está bastante claro que los kaulong ven en el matrimonio y el sexo un motivo de marginalización, aunque entienden que es necesario para garantizar una descendencia.

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Una de las "personas grandes" de los kaulong.

Los hombres sienten pavor por el matrimonio y el sexo. Los varones más jóvenes suelen decir ‘soy demasiado joven para casarme y morir’, o ‘cuando sea muy mayor y esté listo para la muerte, entonces me casaré y encontraré un reemplazo que me entierre’. No es sólo que el coito se vea como una actividad altamente contaminante y animal, sino que debería tener lugar lejos del centro del pueblo. Ninguno de los dos géneros da muestras de interesarse especialmente en la cópula, y las parejas matrimoniales a las que se ve pasando demasiado tiempo juntos y lejos del centro, se les pone bajo sospecha, preocupándose de su comportamiento ‘inhumano’.

La menstruación que podía corromper a los hombres

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Niña kaulong plantando taro.

Pero esto nos lleva al siguiente punto y explicación del (a nuestros ojos) infame ritual feminicida: este pueblo está obsesionado con los efectos contaminantes de las mujeres, que vinculan su feminidad a la raíz del deseo de procrear. A pesar de ser una sociedad igualitaria en los casos anteriormente citados, las mujeres cuentan con algunas excepcionalidades. En palabras de Diamond:

La mujer es contaminante desde antes de la pubertad y hasta después de la menopausia, y es especialmente "peligrosa" durante la menstruación y el parto. En estos períodos la mujer debe mantenerse alejada de jardines, viviendas y fuentes, además de evitar tocar objetos que un hombre pudiera tocar posteriormente. La contaminación es peligrosa para los varones adultos, que pueden enfermar con sólo ingerir o situarse debajo de un objeto contaminado. Durante la menstruación y el parto, el contagio puede emanar de la mujer en todas direcciones. Como resultado, las mujeres quedan aisladas durante la menstruación y el parto, lejos de las viviendas y jardines.

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El mayor salto de estatus se produce, pues, en el momento en el que una mujer se convierte en esposa: entonces sus actividades se reducen a las vinculadas con su capacidad reproductiva y de cuidado de los niños. Una muestra de que la importancia de la mujer como madre es menor que en otras sociedades es que al contrario que en nuestras costumbres, en las que el vínculo más preciado es el de madre-hijo, en el suyo es el que se da entre hermanos.

Entre los kaulong lo natural es que sean las mujeres las que ocupen el rol dominante en el terreno sexual.

A pesar de que reproducción y crianza no tienen la misma consideración que la vida asexual, sus tradiciones les animan a abrazarlo. Como nos cuenta Goodale, entre los kaulong lo natural es que sean las mujeres las que defienden un rol dominante en el terreno sexual, tanto en el lecho marital como en el cortejo, donde ellas son las que seleccionan más activamente a su futura pareja. Cuando un hombre muestra activamente interés sexual por una mujer, se entiende como una muestra de violación.

Como también matiza Goodale, ha registrado un buen número de casos de maridos que han pedido el suicidio asistido tras el fallecimiento de su esposa, ya que el matrimonio es el fin último en las vidas de esta sociedad, pero frente a lo que ocurre en el caso inverso, los hombres no sienten la presión imperiosa de terminar con sus vidas, y pueden intentar concertar un nuevo matrimonio. Cuando un matrimonio no puede tener hijos, bien por infertilidad o por ser los miembros demasiado mayores, Goodale ha registrado casos en los que la pareja decide poner fin a sus vidas.

¿Y cómo se mantiene entonces el sistema reproductivo?

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Hombre kaulong mostrando su cerbatana de bambú.

Problema: si hay personas dentro de su sociedad que viven en una existencia asexual, no van a cumplir con su deber grupal de perpetuar la especie, esa obligatoriedad por la que todos deben encontrar un reemplazo para la siguiente generación. De ahí que se cree una tensión entre los cuñados, cuando fallece uno de estos maridos, sobre si es el hermano del padre o el de la madre el que tiene derecho a quedarse con los hijos una vez el matrimonio de los niños ha fallecido.

La explicación nos la da el antropólogo Robert A. Paul en otro libro al respecto de sociedades primitivas: esta tensión la solventan permitiendo que sea el hermano de la viuda el que la estrangule y pueda así, una vez muerta, heredar a los niños. De esa forma, este hombre casaba a los dos huérfanos entre sí (en el caso de que sean niño y niña, que es lo ideal para los kaulong) y trasladaba la "penitencia matrimonial" a esa siguiente generación, librándose así de su deber reproductivo.

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