Aunque lo más habitual es que nunca se lo hayamos dicho a la cara a la persona implicada, es muy probable que alguna vez hayamos tenido esta sensación: saber que delante tenemos a alguien porque reconocemos ligeramente su cara pero no sabemos si es alguien de nuestro trabajo y mucho menos a qué se dedica, si es algún vecino de nuestra calle al que vemos habitualmente o si, simplemente, nos recuerda a otra persona.
Esto mismo sucede con algunos objetos de nuestro entorno. Locales que estamos cansados de verlos en nuestro día a día y, sin embargo, no nos cercioramos de su existencia hasta que nos los cambian por otro y ya no sabemos qué había antes allí. O las rayas rojas del velocímetro o del cuentarrevoluciones de nuestros coches. Unas indicaciones que podemos estar hartos de ver y de las que nunca nos habíamos percatado o preguntado sobre su función.
De hecho, este tipo de marcas no aparecen en todos los vehículos, por lo que es fácil que, de tenerlas en un coche nuevo, te preguntes si en el anterior ya las tenías allí. Y, quizás, no somos capaces si quiera de recordarlo. Un pequeño detalle que tiene su utilidad y que no está de más que nos paremos a aprender sobre ello.
Qué son esas rayas rojas
En la mayoría de los cuadros de instrumentos de nuestros vehículos solemos tener un reloj dedicado a las revoluciones del motor y otro a la velocidad. La primera nos da información de las exigencias que le estamos requiriendo a nuestro vehículo y sirven, primordialmente, para saber cuándo debemos cambiar de marcha, especialmente si queremos ser eficientes.
En este caso, el cuentarrevoluciones suele incluir unas rayas rojas al final del mismo. Éstas indican una zona donde es peligroso mantenerse, pues el motor trabajará a pleno rendimiento y, además, no ganaremos nada en cuestión de potencia. Realizar los cambios de marchas en esta zona implica que el motor trabajará al número máximo de vueltas posibles y no obtendremos ningún beneficio de ello, ni si quiera en la conducción más deportiva.
Diferentes es el caso de los velocímetros. Esta vez, podemos estar tranquilos, pues su presencia nada tienen que ver con la mecánica de nuestro vehículo. De hecho, es probable que las encontremos a diferentes velocidades dependiendo del coche que utilicemos.
Por ejemplo, en la foto que puedes ver justo arriba, se señalan los 30 y los 50 km/h con una raya roja, pero también es habitual verlos en los 90 km/h o los 130 km/h. Como decimos, no deben ser ningún motivo de precaución, simplemente son una alerta visual de la velocidad a la que circulamos.
Los 30 y los 50 km/h son los límites de velocidad urbanos más habituales en Europa, por lo que algunos fabricantes incluyen advertencias visuales de los mismos. En estos casos son especialmente relevantes, pues hay que recordar que a mayor velocidad, mayor probabilidad de que un atropello resulte mortal.
Pero, además de estos dos límites, también es habitual encontrar estas advertencias en los 90 o los 130 km/h, los márgenes máximos a los que se puede conducir en las vías secundarias y de alta velocidad en Europa. Aunque en España el límite es de 120 km/h, países como Alemania tienen márgenes superiores, de 130 km/h. De hecho, en algunos tramos y situaciones concretas del tráfico, el país germano no tiene límites de velocidad.
Fotos | Jannis Lucas y Marek Szturc
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