Hace un día que la Guardia Costera estadounidense anunciaba el trágico desenlace de la expedición del submarino Titan: habían encontrado restos “consistentes con una implosión” del artilugio en un área cercana al lugar donde reposa la proa del RMS Titanic, el barco hundido que querían visitar. Son muchas las preguntas que ahora toca responder.
¿Qué sabemos de lo que ocurrió? Como es natural a estas alturas, es más lo que desconocemos que lo que sabemos. Algunas cosas que sí sabemos tienen que ver con los hechos que llevaron hasta el naufragio y las primeras noticias sobre el descubrimiento de sus restos.
El equipo partió el 16 desde la isla de Terranova (Newfoundland). Tras dos días de viaje hasta la localización del naufragio del Titanic, el despliegue y descenso del submarino comenzó en la mañana del día 18. El submarino debía emitir una señal cada 15 minutos a su nave nodriza, pero una hora y 45 minutos después de iniciar el descenso el contacto se había perdido.
Ayer jueves, poco después de cumplirse las 96 horas del inicio de la expedición, la guardia costera comunicaba que habían encontrado restos del submarino a unos 500 metros de la proa del pecio del Titanic. Explicaron que los restos hallados eran “consistentes con una catastrófica pérdida de la cámara de presión”, es decir, los restos indicaban que el submarino había sucumbido a la presión sboceánica y había implosionado.
¿Cómo fue el operativo de búsqueda? Las autoridades fueron informadas de la situación durante la tarde del mismo día en que se perdió el vehículo. Al días siguiente se pone en marcha un operativo conjunto entre las autoridades estadounidenses y canadienses para la búsqueda del submarino. El lunes se uniría un barco francés, el Atalante.
El operativo se realizó por mar y aire, con aviones equipados con sonar, los utilizados habitualmente como defensa antisubmarina. Fueron estos aviones los que detectaron “sonidos de golpes”, hallazgo que fue anunciado el pasado miércoles 21.
Sin embargo el jueves llegaban las peores noticias. Primero, la Guardia Costera estadounidense anunciaba el hallazgo de restos de escombros en las inmediaciones del área donde se buscaba el submarino. Tras analizar las imágenes obtenidas por vehículos operados a distancia enviados a la zona las autoridades anunciaron la naturaleza de éstos: los restos de la implosión del vehículo.
¿Qué sabemos del aparato? Otro de los focos de atención estos días ha estado en el submarino siniestrado. El vehículo tenía 6,4 metros de eslora y un peso de 10,5 toneladas. Podía transportar hasta a cinco personas a profundidades de hasta 4.000 metros (el naufragio del titanic se encuentra a unos 3.800 m bajo la superficie).
Muchos de los que vieron el vehículo lo comparaban con una furgoneta y algunos de los detalles que más llamaron la atención fueron el hecho de que se manejaba con un mando de juegos Logitech y que contaba con una letrina en proa, frente al ojo de buey por el que se podía observar el exterior.
El vehículo contaba con una reserva de oxígeno suficiente para mantenerse 96 horas sumergido, lo que condicionó la búsqueda notablemente. Otro factor clave era que el buque sólo podía abrirse desde el exterior, no desde el interior. Es por ello que su búsqueda también se realizara en la superficie del océano, ante la posibilidad de que el submarino hubiera emergido pero sus tripulantes continuaran atrapados.
¿Tan peligroso es el fondo marino? La brutal presión del fondo marino es un rival difícil de batir. Por ponerla en perspectiva, imaginemos la columna de aire que se extiende sobre nuestras cabezas y asciende a lo largo de kilómetros de atmósfera. La presión que la columna ejerce es (en promedio y a nivel del mar) de una atmósfera o 1013 hectopascales (hPa).
A los 3,8 kilómetros de profundidad a los que se encuentra el Titanic la presión que ejerce esa columna de agua es de unas 380 atmósferas. Sólo submarinos especializados como los batiscafos pueden vencer esas presiones. Como comparación, submarinos militares como el gigantesco Tifón ruso (941 Akula) alcanzan sólo profundidades de unos 400 metros antes de que peligre su integridad estructural.
En una nota un poco más optimista, podemos mencionar que es tradición entre los oceanógrafos hundir pequeños vasos de plástico en los aparatos submarinos para poder visualizar el efecto de la presión sobre estos utensilios desechables.
¿Quienes viajaban a bordo? La identidad de las personas que viajaban a bordo trascendió a las pocas horas de conocerse la noticia. La expedición estaba liderada por Stockton Rush, CEO de OceanGate Expeditions, la empresa que organizaba la expedición.
Iba acompañado por otro experto en la materia: Paul-Henri Nargeolet, quien ya contaba con numerosos descensos al naufragio del Titanic a sus espaldas y había formado parte del operativo de búsqueda del vuelo Air France 447, perdido en el Océano Atlántico en 2009.
Otro aventurero consagrado, el millonario británico Hamish Harding también viajaba a bordo. Entre las aventuras de Harding se encontraban descensos a la fosa de Las Marianas, un viaje al polo Sur y una visita al espacio a bordo del vehículo suborbital creado por la compañía de Jeff Bezos, Blue Origin. Cerraban el equipo el empresario paquistaní Shahzada Dawood y su hijo.
¿Qué implicaciones pueden esperarse? La regulación de la actividad es una tarea más complicada, puesto que estas empresas operan a menudo en aguas internacionales. Esto implica que si un país decide estrechar su normativa sobre este tipo de actividades las empresas cuentan con cierto margen para cambiar de bandera sus embarcaciones.
Es más probable que el incidente traiga consigo una revisión de los protocolos de seguridad por iniciativa propia de este tipo de empresas. Firmar un documento en el que se declara uno responsable de la posibilidad de un accidente fatal es una cosa. Ser testigo de uno de estos accidentes es otra bien distinta. Por eso cabe esperar mayor cautela por parte de los viajeros.
Debe tenerse en cuenta también que esta cautela puede extenderse a otros ámbitos como el turismo espacial. Los controles en este tipo de viajes son más estrechos, cohetes y naves espaciales son puestos a pruebas muy severas antes de transportar a personas. Las leyes aéreas son además mucho más férreas que las que rigen la exploración submarina.
¿Qué es lo que nos ha fascinado tanto de esta historia? La última gran duda es esta. ¿Qué tiene de especial esta historia que ha eclipsado a las decenas de muertos y cientos de desaparecidos que otros hundimientos e incidentes marítimos acontecidos en la última semana?
La primera causa tiene que ver con la naturaleza del siniestro: los accidentes submarinos generan una inusitada angustia. Incidentes como los del ARA San Juan en 2017 o el hundimiento del Kursk en el 2000 generaron gran conmoción en el panorama internacional y las labores de búsqueda y rescate fueron cubiertas de cerca por los medios.
Una causa algo más banal tiene que ver con el hecho de que los ricos generan siempre interés. El hecho de que los billetes costaran un cuarto de millón de dólares por persona ha sido un hecho resaltado numerosas veces. Más allá de los Bezos, Musk o Zuckerberg, este tipo de historias acaparan el interés de muchos.
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Imagen | OceanGate / NOAA/Institute for Exploration/University of Rhode Island
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