"No es una coincidencia que la probabilidad de superar un récord olímpico dependa clarísimamente de la hora del día en que se intenta". Hace unos meses, mientras leía 'Por qué dormimos' de Matthew Walker, me encontré con esa frase y me quedé completamente descolocado.
Durante más de un siglo, los Juegos Olímpicos han sido la más nítida expresión de la búsqueda humana de la excelencia, el respeto y la amistad. "Citius, altius, fortius", reza su lema: más rápido, más alto, más fuerte. El ser humano trabajando persistente e incansablemente para superar sus propios límites...
¿Qué diablos tenía que ver ahí "la hora del día en que se intenta"?
Mucho más de lo que parece. Como decía Walker en su libro, la hora del día no es casual o arbitraria. Esa hora coincide perfectamente con "la primera hora de la tarde". Cuando los investigadores se preguntaron por qué ocurría esto, descubrieron que la respuesta es tan simple que sorprende: por los ritmos circadianos.
¿Qué es el ritmo circadiano? La metáfora que solemos usar para entender qué es esto de los ritmos circadianos es la del reloj. El "gran reloj biológico" de nuestro cuerpo que despliega una compleja maquinaria neurofisiológica para regular los ciclos de sueños y vigilia (y así adaptarnos al entorno). Sin embargo, es mucho más.
Los ritmos circadianos "influyen en muchos aspectos asociados con el rendimiento fisiológico, como la fuerza muscular y la flexibilidad muscular, además de los aspectos perceptivos y cognitivos del rendimiento".
Sabemos que hay decenas de cosas que se ven reguladas por ellos ("la insulina, el cortisol, la testosterona total y libre, el consumo de oxígeno, la glucosa, la hormona del crecimiento, la noradrenalina o la liberación de melatonina") y, por tanto, las consecuencias de estar en lo que Walker llamaba "pico natural del ritmo circadiano" son enormes.
Y, sin embargo, no había sido muy estudiado en el contexto de los Juegos Olímpicos. En parte por ese aura de excelencia de la que hablaba y las dificultades para trabajar en eventos de este tipo, no ha habido demasiados estudios sobre esto en los Juegos. Sin embargo, las investigaciones que tenemos son muy robustas.
En 2020, un equipo de la Universidad de Groningen estudiaron con detalle cómo habían afectado las variaciones circadianas en el caso de la natación de todos los juegos olímpicos que iban desde los de 2004 a los de 2016. Recogieron todos los tiempos de natación y los analizaron para extraer los posibles efectos.
Mejor no nadar recién levantados. Sus conclusiones mostraban que, efectivamente, el rendimiento "se vio fuertemente afectado por la hora del día": "los tiempos de natación más rápidos al final de la tarde alrededor de las 17:12 h, lo que indica un rendimiento mejorado del 0,32 % en relación con las 08:00 h", escribían los investigadores.
Un 0,32% puede parecer poco, pero en este contexto de excelencia puede serlo casi todo. No sólo es mucho más fácil batir un récord olímpico si tenemos la suerte de competir a esa hora, sino que también se ven afectadas las medallas. Según los investigadores, en el 40% de las carreras las diferencias entre el primero y el segundo son menores a ese 0,32%.
Como los ritmos circadianos varían de una persona a otra (y son difíciles de modificar rápidamente), la suerte en la hora de la competición es decisiva a la hora de todo los juegos.
¿Y qué implicaciones tiene todo esto? A nivel práctico, pocas. Los juegos olímpicos (y, en general, los eventos deportivos de élite) son eventos complejos y, aunque se han hecho cosas para aminorar los efectos de todo esto, históricamente estos factores se han metido en ese enorme cajón de cosas que llamamos "suerte".
Por eso nunca está de más reflexionar sobre cómo esa suerte es mucho más importante de lo que solemos admitir. En el deporte y en la vida en general.
Imagen | Jacob Rice
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