Hace unos meses en un desfile de Gucci, aparecieron algunas modelos con una reproducción de sus cabezas en sus manos. Caminaban a lo largo de la pasarela exhibiendo sus cabezas en el regazo. Lejos de ser una referencia macabra a algún film de culto, que también, esta referencia encuentra su origen en los cefalóforos.
En diversos relatos del folclore europeo, fantásticos y mitológicos de la antigüedad, se menciona la figura de los cefalóforos, santos que una vez decapitados eran capaces de tomar su cabeza para seguir hablando. La decapitación ha sido muy estudiada, sobre todo desde la revolución francesa. El mito de que podríamos seguir vivos tras ser decapitados probablemente tiene su origen en relatos sobre la guillotina francesa.
Algunos estudios han establecido que es posible que algunas cabezas sigan haciendo algunos gestos o incluso parpadeando, hasta treinta segundos después de ser separadas del tronco. Algo parecido a cuando una lagartija pierde la cola y esta sigue moviéndose.
Los historiadores sitúan el origen de la tradición en la Galia y lo más lógico es que fuera pasando a otros lugares cristianos desde este punto. La mayor parte de los cefáloforos son franceses, y solo se tiene constancia de tres españoles: Lamberto de Zaragoza, Laureano de Sevilla y Víctor de Cereza, todos entre el siglo IV y X.
En Francia se juntan varias tradiciones, por una parte la bíblica, aquí encontramos la figura de la decapitación de San Juan Bautista, cuya lengua, según ciertas traducciones habría reprochado a Herodías su crimen. Aunque antes en la Biblia, ya había aparecido Judith decapitando a Holofernes. Por otra, ritos célticos y merovingios que se unieron a la prueba caballeresca de la tradición artúrica de la decapitación por medio del hacha.
Algunos cefalóforos se han convertido en iconos de grandes iglesias, tenemos el caso de San Dionisio de Notre Dame, a los hermanos San Félix y San Regula o a San Afrodisio, y así hasta un total de 130 cefalóforos reconocidos por la Iglesia Católica.
No olvidemos, que encontramos historias sobre decapitaciones y caminantes sin cabeza en muchas culturas. En Egipto Osiris, cuya cabeza después de ser cortada aparece en Abidos. En Grecia, sabemos que la cabeza de Orfeo sigue cantando en el río. Perseo sosteniendo para nuestro imaginario y para siempre la cabeza de Medusa. Y ya en la Edad Media, y en la literatura, La divina comedia, donde Bertram de Born es decapitado y usa su cabeza como foco.
Sin cabeza más allá de Europa
Sin embargo, no es la tradición Europea la única que tiene a gente caminando por ahí sin cabeza. En la India, la diosa Chhinnamasta se presenta como una mujer decapitada. Desnuda y llevando su cabeza en la mano, mira como las parejas copulan dentro de una flor de loto inmensa. La sangre corre de su cuello, que a su vez alimenta a su cabeza y a dos mujeres desnudas, una blanca y otra negra. La diosa lleva un collar con cráneos, ornamentos de oro y una serpiente.
En Asia y América multitud de tradiciones hablan de hombres y mujeres que sin cabeza caminan entre los vivos, la cabeza de Atahualpa dio muchísimo que hablar en la época. En Asia se habla de los ilusionistas,en otras partes del globo, de los chamanes y los guerreros dormidos de Lord Raglan y un sinfín de cuentos populares donde las gentes resucitan tras ser decapitados. Entre los bayas por ejemplo, existe la creencia de que cuando son decapitados en acto de guerra, tienen la posibilidad de recuperar su cabeza y huir llevándola bajo el brazo para volver a colocársela.
La literatura y arte como vemos, se alían y van modificando también el imaginario. Ya en el siglo XX, en la novela Las cabezas troncadas de Thomas Mann también encontramos la misma tradición, cabezas cortadas que eran puestas en troncos que no les corresponden. Los expertos que se dedican a investigar el tema de los cefalóforos también destacan en la literatura del siglo XVIII: Las aventuras del Barón Münhhausen, la historia de las personas de la luna, cuyas cabezas podían viajar por su cuenta.
Que a la vez nos remite a Fausto y al cuento Diplomacia de Lafcadio Hearn, o incluso al relato de Marcos de Obregón y su caballo sin cabeza. Pero sin duda, uno de los relatos más populares sobre decapitaciones es La Leyenda de Sleepy Hollow de Irving, que cuenta la historia de un soldado estadounidense que en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, pierde la cabeza tras un cañonazo. La misma figura del jinete sin cabeza es recurrente en el folclore europeo, y muy típico en varios cuentos de Los Hermanos Grimm.
De esta forma encontramos toda una tradición hagiográfica que bien puede ser explicada mediante la amalgama de tradiciones que se han ido construyendo y deconstruyendo, y que finalmente el cristianismo adaptó a sus propias creencias.