Que unas monjas holandesas naden en vino gracias al calor son, ante todo, malas noticias para España

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En 2012, las monjas premonstratenses de la ciudad de Oosterhout (en Países Bajos) lo estaban pasando mal. La crisis financiera y la falta de vocaciones hizo que el monasterio, fundado en 1647, pensara seriamente en cerrar sus puertas. Por suerte, desesperadas, decidieron hacer otra cosa: plantas vides.

Ahora tienen "tanto vino que no sabemos qué hacer con él” y eso, aunque no lo parezca, es un enorme problema para España.

El vino español se está muriendo. En 2022, el calor obligó al Marco de Jerez a adelantar la vendimia. Y no un poco. La del año pasado fue la vendimia más temprana desde que hay registros. Eso, en el caso de Jerez, una zona vitivinícola especialmente bien documentada, son muchos años.

Lo cierto es que no fue un caso aislado. "La falta de  lluvias desde mayo y las sucesivas olas de calor extremo acabaron por  agostar las bayas y reducir su rendimiento productivo". Y ante la posibilidad de perderlo todo, amplias regiones de Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Cataluña adelantaron la vendimia también a la segunda quincena de julio.

La falta de lluvias, por otro lado, hizo que las variedades más tardías también se retrasaran esperando un agua que llegó con cuenta gotas. Con todo, la falta de plagas y enfermedades permitió aguantar el tipo y la campaña solo estuvo un 6-7% por debajo de la anterior (y entre  un 10-12% menos que la media de la última década). Eso sí, regiones como La Mancha, con más de la mitad d ela producción nacional, se quedaron un 17% por debajo de la media decenal.

Más allá de los Pirineos. Sin embargo, si miramos a Europa, la imagen de relativa tranquilidad cambia. Porque incluso en el contexto de sequía extrema y calor asfixiante, la producción europea ha crecido y, dentro de los grandes productores, solo España tuvo una vendimia más baja que el año anterior.

No es una sorpresa: a medida que nosotros sufrimos más calor, las condiciones en el norte mejoran. En 2021, por ejemplo, las heladas pasaron factura a los viñedos franceses, pero el "buen tiempo" en 2022 ha disparado su producción con crecimientos de un 17% más.

Lo que perderemos con el Cambio Climático. En el fondo, lo que ocurre es que no somos conscientes del futuro que dibujan los modelos climáticos. Como señalaba el meteorólogo González Alemán, "la cuestión no es cuando acabará [la sequía], la cuestión es que nuestra región está especialmente encaminada a ser mucho más seca".

Mientras amplias regiones del mundo recibirán más precipitaciones a medida que la temperatura vaya subiendo, nuestra región (el suroeste de Europa y la Macarronesia) se va a ir desertificando a marchas forzadas. Por aterrizar los datos, las altas temperaturas amenazan la supervivencia del 65% de las tierras vitivinícolas de España. Pronto serán muchas más.

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Unos cultivos cada vez más vulnerables. "Las tormentas son más fuertes, las sequías más extremas, las heladas primaverales y las olas de calor más  frecuentes, también hay más incendios... El sector  del vino está sufriendo las consecuencias climáticas mucho antes que  cualquier otro sector". Así lo explicaba en El Confidencial Miguel A. Torres, presidente y cofundador de las International Wineries for Climate Action (IWCA) y no le falta razón.

Sobre todo, porque esa exposición del vino nos obliga a pensar con perspectiva. Ahora mismo, se puede capear el temporal adelantando (o atrasando en el caso de variedades más tardío) la vendimia. No obstante, eso tiene muchos riesgos asociados: con un tiempo tan impredecible y extremos, los viñedos se exponen (más que antes) a las heladas.

En invierno "la yema [de la vid] está cubierta con una cápsula que la protege", pero ahora el calor ha provocado que haya "más plantas con yemas abiertas" y eso las expone a que un episodio de frío a destiempo arrase la cosecha.

El camino que seguirán el resto de industrias. Las bodegas trabajan en franjas cada vez más estrechas y con una volatilidad mucho mayor. Eso, como pasa con el resto de los productos agrícolas de referencia para España, es un enorme problema. Si nuestra industria no puede responder a la demanda (porque el frío impide la maduración del pimiento o porque el calor quema la flor del olivo), la competencia sí que lo hará.

Así que la pregunta es... ¿hasta cuándo podremos seguir siendo una potencia agropecuaria y qué haremos al respecto?

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Imagen | Thomas Schaefer

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