Los Samsung Galaxy S23 son la evidencia de lo inevitable: cada vez es más difícil mejorar un móvil

Galaxy S23
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El meme de Smithers y el sombrero de la muñeca está cada vez más presente en telefonía. "Es lo mismo", "no hay cambios". Los saltos en gama alta, salvo algunas generaciones específicas, no han sido exponenciales. Pero tampoco habían sido como en los últimos dos años. Móviles que parecen clones y con tan solo algún número extra en la hoja técnica. Quizás, no sea tan sencillo seguir evolucionado. Quizás el peak smartphone del que hablábamos hace un tiempo sea una realidad.

Hablemos de pantallas. Si algo me fascina de los móviles de gama alta, es como normalizamos y, en cierta medida, subestimamos, las tecnologías que incluyen. Sin ir más lejos, es altamente probable que la pantalla de un iPhone 14 Pro sea mejor que la de tu propia televisión. Dolby Vision, HDR+, calibración de monitor profesional. Samsung no se queda atrás.

Los saltos en pantalla pasarán por el microLED, tecnología que Apple quiere implementar en el Apple Watch Ultra en 2024 y, posteriormente, en los iPhone. No quiero afirmar con esto que no siga habiendo margen para mejorar los paneles (porque lo hay, y mucho, sobre todo a nivel de brillo máximo), pero los saltos intergeneracionales serán pequeños. Los 2.000 nits de Apple han marcado el siguiente paso en brillo, aunque el resto de hoja técnica permanece idéntico a los pasados cursos.

Hablemos de procesadores: la potencia bruta es otro de los puntos en los que hemos normalizado tener teléfonos que, en muchas ocasiones, llegan a ser más potentes que PCs. A tal punto llega, que la nueva era del gaming móvil pasa por traerse juegos de PC a móvil, como 'Genshin Impact' o 'Fortnite'. Nuestro móvil mueve propuestas de casi 20 GB, y a nadie le sorprende.

No obstante, los procesadores potentes no sirven solo para jugar. Permiten realizar más cálculos a la hora de hacer fotografías, implementar funciones de procesamiento en tiempo real dentro del sistema operativo (traducciones instantáneas, aislamiento de capas en las fotografías en cuestión de segundos, etc.). Aún hay margen para hacer los móviles sigan ganando en potencia, pero esta servirá para que cada vez sean más inteligentes.

Hablemos de batería. El cuento de la optimización es creíble, a veces. No obstante, las matemáticas son matemáticas, y si queremos saltos relevantes en batería necesitamos miliamperios. Los fabricantes parecen no querer romper la barrera de los 5.000mAh, poniendo el foco en los sistemas de carga rápida. Nada parece indicar que, salvo un salto relevante en las tecnologías empleadas para fabricar baterías, vayamos a romper esta resistencia.

Hablemos de memorias. Salvando la poca generosidad de algunos fabricantes que siguen vendiendo versiones base de 128 GB, los 256 GB se han afianzado en la gama alta, junto a los 8 y 12 GB de RAM. Hay versiones de algunos teléfonos con 16 GB de RAM, quizás el próximo estándar cuando se relaje la crisis de los componentes. Otro salto relativamente insustancial en el que, desde hace unos años, no vemos (ni parece que vayamos a ver) mejoras.

Hablemos de cámaras. Hasta hace no demasiado, teníamos una cámara en el teléfono. Ahora tenemos un sensor que ronda la pulgada, un ultra gran angular y, si escoges el móvil adecuado, un par de teleobjetivos. A tal punto estamos llegando que las mejoras ya ni siquiera pasan por el resultado final, si no por modos RAW, 200 megapíxeles y demás herramientas "profesionales" a las que buena parte de los usuarios no sacarán partido.

El margen de mejora seguirá siendo amplio hasta que los fabricantes se acerquen al procesado del JPEG de una cámara profesional, del que se alejan intentando sobresaturar cielos, vegetaciones y haciendo que el modo noche haga fotografías nocturnas que no muestran lo que realmente vemos. La fotografía computacional tiene sus pros, pero está matando la naturalidad. No obstante, esto es más una decisión filosófica de los fabricantes que un problema de hardware o posibilidades técnicas, así que tampoco esperaría grandes avances a corto plazo.

Quizás es hora de replantearse el ritmo de lanzamientos. Es algo que no va a suceder, pero que los móviles del año pasado (ya bajando de precio) sean una mejor opción calidad-precio respecto a sucesores que mejoran ligeramente y cuestan cientos de euros más, quizás es un aviso de que los saltos anuales arrojan dudas.

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