Arthur C. Clarke, autor de '2001', afirma que no se puede predecir el futuro en 1964. Y entonces predice internet

Diseno Sin Titulo 1
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Es un tópico que la buena ciencia ficción no tiene por qué predecir bien el futuro, sino simplemente imaginar otros mundos (otras dimensiones, otros futuros, otros planetas) y que resulten verosímiles desde un punto de vista científico o, al menos, realista. Por supuesto esta definición es sumamente elástica y a menudo consideramos ciencia ficción la parcela de la fantasía donde la magia no existe, y aún así esa regla se rompe a menudo.

Con todo, y pese a tener bien presente esta definición, nos fascina cuando la ciencia ficción de los años cincuenta o sesenta predice artefactos inimaginables entonces, como los teléfonos móviles, internet o las redes sociales. El propio Arthur C. Clarke, autor del relato 'El centinela' que inspiró '2001: Odisea en el espacio' y coguionista de la misma, afirmó que "si por algún milagro algún profeta pudiera describir el futuro exactamente como va a ocurrir, sus predicciones sonarían tan absurdas, tan descabelladas que todo el mundo se reiría de él hasta el desprecio".

Sin embargo, él mismo era un adivino sensacional. Sus conocimientos de ciencia le permitieron describir viajes espaciales futuros con asombroso realismo, y si '2001' no ha envejecido apenas desde su estreno en 1968, es en buena parte debido a lo riguroso del guión que coescribió con Kubrick. Las palabras del párrafo anterior pertenecen a un documental de la BBC de 1964 (que podéis ver en el vídeo que siguen y en su segunda parte, aquí) donde Clarke hace eso mismo: predecir el futuro con pasmosa exactitud. Pero nadie lo toma por un loco.

Internet según Clarke

Y es curioso, porque el reportaje usa como excusa una expo tecnológica donde se ve un diorama que representa el futuro, y su ingenuidad es adorable. Rayos láser, bóvedas con ciudades en el hielo... y entonces aparece Clarke (por entonces ya tenía el prestigio que le llevaría a formar parte del trío de autores conocido como 'The Big Three': él, Isaac Asimov y Robert Heinlein) y predice el futuro, concretamente el año 2014, con una tranquilidad y exactitud desbordantes.

Clarke habla de cómo los avances en tecnología ("transistores", dice, es decir, cualquier aparato electrónico, incluidos los ordenadores) y en la comunicación por satélite transformará nuestra concepción del espacio físico. Concretamente, afirma que "estas cosas harán posible un mundo en el que podamos estar en contacto instantáneo estemos donde estemos. Podremos contactar con nuestros amigos en cualquier lugar de la Tierra, aunque no conozcamos su ubicación física real. Posiblemente dentro de 50 años será posible que un hombre dirija sus negocios desde Tahití o Bali tan bien como desde Londres".

Curiosamente, hace referencia (los autores de cciencia ficción, siempre tan idealistas) a cómo este cambio puede dar pie a una transformación radical de la medicina: "Algún día tendremos a cirujanos cerebrales en Edimburgo operando a pacientes de Nueva Zelanda". Es cierto, puede hacerse, pero desde luego no es la aplicación principal de internet.

Su otra predicción asombrosa en el documental es algo que podría considerarse una evolución de las impresoras 3D, aún no tan masificadas como Clarke supone. Pero se acerca: un "artilugio replicador" que puede tener efectos perniciosos: "nuestra sociedad actual probablemente se hundiría en una especie de barbarie glotona, ya que todo el mundo querría cantidades ilimitadas de todo".

Por supuesto, y pese a la precisión de algunos de sus vaticinios, no siempre da en el clavo: habla de la masificación de la animación suspendida para los viajes espaciales, algo aún en el terreno de la ficción. O de cómo los monos serán amaestrados para servirnos en las tareas cotidianas. Un futuro que, francamente, no veo el momento de que llegue, porque me voy haciendo mayor y se me acaba el tiempo antes de poder replicar, con la ilusión que me hace, el numerito de postrarme de rodillas y clamar al cielo ante una Estatua de la Libertad semienterrada en la arena de la playa.

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