A comienzos de la década pasada, el mercado de la fotografía digital explotó y tardó muy poco en democratizarse incluso a nivel semiprofesional. Ese fenómeno tuvos enormes efectos en las costumbres que hasta el momento el público había tenido con respecto a la fotografía analógica tradicional, y particularmente con las capturas impresas.
Por una parte, compartir las imágenes era, además de mucho más barato, "instantáneo" con las nuevas conexiones ADSL. Por otra, el almacenamiento se abarataba a buen ritmo, un factor clave para alojar todas las fotos que se iban haciendo con las nuevas cámaras. Aunque frente al revelado la impresión de fotos de forma amateur y en tienda se veía como una opción, lo que finalmente triunfó fue lo que continúa vivo a día de hoy: "guardar las fotos en el disco duro para ver más adelante".
El marco digital quiso ser el gadget perfecto para el boom de la foto digital
El contexto abría una gran ventana de oportunidad para una alternativa a los álbumes y a las fotos colgadas en cuadros. Con cientos de fotos en lugar de decenas, tenía sentido querer visualizarlas lejos del ordenador, en las áreas comunes de los hogares, donde ya se encontraban los marcos clásicos.
En definitiva, se avecinaba una nueva forma de consumir los contenidos generados por el propio usuario. La disrupción de la fotografía digital estaba lejos de afectar sólo a los fabricantes de cámaras y tarjetas de memoria. El terreno estaba fértil para la aparición a gran escala de otros elementos, y en concreto para los marcos digitales que, de una forma u otra, habían estado presentes con anterioridad, pero no como artículo masivo.
A partir de aproximadamente 2005, el mercado comenzó a expandirse, y grandes marcas del mundo de la imagen como Kodak, Philips, Samsung o Sony entraron al mercado junto con otros actores como Parrot, Ceiva o Nuvue. Más allá de que hubiera mercado, la comercialización masiva de los marcos digitales fue posible gracias a que la memoria flash se hizo ubicua y sobre todo, a que los paneles LCD fueron bajando de precio con una mayor producción a medida que los viejos televisores CRT dejaban paso a la "gran" pantalla plana.
La composición general de un marco de fotos digital era simple: una pantalla LCD de baja resolución para nuestros estándares actuales (800 x 480 píxeles como base en los modelos decentes), con un tamaño medio de entre 7 y 8 pulgadas, pero que partía desde las 3 hasta las 10 pulgadas. A ella se suamaba una memoria interna en la que almacenar el contenido multimedia, de entre 16 y 32 MB en 2007, un lector de tarjetas y/o entrada USB para copiar dicho contenido y un software de control sencillo que permitiera la transferencia de archivos y configurar los modos de visualización de estos.
A esta base podían sumarse elementos de gama más alta, como conectividad inalámbrica Wi-Fi o Bluetooth para conectar a ordenadores y teléfonos móviles, salida de imagen para TV o monitor, alimentación con batería junto a toma de corriente y mando a distancia.
Eso en lo referente al apartado técnico. Por el lado estético, la oferta era más amplia. Las marcas podían jugar con marcos más grandes, con otros más reducidos, o con el estilo: líneas más tradicionales o más modernas. Los había más parecidos a tablets y otros que copiaban exactamente el estilo de los marcos de fotos tradicionales, integrando, eso sí, una pantalla en lugar de una imagen inerte.
Las características de los marcos digitales y el momento tecnológico frenaron su crecimiento
Sin embargo, a la vez que a priori los marcos digitales podían encajar a la perfección en el nuevo estilo de vida digital, no fueron pocos los inconvenientes a los que se enfrentaron desde sus comienzos. Como toda nueva tecnología, incluso entre las que se ponen de moda, los marcos digitales llegaron al mercado verdes en muchos aspectos si se compara con la experiencia contra la que competían: fotos impresas de gran calidad y que no había que configurar.
Veamos qué elementos o apartados les perjudicaron:
- Alimentación y batería: los marcos digitales, en su mayoría, dependían de un adaptador de corriente conectado de forma permanente. Esto obligaba a buscar un lugar influido y determinado por este factor, como se establece para un router porque es donde llega el cable de la operadora. Como elemento decorativo no libre, resultaba algo tedioso, y aunque había modelos con pilas y baterías, la eficiencia energética de la época y el estado del litio no daba para muchas alegrías más allá de unas pocas horas (si llegaba) de funcionamiento autónomo.
- Precios: al ser una tecnología que no llegó a madurar en su momento de máxima exposición, los marcos digitales no llegaron a ser baratos en sus primeros años. Detrás de ello había una explicación, por supuesto: elementos como la pantalla tenían un gran coste en la época, sobre todo cuando hablábamos de diagonales de 10 pulgadas. Así, ver marcos que alcanzaban precios de 600 euros (y más) no era algo extraño, para un producto electrónico que tampoco saciaba ninguna necesidad tecnológica básica, como sí harían después smartphones y tablets.
No eran el mejor medio par ver fotos: el crecimiento de los televisores y su mayor soporte a nuevas tecnologías, con lo que sumaron entradas como DVI, VGA y HDMI, compatibles con prácticamente todos los ordenadores portátiles, les hizo el soporte ideal para visualizar imágenes y vídeos tomados con cámaras digitales y smartphones. Frente a ello y pese a ir creciendo, los marcos digitales eran un elemento más decorativo que para disfrutar en familia. Todo esto iría a más con la llegada de entradas USB e "inteligencia" a la pequeña pantalla.
Poco margen de actuación para grandes marcas: dada la tecnología de la época, en los marcos digitales no cabía ofrecer una gran diferenciación. En componentes el usuario buscaba algo barato que regalar, y en software las marcas ni siquiera contaban con productos maduros aún en smartphones y móviles tradicionales. Cuando los precios bajaron con los años, las grandes marcas no tuvieron incentivos para seguir apostando por esta industria.
Mantenimiento incómodo: la idea de los marcos digitales era buena en principio. Regalo ideal para familiares a los que ir copiando las fotos de hijos, sobrinos, nietos o hermanos, del día a día o de situaciones especiales como viajes. Sin embargo los firmware de la época eran tan incómodos y limitados, que incluso en los modelos con Wi-Fi la transferencia de fotos se tornaba demasiado frustrante. Es algo que reconocía al Financial Times Jim Forger, Product Marketing Manager for Connected Wireless Frames de Kodak. Según él, los usuarios al principio disfrutaban de la experiencia, pero luego se aburrían de ver siempre las mismas fotos, y tampoco les daba por actualizarlas.
La llegada del iPad y las tablets, la tormenta perfecta contra los marcos digitales
Estudios como este de Prophoto concluyen que 2009 fue el año en que los marcos digitales alcanzaron su récord de ventas y mil millones de ingresos a nivel mundial, y a partir de ahí todo fue decrecimiento. En ese sentido, según cifras aportadas por expertos a Consumers Digest, la oferta de marcos digitales decreció un 77% desde 2010 hasta 2014, y es que según la firma de estudio de mercado NPD Group, las ventas en Estados Unidos cayeron de 159,4 millones de dólares en 2011 a 21 millones de dólares de 2013. También recogen una declaración interesante de fabricantes: los marcos digitales no se actualizaban al ritmo de otros dispositivos, si es que lo hacían, y el interés había pasado a la compartición de fotos por plataformas sociales.
Detrás de este hundimiento, como hemos repasado, hay varios factores, pero a partir de 2010 se dio uno decisivo: Apple lanzó el iPad por menos de 500 dólares/euros, y el mercado le siguió con tablets de su mismo precio y poco después económicas. El problema para los marcos digitales radicó en que, en poco tiempo, las tablets contaban con posibilidades casi infinitas y con ventajas muy claras en conectividad y autonomía, frente a su limitadísima oferta con software anquilosado en el pasado.
Como ya hicieran los smartphones anteriormente con el GPS, los reproductores MP3 o las cámaras digitales, las tablets sólo necesitaron incorporar a los marcos digitales no como hardware, sino como una función, dejándolos obsoletos. De hecho, en el caso del iPad, ni siquiera hacía falta descargar aplicaciones de terceros, la propia Apple incluyó hasta iOS 7 la función de marco digital en la pantalla de bloqueo, mediante la cual se visualizaban las fotos del carrete.
Otro factor importante del declive puso ser la inadaptación a las redes sociales por parte de los marcos digitales. En pocos años, nuestras fotos almacenadas comenzaron a compartir relevancia en nuestro día a día (y más tarde a perderla) con las publicadas por nuestros amigos en redes sociales. En esa línea, se lanzaron algunos proyectos como Instacube, que mostraba fotos del feed de Instagram, pero sin tener relevancia en el público general.
Cuando parecía que no, los marcos digitales tienen "sucesores" en el hogar conectado
Desde la aparición de los marcos digitales, el uso que hacemos de las fotos, la forma de almacenarla y el comportamiento general con los contenidos multimedia ha cambiado radicalmente. La realidad parecía ir en contra de contar con pantallas inmóviles repartidas por la casa, salvo las de los televisores u ordenadores de sobremesa.
Sin embargo, junto a los altavoces inteligentes, han llegado las llamadas pantallas conectadas o pantallas inteligentes cuya finalidad es mostrar información meteorológica, de contactos, vídeos, redes sociales, etc. Es el caso de Facebook Portal, Google Home Hub, Movistar Home o el Amazon Echo Show.
De una forma u otra, son dispositivos que pueden actuar como marcos digitales modernos, con la ventaja de que se integran, además de con otros muchos servicios, según el fabricante, con las fotos de amigos de Facebook, con la biblioteca de Google Photos, Amazon Photos, etc. Ahora sí, son una forma cómoda y directa de poder visualizar imágenes familiares sin necesidad de pensar qué foto elegir ni pasar por el tedioso paso de actualizar la biblioteca manualmente.
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